En marzo sucede una de las efemérides más significativas de la historia del Reino de Judá: el rey Joaquín se entregó al rey Nabucodonosor, quien se lo llevó a Babilonia, iniciando el cautiverio profetizado por Jeremías. Sin duda, tiempos terribles, en medio del cumplimiento de lo anticipado por Dios, la resistencia de los judíos a…
En marzo sucede una de las efemérides más significativas de la historia del Reino de Judá: el rey Joaquín se entregó al rey Nabucodonosor, quien se lo llevó a Babilonia, iniciando el cautiverio profetizado por Jeremías. Sin duda, tiempos terribles, en medio del cumplimiento de lo anticipado por Dios, la resistencia de los judíos a aceptarlo y el significado del final del Templo de Salomón, que ocurriría poco después.
Por un lado, nadie podía quejarse. Ya lo había advertido el árabe Job, muchos años antes: “Y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo tornaré allá. Jehová dió, y Jehová quitó: sea el nombre de Jehová bendito.“
Pero otra parte, Dios mismo se lo había explicado a Jeremías:
“Entonces el SEÑOR me dijo:
—Del norte se desatará el mal sobre todos los habitantes del país. Porque he aquí que yo convoco a todas las familias de los reinos del norte, dice el Señor. Ellos vendrán, y cada uno pondrá su trono a la entrada de las puertas de Jerusalén, junto a todos sus muros alrededor y en todas las ciudades de Judá. Y proferiré mis juicios contra ellos por toda su maldad con que me abandonaron, pues ofrecieron incienso a otros dioses y se postraron ante la obra de sus propias manos.”
La teóloga especializada en Antiguo Testamento en el Seminario Fuller, Carly Crouch, deslizó esta reflexión al abordar el libro de Jeremías:
“(…) ¿Cómo le damos sentido a estos diferentes tipos de material y al hecho de que el Libro de Jeremías parece, a veces, muy caótico y desordenado? Ha habido varias formas diferentes de intentar pensar en cómo darle sentido a este libro. Pero una de las formas más interesantes de pensar sobre el desorden del libro y los sentimientos de caos ha sido reflexionar recientemente sobre la forma en que este desorden, este sentimiento caótico, podría reflejar la respuesta de la comunidad a varios tipos de trastornos y traumas. La recuperación del trauma incluye tratar de asimilar e intentar incorporar eventos y experiencias traumáticas en una historia coherente. (…)”.
El calendario
El teólogo español Teodoro Larriba Urraca escribió en 1972 un muy interesante ensayo para la revista de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra, España, que tituló “Joaquín, Rey legítimo de Judá en el destierro”.
Debe recordarse que Jeremías advertía en forma reiterada a los judíos, pese al riesgo de vida que corría, una y otra vez, que no debían oponerse a Nabucodonosor porque era un instrumento de Dios a causa de que Judá habían faltado a su compromiso con quien los había creado como nación, tal como había sucedido antes con Israel y por eso fue entregada en manos de Asiria.
Larriba menciona que “Dieciocho años tenía Joaquín cuando comenzó a reinar, y reinó tres meses en Jerusalén” (2 Reyes 24:8).
Su padre Joaquim se había rebelado contra Nabucodonosor, rey de Babilonia; las tropas de éste vinieron a Judá para reprimir la rebelión (2 Reyes 24:2). Muerto Joaquim en circunstancias misteriosas, su hijo Joaquín continuó, probablemente, la rebelión. Envió Nabucodonosor sus servidores contra Jerusalén y pusieron sitio a la ciudad. Poco después vino también el mismo Nabucodonosor (2 Reyes 24:10-11).
Entonces Joaquín se entregó “al rey de Babilonia con su madre, sus servidores, sus jefes y sus funcionarios” (2 Reyes 24:12) el segundo día del mes de Adar del 7mo. año de Nabucodonosor = 15/16 de Marzo del año 597 a. C..
