por ELIZABETH MAIER Pañuelos verdes, violetas, celestes y de toda gama de colores se levantan para instaurar sus opiniones sobre la posición de la mujer y la deuda histórica que tiene la sociedad hacia sus derechos. En el ambiente reina cierta susceptibilidad y tensión. Ante eso, muchas iglesias y sus feligresías han preferido mantener un…
por ELIZABETH MAIER
Pañuelos verdes, violetas, celestes y de toda gama de colores se levantan para instaurar sus opiniones sobre la posición de la mujer y la deuda histórica que tiene la sociedad hacia sus derechos.
En el ambiente reina cierta susceptibilidad y tensión. Ante eso, muchas iglesias y sus feligresías han preferido mantener un silencio cauteloso, mientras que otras no toleran el cambio en las reglas que rigen la sociedad y salen a defender sus cosmovisiones.
Antes de desplegar un argumento más acerca de la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo, quien escribe esta columna siente la necesidad de definirse: mujer, cristiana y con plena consciencia feminista acerca de la necesidad de redefinir el rol de la mujer luego de siglos de degradación.
Gajes de la democracia
El Proyecto de Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) fue presentado por primera vez en 2007 en el Congreso de la Nación Argentina y en otras siete veces consecutivas en los años posteriores. Recién en 2018 fue tratado, aunque rechazado cuando 38 senadores votaron en contra y 31 a favor (más 2 abstenciones y 1 ausencia).
La Campaña Nacional por el Derecho al Aborto legal, Seguro y Gratuito define quiénes la componen:
“En la actualidad cuenta con la adhesión de 305 grupos, organizaciones y personalidades vinculadas a organismos de derechos humanos, de ámbitos académicos y científicos, trabajadoras/es de salud, sindicatos y diversos movimientos sociales y culturales”.
En contraposición también se formó la Unidad Provida, y pelea su lugar en el debate público:
“Somos una red de más de 150 organizaciones que promovemos el derecho a vivir de la mujer y del niño por nacer. El aborto legal es un fracaso social. Destruye a una mujer, termina con la vida de un niño y nos hace a todos más inhumanos. Nos unimos para defender el derecho a vivir de todos los argentinos, para que nadie deba sufrir o morir por el aborto. Porque todo ser humano tiene derecho a vivir”.
Lejos de ignorar que dentro de la agrupación en contra de la interrupción legal hay quienes no se reconocen religiosos, basta con esbozar sus criterios fundamentales para alertar los criterios mayormente católicos apostólicos romanos, con respaldo de un importante abanico de devotos evangélicos, que rigen su posición.
Hasta aquí la democracia celebra la diversidad y la manifestación de los diferentes posicionamientos frente a una medida que cambiaría para siempre el sistema legal, de salud y social de la Argentina.
Jurguen Habermas, uno de los más importantes pensadores de la historia y gran defensor de la democracia, definió al espacio público de debate como una esfera ideal con el fin del consenso:
“La entrada está fundamentalmente abierta a todos los ciudadanos. En cada conversación en la que los individuos privados se reúnen como público se constituye una porción de espacio público. […] Los ciudadanos se comportan como público, cuando se reúnen y conciertan libremente, sin presiones y con la garantía de poder manifestar y publicar libremente su opinión, sobre las oportunidades de actuar según intereses generales”.
Aceptar el contrato democrático implica aceptar las reglas de juego. El Estado democrático tiene la responsabilidad de proporcionar los medios para la libre expresión de la opinión pública, sin acuerdos económicos que la condicionen ni preferencias religiosas que la determinen.
Llegado este punto, cabe preguntarse,
- ¿por qué los parámetros de moralidad de un sector de la sociedad regirían para la totalidad?
- ¿en qué medida es conveniente que el Estado rija con moralidad cristiana?
Supuestos
Un supuesto fundamental: quien esto escribe no es el parámetro de la moral ni de la ética ni de la ley. Tampoco la única embajadora de Dios en el mundo, con todas las implicancias que conlleva no apropiarse de dicho título.
Si bien una persona puede tener firmes convicciones morales y buscar agradar a Dios por sobre todas las cosas, también debe reconocer y aceptar que las sociedades del siglo XXI no soportan ningún comportamiento con impronta medieval.
EUn conciliador entre el empirismo y racionalismo, y creador del concepto de ilustración como principio rector de la modernidad, Immanuel Kant, definió:
“El derecho es el conjunto de condiciones que permiten a la libertad de cada uno acomodarse a la libertad de todos”.
Una pregunta puede ser más iluminadora que una aseveración. ¿Es posible que el debate sea explicado en parte por la intolerancia de los grupos religiosos tradicionales hacia la pérdida de su poder sobre la sociedad, en términos de ética y moralidad?
Separación iglesia y Estado
El Estado argentino es laico. ¿Es laico el Estado argentino?
En la Constitución Nacional Argentina, no hay dudas, ni el Presidente de la Nación tiene la obligación ya de ser católico; ni la educación pública, ni ninguna institución estatal debe regirse según la moralidad católica.
Sin embargo, la lista de contradicciones entre lo que dicta la norma y lo que sucede en la cotidianeidad es extensa. Empezando por el sostén económico de parte de la Nación a los clérigos católicos apostólicos romanos… al menos hasta que ocurrió el rechazo de la Ley de Interrupción Legal del Embarazo.
