En el istmo que conecta el Peloponeso y la Grecia continental, la actual Corinto fue construída rodeada por la llanura costera Vocha al oeste, las montañas Gerania al este, las montañas Oneia al sur y las comunidades Velo-Vocha, Nemea, Argos-Micenas, Nauplia, Epidauro y Loutraki Agii Theodori. Su clave estratégica era el Diolkos, una antigua ruta…
En el istmo que conecta el Peloponeso y la Grecia continental, la actual Corinto fue construída rodeada por la llanura costera Vocha al oeste, las montañas Gerania al este, las montañas Oneia al sur y las comunidades Velo-Vocha, Nemea, Argos-Micenas, Nauplia, Epidauro y Loutraki Agii Theodori.
Su clave estratégica era el Diolkos, una antigua ruta de surcos y transporte terrestre que permitía transportar los barcos a través del istmo de Corinto, del Golfo de Corinto (Mar Jónico) a Golfo Sarónico (Mar Egeo), o al revés, evitando la peligrosa circunnavegación del Peloponeso, en especial el Cabo Malea, tan temido por sus fuertes tormentas.
La actual Corinto, a 78 kilómetros al oeste de Atenas, está rodeada, en el sentido de las agujas del reloj, por Lechaio, Isthmia, Kechries, Examilia y la antigua Corinto, ciudad-estado que se remontaba a principios del siglo VIII a. C., comandada por la familia Bacchiad, más tarde por Cypselus y su hijo Periandro, conocidos como los Tiranos.
Luego ocurrió la alianza con Esparta dentro de la Liga del Peloponeso, el divorcio de Esparta, la Liga Aquea y en 146 a. C., Corinto fue completamente saqueada y destruida por el ejército romano. Reconstruida en el 44 a.C., fue la capital administrativa de la provincia de Acaya, la ciudad que conoció el apóstol Pablo, destruida por un terremoto en 1858 d.C.. Otra vez reconstruida, fue devastada por un incendio en 1928 d.C. Nuevamente reconstruida, en 1933 ocurrió otra vez un gran incendio. No obstante hoy hay una Corinto.
La sociedad
La 1ra. Epístola a los Corintios fue escrita por Pablo de Tarso, desde la ciudad de Éfeso, como carta a la comunidad cristiana en la ciudad.
Eran días cerca de la Pascua del año 54 d.C. y Pablo realizaba un viaje misionero que ya llevaba tres años, y se proponía visitar Macedonia para más tarde regresar a Corinto.
En Éfeso recibió consultas de los cristianos corintios, quizás a través de Estéfanas, Fortunato y Acaico.
El apóstol le escribió a una iglesia multirracial y policlasista formada por judíos y gentiles, esclavizados y libres, a quienes Pablo les advirtió que sus reuniones “hacen más mal que bien” porque su Cena del Señor había reforzado las divisiones socioeconómicas entre ellos. Algunos comieron demasiado. Otros no tenían nada en absoluto.
“En primer lugar, oigo decir que cuando se reúnen como iglesia hay divisiones entre ustedes, y hasta cierto punto lo creo. Sin duda, tiene que haber grupos sectarios entre ustedes, para que se demuestre quiénes cuentan con la aprobación de Dios. e hecho, cuando se reúnen, ya no es para comer la Cena del Señor, porque cada uno se adelanta a comer su propia cena, de manera que unos se quedan con hambre mientras otros se emborrachan. ¿Acaso no tienen casas donde comer y beber? ¿O es que menosprecian a la iglesia de Dios y quieren avergonzar a los que no tienen nada? ¿Qué les diré? ¿Voy a elogiarlos por esto? ¡Claro que no!.”
1ra. Corintios 11:18-22
Michael J. Rhodes explica, en un artículo publicado en la revista ‘Studies in Christian Ethics’ (Estudios en ética cristiana) -un artículo que tituló ‘Organizar las sillas en la comunidad amada’, reproducido en Christianity Today-, que para comprender la crítica de Pablo, debemos considerar la forma en que funcionaban las comidas dentro de la sociedad corintia. La ciudad tenía una jerarquía definida, una escala social y económica concreta. La posición de una persona en esa escala dependía de su capital social.
Obtener una de estas etiquetas facilitaba obtener las oportunidades económicas y la red social de la que podría depender su supervivencia.
En Corinto, las comidas comunales proporcionaron una forma importante para que las personas reclamaran su lugar en la escalera o incluso ascendieran un peldaño.
Pero Pablo declara que tal comportamiento no debía tener lugar en la comunidad cristiana.