El rey y su familia fueron deportados a Babilonia, junto con todos los hombres de importancia (2 Reyes 24:14-16 según la costumbre de Asiria y Babilonia. No olvidar que ambos reinos tuvieron un comienzo en común. Esta deportación tuvo lugar “el 8vo. año” de Nabucodonosor (2 Reyes 24:12). Un año de diferencia. Nabucodonosor “puso por rey, en lugar de Joaquín, a Matanías, su tío, cambiándole el nombre por el de Sedequías” (2 Reyes 24:17).
Pero, se pregunta Larriba, “¿fue considerado Sedecías como rey de Judá “de iure”, o solamente “de facto” como un regente de su sobrino? (…)”.
Éste es el interrogante que movilizó al teólogo, y su relato permite aproximarse a Joaquín. Si bien hay diversas monografías y ensayos que afirman que Sedequías fue el último rey de Judá, Larriba fundamentó por qué motivo Joaquín fue el último rey de Judá.
Los argumentos
Para comenzar, la subida al trono presuponía una elección divina, aún
en Judá, donde se observó siempre el principio dinástico. Sedequías había sido designado por Nabucodonosor, que podía ser un instrumento de Jehová para un tiempo y espacio pero no era Jehová.
Hay un dato que no es menor: Joaquín se entregó a Nabucodonosor, y más allá de sus circunstancias, era la voluntad de Jehová manifestada por Jeremías, y al final fue recompensado por ello. Jerusalén no fue arrasada en ese momento sino años después, cuando el monarca designado por los caldeos, Sedequías, rompió su juramento por Dios y se levantó contra Nabucodonosor, y que llevado a Babilonia sin ojos, donde Joaquín llegó a vivir en libertad.
Para los egipcios, hititas y asirios, el sucesor era generalmente el primogénito. Y, como norma, también lo fue en Judá. Solamente tenemos la excepción de Salomón (1 Reyes 1:17-20, 27, 30) y, tal vez, la de Abías, hijo de Maacha, que no fue la primera mujer de Roboán (2 Crónicas 11:18-22). Sin embargo, en el caso de Salomón, Adonías, su hermano mayor, esperaba el reino (1 Reyes 2:15-22) y contaba con partidarios (1 Reyes 2:5-9 y 22).
El caso de Joacaz, tío de Joaquín, parece constituir una excepción. Los datos bíblicos nos dan a Joaquim como hijo primogénito de Josías (2 Reyes 23:31-36). Sin embargo reinó primero su hermano Joacaz sin ninguna oposición. Tal vez porque el primogénito fue Joacaz. El actual texto bíblico (2 Reyes 23:36) hace a Joaquim de 25 años, cuando subió al trono, o sea alrededor de dos años mayor que Joacaz, a quien sucedió. Sin embargo es difícil mantener el número 25, porque, entonces, habría nacido Joaquim cuando Josías no tenía más que 14 años (2 Reyes 22:1). Y esto no parece normal ni siquiera en Palestina.
Cuando nació Joacaz, según los datos bíblicos dados, tendría Josias 16 años, edad entonces normal para el nacimiento del primogénito.
En la hipótesis, fundada, de que Joacaz fuese el primogénito, el desarrollo histórico de sucesión sería: “Veintitrés años tenía Joacaz cuando comenzó a reinar, y reinó tres meses en Jerusalén” (2 Reyes 23:31).
“El Faraón Necao le encadenó en Ribla, en tierra de Jamat, y lo destronó… y lo llevó a Egipto, donde murió” (2 Reyes 23:33-34).
Después, reinó once años su hermano Joaquim, que, naturalmente, sería considerado por el pueblo como regente de Joacaz, hasta la muerte de éste en Egipto.
La Biblia no hace mención alguna de hijos de Joacaz. Por eso, a la muerte de Joaquim subió al trono, por derecho propio, su hijo Joaquín. Y al ser desterrado éste por Nabucodonosor, a los tres meses de reinado, el pueblo tendría en Sedequías como un regente de su sobrino.