¿Cómo se posicionan cristianos que no acostumbran vociferar su posición, tales como los adventistas del 7mo. Día en los nuevos tiempos de grieta entre los religiosos y los que defienden la laicidad del Estado?
El doctor Juan Martín Vives, en el artículo “Cristianos con visión en túnel” publicado en la página Adventista afirma:
“Por supuesto que los cristianos podemos sentirnos válidamente preocupados por varias tendencias sociales actuales. Están en auge posiciones sobre la moral, la familia, la sexualidad humana, el comienzo y el final de la vida, que sutil o abiertamente contradicen nuestra cosmovisión basada en la Biblia. Sin embargo, es necesario entender que serán muchas las ocasiones en que los estándares que defina la sociedad no coincidan con los que sostenemos como cristianos. Esta brecha, que en mayor o menor medida ha existido siempre, seguramente de aquí adelante será cada vez más amplia. En cualquier caso, el modo de cerrarla no es pretender que la legislación fuerce a todos a actuar conforme con nuestras convicciones, sino persuadir a la mayor cantidad posible de personas con nuestra palabra y nuestro ejemplo”.
En este contexto, en el que la ley aún contempla en cierta medida la libertad de las minorías religiosas para que no se les impongan creencias de otras denominaciones mayoritarias, ¿por qué revertir el camino, buscando atribuirle principios cristianos a la ley?
El plan original de Dios consideraba la existencia de un mundo perfecto, armónico y gobernado en conexión plena con la divinidad. Sin embargo, no sólo tuvo que haber un plan B, sino C, D, etc. etc. etc.
Negar los rasgos que describen al mundo actual, intentando volver hacia las políticas medievales, no tiene lugar en la democracia vigente hoy. Y eso es lo que deberían festejar las minorías religiosas.
Cuando el Hijo de Dios descendió a la Tierra, arrojó claridad sobre el vínculo entre los gobernantes y sus convicciones. Los fariseos y los herodianos buscaban entramparlo a través de la pregunta: “¿Es lícito dar tributos al cesar o no?”.
“Lícito” puede traducirse también como legal, es decir, la pregunta que estos grupos le hicieron puede interpretarse como: ¿es teológicamente legal dar tributo al César?
Las opciones que ofrecían para responder eran sí o no. Ambas respuestas conllevarían sus consecuencias y a un grupo agradaría y el otro tendría un motivo para acusarlo. Pero Él respondió:
“Dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.
Jesús, tal como en tantas otras ocasiones, sorprendió a los presentes erigiendo una 3ra. opción: establece una separación entre la Iglesia y el Estado.
La 3ra. Opción
Por un lado puede afirmarse, desde la Biblia, que el aborto no es el plan de Dios pero sí una consecuencia del don de la libre decisión que Él regala al ser humano.
En Éxodo 21:22-23 el castigo para los israelitas es más agravado para quien comete homicidio hacia la mujer que hacia el bebé que lleva en su vientre:
“Si algunos riñeren, e hirieren a mujer embarazada, y ésta abortare, pero sin haber muerte, serán penados conforme a lo que les impusiere el marido de la mujer y juzgaren los jueces. Más si hubiere muerte, entonces pagarás vida por vida”.
Pero también, en contraposición se encuentran fundamentos para sostener que la vida intrauterina es considerada una persona desde la perspectiva divina:
“Antes de formarte en el vientre,
JEREMÍAS 1:5
ya te había elegido;
antes de que nacieras,
ya te había apartado;
te había nombrado profeta para las naciones”.
Introducirse en la discusión teológica sobre el aborto sería tema para otras líneas. De todos modos, la búsqueda por la verdad debe ser continua y únicamente debe basarse en las Sagradas Escrituras, tal como Martín Lutero ordenó: “sola scriptura”.
Ante esta disyuntiva, hay algo que queda claro: cuando preguntan ¿aborto sí o aborto no? Yo digo: “separación Iglesia-Estado”.
El citado Juan Martín Vives arrojó más luz al respecto, describiendo una religión de cristianos con visión de túnel:
“[Esta religión] no está impulsada por los valores positivos que la inspiran, sino por la oposición a aquellos fenómenos que considera incorrectos o peligrosos. Una religión vacía, dispuesta a pelear hasta la muerte por mantener algunos símbolos culturales del cristianismo, pero sin estar demasiado interesada en representar los valores de Cristo que inspiraron esos símbolos […] El problema no es que el cristiano se involucre en política. Al contrario, hacen falta más personas con valores que se comprometan en la construcción de su comunidad. El problema son los que, enarbolando una bandera religiosa, intentan que el Estado imponga sus propias opiniones a toda la sociedad. Sobre todo, cuando todas sus preocupaciones cristianas se limitan a dos o tres temas puntuales.”
Las reglas del reino de Dios no se conquistan con la fuerza, no se imponen, ni son de este mundo, “mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, entonces mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; mas ahora mi reino no es de aquí”. (Juan 18:36).
Siempre y cuando la democracia, las minorías religiosas, los profesionales y las mujeres tengan el derecho total a decidir, no incumbe a los grupos de creyentes imponer sus principios morales al Estado que se supone laico.