Israel fue organizado como pueblo-nación en días de Moisés, quien recibió de Jehová los 10 Mandamientos, que en aquella teocracia fungió como una suerte de Constitución nacional, y el libro de Levítico resultó su Código Civil, Comercial y Penal. Por indicación de Jehová, Josué fue el heredero de Moisés, e introdujo a Israel en la…
Israel fue organizado como pueblo-nación en días de Moisés, quien recibió de Jehová los 10 Mandamientos, que en aquella teocracia fungió como una suerte de Constitución nacional, y el libro de Levítico resultó su Código Civil, Comercial y Penal.
Por indicación de Jehová, Josué fue el heredero de Moisés, e introdujo a Israel en la ‘tierra prometida‘, Canaán.
“Nadie podrá hacerte frente mientras vivas. Pues yo estaré contigo como estuve con Moisés. No te fallaré ni te abandonaré.
JOSUÉ 1:5-7
“Sé fuerte y valiente, porque tú serás quien guíe a este pueblo para que tome posesión de toda la tierra que juré a sus antepasados que les daría.
Sé fuerte y muy valiente. Ten cuidado de obedecer todas las instrucciones que Moisés te dio. No te desvíes de ellas ni a la derecha ni a la izquierda. Entonces te irá bien en todo lo que hagas.”
En la distribución de los derechos y las responsabilidades dentro de una teocracia, la tribu de Leví, uno de los hijos de Jacob, y a la que pertenecían Moisés (Moshe Rabbenu, en hebreo) y sus hermanos Aarón y Miriam (también traducido María), fue la exclusiva proveedora de sacerdotes, líderes espirituales con la responsabilidad de ser intermediarios entre Dios y su pueblo.
Rebosante de felicidad, el pueblo prometió aún aquello que no cumpliría.
“Ellos le respondieron a Josué:
JOSUÉ 1:16-18
—Haremos todo lo que nos ordenes e iremos a donde nos envíes.
Te obedeceremos tal como obedecimos a Moisés. Que el Señor tu Dios esté contigo tal como estuvo con Moisés.
Cualquiera que se rebele contra tus órdenes y no obedezca tus palabras y todo lo que tú ordenes, será ejecutado. Así que, ¡sé fuerte y valiente!”.
Sin embargo, la preferencia del pueblo ‘elegido‘ por el culto a los dioses de las naciones vecinas, en especial Baal, provocó el enojo de Jehová, quien toleró las invasiones territoriales de enemigos, que sólo cesaban cuando ocurría un arrepentimiento colectivo. Entonces Dios levantaba un caudillo, que en latín se traduce como ‘juez‘ pero era un líder militar temporal y no hereditario.
En cambio, durante los períodos de paz, cada tribu se administraba de forma autónoma.
Los ‘jueces’ que gobernaron Israel fuero 14:
- Otoniel
- Aod
- Samgar
- Débora (y Barac)
- Gedeón
- Abimelec
- Tola
- Jaír
- Jefté
- Ibzán
- Elón
- Abdón
- Sansón
- Samuel
En el Antiguo Testamento, el relato de este período histórico abarca el libro de Jueces, una recopilación de la infidelidad de Israel, y las nuevas oportunidades ofrecidas por Dios, una y otra vez.
Madián
El relato bíblico es muy descriptivo y vibrante:
“Los israelitas hicieron lo malo a los ojos del Señor. Entonces el Señor los entregó a los madianitas durante siete años.
JUECES 6:1-12
Los madianitas eran tan crueles que los israelitas hicieron escondites en los montes, en las cuevas y en lugares fortificados.
Cada vez que los israelitas sembraban sus cultivos, venían saqueadores de Madián, de Amalec y del pueblo del oriente, y atacaban a Israel.
Acampaban en territorio israelita y destruían las cosechas hasta la región de Gaza. Se llevaban todas las ovejas, las cabras, el ganado y los burros, y dejaban a los israelitas sin qué comer.
Estas multitudes enemigas, que venían con sus animales y sus carpas, eran como una plaga de langostas; llegaban en numerosas manadas de camellos, imposibles de contar, y no se iban hasta que la tierra quedaba desolada.
Así que Israel se moría de hambre en manos de los madianitas. Entonces los israelitas clamaron al Señor por ayuda.
Cuando clamaron al Señor a causa de Madián,
el Señor les envió un profeta, quien dijo al pueblo de Israel: «Esto dice el Señor, Dios de Israel: “Yo te saqué de la esclavitud en Egipto.
Te rescaté de los egipcios y de todos los que te oprimían. Expulsé a tus enemigos y te di sus tierras.
Te dije: ‘Yo soy el Señor, tu Dios. No debes rendir culto a los dioses de los amorreos, en cuya tierra ahora vives’. Pero no me hiciste caso”».