Los higos
Jeremías (27:20) habla de la deportación de los notables del reino y del rey Joaquín. Después, en la carta que envía a los desterrados, desde Jerusalén a Babilonia, les manda construir casas y habitarlas, plantar huertos, casar sus hijos e hijas y multiplicarse (Jeremías 29:4-7).
Los designios de Yahweh para con los desterrados; son “planes de bienestar y no de mal, para darles porvenir y esperanza” (Jeremías 29:11). Cuando los desterrados busquen a Yahweh de todo corazón “Me dejaré hallar de ustedes, dice el SEÑOR, y los restauraré de su cautividad. Los reuniré de todas las naciones y de todos los lugares a donde los he expulsado, dice el Señor. Y los haré volver al lugar de donde hice que los llevaran cautivos” (Jeremías 29:13-14).
Para el profeta, la esperanza está en Babilonia, allí está “el pueblo” en medio de los otros pueblos con su rey prisionero.
Esta mentalidad de Jeremías respecto a Sedequías y a Joaquín se esclarece con la parábola de los higos (Jeremías 24:1-10).
"Después que Nabucodonosor, rey de Babilonia, había llevado cautivos a Joaquína hijo de Joacim, rey de Judá, a los magistrados de Judá, a los artesanos y a los herreros, de Jerusalén a Babilonia, el Señor me mostró una visión: He aquí, dos canastas de higos estaban puestas delante del templo del Señor. Una de las canastas tenía higos muy buenos, como brevas; la otra canasta tenía higos muy malos, tan malos que no se podían comer. Y el Señor me dijo: —¿Qué ves, Jeremías? Yo dije: —Higos. Higos buenos, muy buenos; e higos malos, muy malos, tan malos que no se pueden comer. Entonces vino a mí la palabra del Señor, diciendo: —Así ha dicho el Señor Dios de Israel: Como a estos higos buenos, así consideraré, para bien, a los que fueron llevados cautivos de Judá, a quienes eché de este lugar a la tierra de los caldeos. Pondré mis ojos sobre ellos, para bien, y los haré volver a esta tierra. Los edificaré y no los destruiré; los plantaré y no los arrancaré. Les daré un corazón para que me conozcan, pues yo soy el Señor. Ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios, porque volverán a mí de todo corazón. »Porque así ha dicho el Señor: Como con los higos malos, que por ser tan malos no se pueden comer, así procederé con Sedequías rey de Judá, con sus magistrados, con el remanente de Jerusalén que ha sido dejado en esta tierra y con los que habitan en la tierra de Egipto, para mal. Y haré que ante todos los reinos de la tierra sean objeto de espanto, de oprobio, de refrán, de burla y de maldición en todos los lugares adonde yo los empuje. Y enviaré sobre ellos la espada, el hambre y la peste, hasta que sean exterminados de sobre el suelo que les di a ellos y a sus padres". Los higos buenos son Joaquín y los desterrados. También hay dos reyes. Tal como en 1:3 aparece el reconocimiento a Sedequías concedido por Nabucodonosor pero para mal porque el Señor está con Joaquín en tierra de los caldeos. Si no se entiende esto, no es posible comprender por qué Dios permitió aquel mal a Jerusalén. Ezequiel, en sus datos cronológicos frecuentes, pone como punto de partida el año de la cautividad (597 a. C.), cuando el rey Joaquín, con los notables de Judá y su familia, fue llevado a Babilonia. Esto demuestra que en ese año comenzaba una nueva Era: la del rey Joaquín. Expresamente Ezequiel pone en uno de los datos de su cronología el año de la cautividad del rey Joaquín: "el día quinto del mes del año quinto de la cautividad del rey Joaquín…" (Ezequiel 1:2). Con este modo de computar coinciden 2 Reyes 25:27 y Jeremías 52:31: "el año treinta y siete de la cautividad de Joaquín, rey de Judá".
