Un método bíblico para lograr cambios exitosos se registró en la carta a los Romanos, particularmente en el capítulo 7. El bien que quiero Aumentar el tiempo de descanso, incorporar ejercicio en las rutinas diarias, modificar la alimentación por una más saludable o incluso abandonar una dependencia, son algunas de las consigas que muchos se…
Un método bíblico para lograr cambios exitosos se registró en la carta a los Romanos, particularmente en el capítulo 7.
El bien que quiero
Aumentar el tiempo de descanso, incorporar ejercicio en las rutinas diarias, modificar la alimentación por una más saludable o incluso abandonar una dependencia, son algunas de las consigas que muchos se fijan aunque sin éxito a largo plazo.
Los intentos se frustran y las metas se vuelven inalcanzables luego de probar toda clase de recursos, ya que siempre resulta más atractivo aquello que se alinea a los gustos personales. El problema de fondo es, entonces, modificar la escala de afinidades.
Este ciclo constante se asemeja en gran manera a la vida de pecado:se prueba lo malo por primera vez, luego se repite una y otra más hasta acostumbrarse y finalmente perder el gusto por lo que es bueno.
El apóstol Pablo expresó este dilema perfectamente en el libro de Romanos:
“Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.
Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.
Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí.
Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios;
pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.
¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?
Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado”.
Romanos 7:19-25
Entre el hombre interior y el del cuerpo
El fragmento bíblico comprendido en Romanos 7 ha sido arena de debates entre múltiples comentaristas. Principalmente se discute si la experiencia relatada por Pablo fue antes o después de su conversión.
Lo cierto es queel interés del apóstol fue dejar en claro la realidad de la lucha entre la voluntad propia y el pecado.Incluso repite y amplía sus conclusiones inspiradas a lo largo de todo el capítulo, como por ejemplo el paralelismo entre el versículo 15 y el 19, o el 17 con el 20.
Sus definiciones acerca del hombre interior y el del cuerpo aclaran el tema:
- El hombre interior: también lo llama la ley de la mente o de la razón. Su interés no es desentenderse de sus responsabilidades respecto a decidir por lo bueno o lo malo, sino que busca demostrar que el pecado tiene más poder que él por sí mismo. Aunque redoble los esfuerzos, el mal siempre va a ser más rápido en aprovechar los descuidos. Es bajo esta misma cosmovisión que entiende a sus logros, no como metas alcanzadas únicamente por su propia voluntad, sino por “la gracia de Dios conmigo” (1 Corintios 15: 10).
Sin embargo, el autor marca una oposición en el versículo 23 cuando aclara que ve “otra ley en mis miembros”. La palabra “otros” deriva del término griego héteros y expresa, no sólo una simple distinción sino un contraste con “la ley del pecado“.
De la misma forma, la frase “se rebela contra” proviene del griego antistratéuomai que literalmente figura una lucha campal militar entre ambas leyes en oposición.
- El hombre del cuerpo: es la carne la sede del pecado, donde actúa la ley que ocasiona la muerte. No condena lo físico como esencialmente malo sino como aquello que debe ser ofrecido a Dios (Romanos 12:1) para liberarse del mal.
Una conciliación
Pablo sabe que aquella oposición entre las dos leyes es sólo una parte de su experiencia en el proceso de conocer a Dios. Por eso el relato no termina allí sino que también explica cuál es la posibilidad de conciliación entre ambas.
A sí mismo se ve miserable e indefenso en el medio del conflicto que posiciona al hombre entre lo bueno y lo malo. Pero en ese mismo sitio de desamparo encuentra la respuesta que necesita,“¿quién me librará?”.
He aquí el punto cúlmine de todo el capítulo siete y también del libro de Romanos, ¿existe alguna tregua en aquella contienda? ¿Puede haber libertad en la ley interior?
Ni la fuerza de voluntad en sí misma, ni el poder del intelecto, ni la influencia de la conciencia son las respuestas sino únicamente “Jesucristo Señor nuestro”,la buena nueva del evangelio.
No existe esfuerzo para obedecer la ley que sea suficiente para suplantar la entrega de las propias deficiencias a Aquel que puede completarlas. Una obediencia legalista de los mandamientos cede su lugar a una libertad plena, que surge desde la abnegación.
Cómo cambiar exitosamente
¿Qué aporta el relato de Pablo sobre su enfrentamiento con el pecado a una persona del siglo XIX que ha fracasado en el intento de cambiar sus hábitos?
Además de la determinación personal acerca de lo que se debe hacer, el apóstol demuestra que el auxilio de Dios es imprescindible, hasta en metas aparentemente insignificantes.
“Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera;
respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí.
Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré mas bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo”.
2 Corintios 12:7-9
Luego de afirmar en el versículo 25 de Romanos 7 que es “Jesucristo Señor nuestro” la conciliación entre sus impulsos y lo que quiere hacer, Pablo vuelve a aclarar que con la mente sirve a la ley de Dios pero con la carne a la del pecado.
Los comentaristas debaten por qué vuelve a mencionar el dilema luego de haberlo resuelto. Algunos interpretan que la expresión de agradecimiento a Dios no es la respuesta a la pregunta “¿quién me librará?” sino un paréntesis dentro del desarrollo del tema del hombre carnal y el interior.
Pero otra explicación ampliamente difundida alega que al aclarar “yo mismo” estáargumentando que cada vez que se aleja de Dios y busca obedecer por sus propios esfuerzos, fracasa nuevamente.
De esta forma, el escritor de Romanos resalta que sin la colaboración divina en la vida los propósitos se malogran, no sólo respecto al pecado sino también ante todo desafío que se afronte.