“Hermanos, consideren su propio llamamiento: No muchos de ustedes son sabios, según criterios meramente humanos; ni son muchos los poderosos ni muchos los de noble cuna. Pero Dios escogió lo insensato del mundo para avergonzar a los sabios, y escogió lo débil del mundo para avergonzar a los poderosos. También escogió Dios lo más bajo y despreciado, y lo que no es nada, para anular lo que es, a fin de que en su presencia nadie pueda jactarse.”
1ra. Corintios 1:26-29
El cuerpo
Pablo no se propone disolver esa iglesia multirracial y policlasista, ni reducir el papel que juega la comida en su vida comunitaria sino que les exige “darse la bienvenida unos a otros” en la forma en que festejan.
“Así que, hermanos míos, cuando se reúnan para comer, espérense unos a otros. Si alguno tiene hambre, que coma en su casa, para que las reuniones de ustedes no resulten dignas de condenación.”
1ra. de Corintios 11:33-34
Rhodes, conferencista del Antiguo Testamento en Carey Baptist College y pastor asistente en Downtown Church, una iglesia multiétnica en Memphis, explica: “En la jerga de la hostelería, el verbo griego traducido como ‘esperar’ puede referirse a dar la bienvenida a alguien, de manera similar a como podríamos hablar de alguien en el negocio de la hostelería que ‘sirve’ en las mesas. ¿Cómo sería que la iglesia de Corinto “se recibiera unos a otros”?“
Esto se refuerza poco después, cuando les recuerda que, aunque son una congregación étnica y económicamente diversa, cada individuo es miembro del único cuerpo de Cristo. Los diversos miembros usan sus diversos dones para el bien de todos.
El fragmento es impactante y vale la pena leerlo completo:
“Ahora bien, el cuerpo no consta de un solo miembro, sino de muchos. Si el pie dijera: «Como no soy mano, no soy del cuerpo», no por eso dejaría de ser parte del cuerpo. Y, si la oreja dijera: «Como no soy ojo, no soy del cuerpo», no por eso dejaría de ser parte del cuerpo. Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿qué sería del oído? Si todo el cuerpo fuera oído, ¿qué sería del olfato? En realidad, Dios colocó cada miembro del cuerpo como mejor le pareció. Si todos ellos fueran un solo miembro, ¿qué sería del cuerpo? Lo cierto es que hay muchos miembros, pero el cuerpo es uno solo.
El ojo no puede decirle a la mano: «No te necesito». Ni puede la cabeza decirles a los pies: «No los necesito». Al contrario, los miembros del cuerpo que parecen más débiles son indispensables, y a los que nos parecen menos honrosos los tratamos con honra especial. Y se les trata con especial modestia a los miembros que nos parecen menos presentables, mientras que los más presentables no requieren trato especial. Así Dios ha dispuesto los miembros de nuestro cuerpo, dando mayor honra a los que menos tenían, a fin de que no haya división en el cuerpo, sino que sus miembros se preocupen por igual unos por otros. Si uno de los miembros sufre, los demás comparten su sufrimiento; y, si uno de ellos recibe honor, los demás se alegran con él.”
1ra. Corintios 12:14-27
Rhodes: “Dios presta atención a dónde se encuentran las personas en la jerarquía social, pero solo para privilegiar a quienes están en la parte inferior. Debido a esto, Pablo llama a la iglesia a que se den la bienvenida unos a otros en formas que encajen con este acuerdo contracultural. Al abstenerse de privilegiar a los socialmente poderosos y al otorgar activamente un honor especial a los socialmente marginados, los corintios se reunirían para mejor, en lugar de para peor.”
Los desafíos
Había más problemas en la comunidad de Corinto, y Pablo lo expresa en 11:34: “Las demás cosas las pondré en orden cuando vaya”.
Por ejemplo, la cuestión de la resurrección, que Pablo expone con precisión:
“Ahora bien, si se predica que Cristo ha sido levantado de entre los muertos, ¿cómo dicen algunos de ustedes que no hay resurrección? Si no hay resurrección, entonces ni siquiera Cristo ha resucitado. Y, si Cristo no ha resucitado, nuestra predicación no sirve para nada, como tampoco la fe de ustedes. Aún más, resultaríamos falsos testigos de Dios por haber testificado que Dios resucitó a Cristo, lo cual no habría sucedido si en verdad los muertos no resucitan. Porque, si los muertos no resucitan, tampoco Cristo ha resucitado. Y, si Cristo no ha resucitado, la fe de ustedes es ilusoria y todavía están en sus pecados. 18 En este caso, también están perdidos los que murieron en Cristo. Si la esperanza que tenemos en Cristo fuera solo para esta vida, seríamos los más desdichados de todos los mortales.”