La esperanza
El libro 2da. de los Reyes termina así: “El año treinta y siete de la cautividad de Joaquín, rey de Judá, el día veintisiete del duodécimo mes, Evil Merodac, rey de Babilonia, el año primero de su reinado, alzó la cabeza de Joaquín, rey de Judá, y le sacó de la prisión. Le habló con benevolencia y puso su trono por encima de los tronos de los reyes que con él estaban en Babilonia. Le hizo quitar sus vestidos de preso, y ya siempre comió a su mesa todo el tiempo de su vida. El rey proveyó constantemente a su mantenimiento todo el tiempo de su vida” (2 Reyes 25:27-30).
El autor del libro de los Reyes ha querido terminar su obra, narrando este hecho, que es un rayo de esperanza después de las catástrofes descritas inmediatamente antes: cautividad de Joaquín y los notables del reino (24: 10-17), destrucción de la ciudad y del templo, nueva deportación y muerte de los sacerdotes, eliminación de los hijos de Sedequías, a quien le quitaron sus ojos (25:1-21), asesinato de Godolías, única esperanza aparente, y huida del resto del pueblo a Egipto (25:22-26).
Yahweh había prometido a David, por medio de Natán, la permanencia de su dinastía: “permanente será tu casa para siempre ante mi rostro, y tu trono estable por la eternidad” (2 Samuel 7:16).
La promesa de Yahweh sigue en pie y el último de los descendientes de David nombrado por el autor de Reyes termina sentado en “su trono“. Sentarse sobre el trono era sinónimo de comenzar a reinar (1 Reyes 16:11). Así termina la historia de los reyes de Judá.
En el Nuevo Pacto no habría monarcas terrenales, recuperándose el liderazgo del Señor directamente, tal como durante el Éxodo. Pero antes de todo eso, Joaquín es reivindicado como depositario de la promesa de Dios a David. Las expresiones de los últimos versículos nos dan a entender que Joaquín es considerado por Evil Meroda, hijo de Nabucodonosor, como un verdadero rey, ciertamente en circunstancias muy especiales, ya que se trata de un rey en país extraño.
Teodoro Larriba recuerda que del modo como presentan estos textos a Joaquín y de las asignaciones que se le hacen, “concluímos que no fue considerado como un prisionero de guerra ordinario, sino que gozó de un trato correspondiente a su rango; más aún, que fue considerado como verdadero rey. Como tal es nombrado explícitamente en los textos. Se le llama ‘sarru’ = rey.”
La distribución de raciones significa indudablemente que Joaquín era libre en Babilonia; no estaba en prisión.
El Castillo del Sur
Esta realidad es posible profundizar en los textos cuneiformes referentes a Joaquín, que se encuentran actualmente en un Museo de Berlín, hallados en las excavaciones realizadas por los alemanes (1899-1912).
Sobre ellos escribió el asiriólogo Ernst Friedrich Weidner en 1939. Dichos textos fueron encontrados en un subterráneo del Castillo del Sur (Palacio de la Ciudad) de Nabucodonosor, cerca de la famosa Puerta de Istar.
En este sótano del ángulo nordeste del Castillo había alrededor de 40 departamentos. Ya Robert Johann Koldewey, famoso por su excavación en profundidad de la antigua Babilonia, sospechaba, antes de ser descubiertos los textos, que este sótano servía de almacén de provisiones.
Todas estas personas suman más de mil, a las que hay que añadir los miembros de la familia real (2 Reyes 24:12-15). A este número corresponde el colosal complejo de construcción que ofrece el Castillo de la ciudad excavado.
Weidner ha propuesto que todos estos especialistas, que nombran los textos de suministro, son aquellos deportados de que habla 2 Reyes 24:15. Serían especialistas al servicio del rey de Judá, quienes ahora en Babilonia ejercerían su especialidad en las grandes construcciones de Nabucodonosor II.
El encarcelamiento de Joaquín es un misterio. Provoca especulaciones.
Quizás tuvo que ver con algún acontecimiento similar al del falso profeta Ananías, hijo de Azur (28:1-4).
En definitiva, Joaquín era considerado como rey legítimo en Babilonia no sólo por los judíos desterrados sino también por los mismos babilonios. Tal vez éstos guardaban en reserva a Joaquín para una restauración en el poder, si las circunstancias lo requerían. Pero también es especulación.