El valor universal de Daniel y Apocalipsis es que presenta al menos una parte de la cosmovisión de Dios. Muchos cristianos no abordan ni Daniel ni Apocalipsis o ninguno de los dos porque los evalúan difíciles, quizás complicados. Sin embargo, es un preconcepto que tiene diferentes orígenes pero es necesario cambiar ese enfoque. Esta revelación…
El valor universal de Daniel y Apocalipsis es que presenta al menos una parte de la cosmovisión de Dios. Muchos cristianos no abordan ni Daniel ni Apocalipsis o ninguno de los dos porque los evalúan difíciles, quizás complicados. Sin embargo, es un preconcepto que tiene diferentes orígenes pero es necesario cambiar ese enfoque.
Esta revelación de una parte de la cosmovisión de Dios -una parte porque Dios es inabarcable, en especial para seres creados, con un comienzo y un final- asume que el tiempo en el que todas las cosas ocurren no es una simple secuencia de eventos, sino que todo se mueve hacia un fin u objetivo.
Esta singular perspectiva filosófica de la historia, transmitida en conjuntos por ambos libros, entretejiendo momentos históricos con la evidencia real de la intervención de Dios en los asuntos humanos, aporta un significado trascendente
- al cosmos que, de otra manera, permanece en la incertidumbre de un futuro catastrófico (todo un tema con el flamante premio Nobel de Física a quienes investigaron los llamados ‘agujeros negros‘ que hay en las galaxias);
- a la vida humana, pues le muestra un derrotero histórico cuyo fin supremo es dirigido por Dios; y
- a la iglesia, pues le indica su tiempo, su identidad y su deber (recordar que para TERCER ÁNGEL esa iglesia es un movimiento no institucional y transversal, integrado por millones de personas que hoy día se encuentran en diferentes denominaciones pero comparten la aceptación de la redención a través de Jesús).
En marcado contraste con el vacío existencial resultante de una perspectiva científica del final de la historia, la visión apocalíptica nos señala: “Tú estás aquí”.
No hay incertidumbre en la identidad de este movimiento porque Apocalipsis lo identifica:
- guarda “los mandamientos de Dios” (Apocalipsis 12:17),
- tiene “el testimonio de Jesús” (12:17),
- posee “perseverancia”,
- tiene “la fe de Jesús” y
- proclama el mensaje de los tres ángeles (Apocalipsis 14:6-12).
Los tiempos
Daniel y Apocalipsis tratan acerca de diversos períodos proféticos, muy interesantes de estudiar pero que no son el motivo de esta nota, tales como
- los 1.260 días (Daniel 7:25; 12:7; Apocalipsis 11:2, 3; 12:6; 13:5),
- los 1.290 días (Daniel 12:11) y
- los 1.335 días (Daniel 12:12).
A partir de Daniel 8:14 y 9:24-27 se establece el período de 2.300 días-años, el cual se extiende desde 457 a. C. hasta el año 1844 d. C., otro período muy interesante para investigar.
También el punto de unión entre estos períodos de Daniel y los descritos en Apocalipsis, se encuentra en el capítulo 10.
Entonces, al unir los hilos del pasado, el presente y el futuro, el estudio de estos libros es capaz de redefinir completamente nuestra percepción de la vida y de nuestro propio significado y el de quienes nos rodean.
Esta redefinición, quizás un cambio de cosmovisión, se manifiesta en nuestro
- concepto de la historia y su objetivo,
- visión del significado de la existencia, y
- sentido de identidad y misión.
En definitiva, no importa lo que suceda ni lo que parezca. La realidad es: Dios tiene el control.
El significado
“Si el cristianismo es pesimista en cuanto al hombre, es optimista en cuanto al destino humano. Bueno, puedo decir que, pesimista en cuanto al destino humano, soy optimista en cuanto al hombre”
Albert Camus,
“Resistencia, rebelión y muerte”.
Estos conceptos aparecen al considerar un texto no muy extenso que comenzó a circular en USA, “Los grandes libros proféticos de Daniel y Apocalipsis: un diario de estudio bíblico”.
“El mundo está cambiando rápidamente y estamos rodeados de incertidumbre y ansiedad. En ese contexto, los libros de Daniel y Apocalipsis proporcionan tanto un marco de esperanza necesario como la certeza de que Dios cumplirá sus propósitos en este mundo”, dijo Andrea Luxton, quien ha iniciado la distribución del contenido, presidenta de la Universidad Andrews, un centro de formación de los adventistas del 7mo. día.