1ra. de Corintios 15:12-19
Quizás en el centro de la escena estaba, tal como sucede con frecuencia, el ego, la vanidad, la ausencia de amor, que provoca divisiones:
“Les suplico, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que todos vivan en armonía y que no haya divisiones entre ustedes, sino que se mantengan unidos en un mismo pensar y en un mismo propósito. Digo esto, hermanos míos, porque algunos de la familia de Cloé me han informado que hay rivalidades entre ustedes. Me refiero a que unos dicen: «Yo sigo a Pablo»; otros afirman: «Yo, a Apolos»; otros: «Yo, a Cefas»; y otros: «Yo, a Cristo».
¡Cómo! ¿Está dividido Cristo? ¿Acaso Pablo fue crucificado por ustedes? ¿O es que fueron bautizados en el nombre de Pablo? Gracias a Dios que no bauticé a ninguno de ustedes, excepto a Crispo y a Gayo, de modo que nadie puede decir que fue bautizado en mi nombre. Bueno, también bauticé a la familia de Estéfanas; fuera de estos, no recuerdo haber bautizado a ningún otro.”
1ra. de Corintios 1:10-16
Pero el asunto era complejo.
Óscar López, presidente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en España, escribió en la Revista Adventista: “Corinto tenía un gran puerto marítimo al que acudían marineros del mundo entero atraídos no solo por el comercio, sino también por los placeres sexuales que las prostitutas sagradas de Afrodita brindaban a sus visitantes. En esa ciudad marítima y próspera fundó Pablo una iglesia cristiana. Ser cristiano en una ciudad así requiere y exige ajustes constantes. Es un terreno familiar para muchos de nosotros. Creyentes en un ambiente hostil. En el caso de Corinto, una iglesia cristiana en un territorio idólatra.”
Un avance de esto aparece un poco más adelante:
“Es ya del dominio público que hay entre ustedes un caso de inmoralidad sexual que ni siquiera entre los paganos se tolera, a saber, que uno de ustedes tiene por mujer a la esposa de su padre. ¡Y de esto se sienten orgullosos! ¿No debieran, más bien, haber lamentado lo sucedido y expulsado de entre ustedes al que hizo tal cosa?“.
1ra. de Corintios 5:1-2
La solidaridad
Óscar López, en su artículo ‘A una Iglesia pecular, una Carta espectacular’, señala: “En una ciudad como Corinto donde la religión consistía en prostituirse y donde las heteras exhibían sus cualidades y habilidades como damas de compañía, Pablo dice que el hecho de que uno conviva con la mujer de su padre es indigno, incluso, del mundo gentil. El problema no es el delito, sino la hipocresía del que lo comete. No hay pecados más o menos graves, hay actitudes más o menos condenables.
(…) Pablo no señala hacia afuera, sino que mira hacia adentro. A muchos cristianos les gusta hablar de la inmoralidad del mundo. Hay un sentimiento de bienestar cuando hablamos de lo mal que hacen los demás las cosas. Nos sentimos bien, protegidos, especiales y mejores cuando vemos lo inmorales que son los demás. Pero Pablo afirma lo siguiente: “No me refiero a que os apartéis de los inmorales de este mundo… más bien os escribo para que no os juntéis con aquellos que, llamándose hermanos, sean inmorales, avaros, idólatras, maldicientes, borrachos o ladrones” (1ra. Corintios 5:10-11).
Pablo insiste en un Jesús que trasciende lo sociocultural. Y reclama la necesidad de permanecer en ese modelo:
“Los judíos piden señales milagrosas y los gentiles buscan sabiduría, mientras que nosotros predicamos a Cristo crucificado. Este mensaje es motivo de tropiezo para los judíos, y es locura para los gentiles, pero para los que Dios ha llamado, lo mismo judíos que gentiles, Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios. Pues la locura de Dios es más sabia que la sabiduría humana, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fuerza humana.”
1ra. de Corintios 1:22-25
Hay tres reflexiones más de Pablo que ayudan a romper fronteras y reconocerse en el otro, en los tiempos de crisis socioeconómica para muchos, y sociocultural para otros, o para todos:
- En 8:1-2: “En cuanto a lo sacrificado a los ídolos, es cierto que todos tenemos conocimiento. El conocimiento envanece, mientras que el amor edifica. El que cree que sabe algo, todavía no sabe como debiera saber. Pero el que ama a Dios es conocido por él.”
- En 10:23-24: “«Todo está permitido», pero no todo es provechoso. «Todo está permitido», pero no todo es constructivo. Que nadie busque sus propios intereses, sino los del prójimo.”
- En 10:31-33: “En conclusión, ya sea que coman o beban o hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios. No hagan tropezar a nadie, ni a judíos, ni a gentiles ni a la iglesia de Dios. Hagan como yo, que procuro agradar a todos en todo. No busco mis propios intereses, sino los de los demás, para que sean salvos.”