Pero ¿de qué trata la esperanza? En días en que tanto se habla de resignificar todo lo que conocemos porque la pandemia cambió al menos una parte de los usos y costumbres, es importante obtener una precisión al respecto.
Barry Casey, jubilado profesor de Filosofía, Ética y Religión, quien escribe un blog, Dante’s Woods (El bosque del Dante), escribió algo interesante:
“(…) La fuente de la esperanza es externa: nos llega de algún lugar, de alguien, de otra persona, pero responde a una necesidad profundamente sentida. El optimismo, creo, se genera desde dentro. No es lo mismo que la esperanza. Lo fomentamos (…). Somos optimistas cuando necesitamos levantar el ánimo. El sol saldrá mañana, decimos, aunque todo sea gris a nuestro alrededor. Pero (…) entre las distracciones de nuestras vidas, el optimismo puede disolverse cuando se encuentra con obstáculos y retrasos. Es como cuando un político emerge de los debates presupuestarias y le dice a la prensa: “Soy optimista de que llegaremos a un acuerdo pronto”. Lo que está diciendo es: “No tenemos nada, estamos en un punto muerto total, pero estoy poniendo mi cara de valiente“.
(…) Hemos estado luchando con la demora desde que Jesús dijo: “Si voy y preparo un lugar para ti, vendré de nuevo y te recibiré conmigo mismo…” En las primeras comunidades cristianas ya era una pregunta suficiente que Pablo les recordara a los creyentes de Tesalónica que “el día del Señor viene como ladrón en la noche”. Les pidió que se ocuparan de sus asuntos con una mente sobria, armados con fe y amor. Cuando el Señor regresara, si estuvieran vivos para verlo, no serían sorprendidos como todos los demás, sino que mirarían hacia arriba con gozo y dirían: “¡Bien! Estás aquí, te hemos esperado”. Hasta entonces, dijo Pablo, “anímense unos a otros, fortalezcan los unos a los otros”. (…)”.
De todo esto trata el mensaje que surge de Daniel y Apocalipsis.
Muy interesante volver a Casey: “(…) Tener fe es lo que nos sostiene para actuar en la vida. Tenemos fe el uno en el otro, tenemos fe en Dios, tenemos fe en nosotros mismos. La fe es buena. Lo que marca la diferencia, dijo Paul Tillich, es lo que consideramos nuestra principal preocupación. La fe como entrega final está dirigida hacia lo que es último. En la teología de Tillich, ese sería Dios. Si hacemos de cualquier otra cosa que no sea Dios nuestra principal preocupación, ya sea la marcha inevitable de la historia, el progreso científico, las ideologías, las doctrinas de la iglesia o el poder económico del capitalismo, seremos traicionados, dice Tillich. “Te harán daño y te abandonarán. Te quitarán el alma si los dejas. Pero no los dejes”, cantó James Taylor. (…)”.
Es importante reenfocar la idea de las profecías de los tiempos y el final de mucho de lo que conocemos, aunque no de la historia sino de una parte de ella.
Y vincular estas cuestiones con lo que vivimos a diario.
Por eso es interesante volver a Casey: “(…) Esperanza y experiencia: esa era la tensión que vivía Camus. Es nuestra experiencia con la realidad lo que a menudo agota nuestra reserva de esperanza. Demasiadas promesas hechas, demasiadas rotas, hasta que decidamos vivir solo de lo que podemos hacer, solo de lo que podemos lograr. Eso no está mal, es mejor que darse por vencido. Pero no es suficiente.
‘La Teología de la Esperanza’, de Jurgen Moltmann, me abrió los ojos y el corazón. (…) “La tentación (…) consiste no tanto en el deseo titánico de ser como Dios, sino en la debilidad, la timidez, el cansancio, no querer ser lo que Dios requiere de nosotros”. No es el mal que hacemos, sino el bien que no hacemos lo que nos acusa. Es nuestra falta de esperanza.
Al final, mi pesimismo aún parpadea irregularmente en el fondo, pero mi esperanza surge, no obstante. Se me promete que puedo hacer todas las cosas en Cristo que me fortalece. Aún mejor es la seguridad de que su gracia es suficiente para mí. Eso debería ser suficiente.”
Aquí comienzan una serie de 7 reflexiones acerca de Daniel y Apocalipsis, que compartiremos en los próximos días.