Después el ángel del Señor vino y se sentó debajo del gran árbol de Ofra que pertenecía a Joás, del clan de Abiezer. Gedeón, hijo de Joás, estaba trillando trigo en el fondo de un lagar para esconder el grano de los madianitas.
Entonces el ángel del Señor se le apareció y le dijo:
—¡Guerrero valiente, el Señor está contigo!“.
Los madianitas fueron un pueblo semita descendientes directos de Abraham por línea de su hijo Madián, cuarto hijo concebido por el patriarca con Cetura, una de sus concubinas después de la muerte de Sara.
“Los hijos de Cetura, la concubina de Abraham, fueron Zimram, Jocsán, Medán, Madián, Isbac y Súa.
1RA. CRÓNICAS 1:32-33
Los hijos de Jocsán fueron Seba y Dedán.
Los hijos de Madián fueron Efa, Efer, Hanoc, Abida y Elda.
Todos ellos fueron descendientes de Abraham por medio de su concubina Cetura.”
Madián así como todos los otros hijos de sus concubinas fueron conducidos por Abraham fuera de los límites de Canaán con la intención que ellos se mantuviesen alejados de la herencia de su hijo Isaac y sus descendientes.
Madián es una zona montañosa de la región de Hiyaz, en Arabia Saudita, que se extiende por la costa del mar Rojo y del golfo de Aqaba hasta llegar a la frontera de Jordania, según explicó el historiador Ptolomeo.
La Biblia ubica el país de Madián al nordeste del Sinaí en la ruta de Edóm a Egipto, muy cerca del desierto de Parán, ocupado por los ismaelitas, descendientes de Ismael, otro hijo de Abrahám, y padre de los islámicos.
A pesar de las intenciones de Abraham, los descendientes de Madián se acercaron a Canaán pactando con el pueblo de Moab y, en los dias de los jueces, hacían incursiones para realizar pillajes.
El choque
El primer episodio de interacción entre israelitas y madianitas ocurrió con aquella horrible transacción comercial en Dotán, cuando varios de los hijos de Jacob (o Israel) vendieron a su hermano José a una caravana de beduinos que creyeron eran ismaelitas pero eran mercaderes madianitas. Sin duda, demostración de la relación estrecha entre ambos pueblos descendientes de Abrahám, madianitas e ismaelitas.
El precio pactado fue de 20 monedas de plata, según el relato de Génesis 37.
Los madianitas regresaron a escena años después, cuando confluyen las historias de Moisés y Jetró o Reuel.
“Efectivamente, el faraón se enteró de lo que había ocurrido y trató de matar a Moisés; pero él huyó del faraón y se fue a vivir a la tierra de Madián.
ÉXODO 2:15-20
Cuando Moisés llegó a Madián, se sentó junto a un pozo.
El sacerdote de Madián tenía siete hijas, quienes fueron al pozo como de costumbre para sacar agua y llenar los bebederos para los rebaños de su padre.
Pero llegaron unos pastores y las echaron de allí. Entonces Moisés se levantó de un salto y las rescató de los pastores. Luego sacó agua para los rebaños de las muchachas.
Cuando las jóvenes regresaron a la casa de Reuel, su padre, él les preguntó:
—¿Por qué hoy han regresado tan pronto?
—Un egipcio nos rescató de los pastores —contestaron ellas—; después nos sacó agua y dio de beber a nuestros rebaños.
—¿Y dónde está ese hombre? —les preguntó el padre—. ¿Por qué lo dejaron allí? Invítenlo a comer con nosotros.”
Los madianitas adoraban a Baal. De acuerdo al Talmud el suegro de Moisés, que era sacerdote, mudó su nombre de Reuel a Jetró cuando abandonó el culto a Baal y comenzó a adorar a Jehová. Jetró, el otro nombre de Reuel, significa “su excelencia” o “posteridad“.
Él adoptó a Moisés como hijo suyo, lo hizo supervisor y responsable principal de los rebaños, y le permitió contraer matrimonio con la mayor de sus hijas, Séfora, madre de los dos hijos de Moisés, Gersón y Eliezer.
Después de que los judíos salieron de Egipto, los hijos de Moisés (Gersón y Eliezer), junto con su madre (Séfora) y su abuelo (Jetró/Reuel), se reunieron con su padre en el desierto. Es la última mención de los hijos de Moisés en el Pentateuco o Torá, que escribió Moisés, quien no los menciona en su descendencia.
“Esta es la descendencia de Aarón y de Moisés como quedó registrada cuando el Señor le habló a Moisés en el monte Sinaí.
NÚMEROS 3:1-4
Los nombres de los hijos de Aarón eran Nadab (el mayor), Abiú, Eleazar e Itamar.
Estos hijos de Aarón fueron ungidos y ordenados para ministrar como sacerdotes.
Pero Nadab y Abiú murieron en la presencia del Señor, en el desierto de Sinaí, cuando quemaron ante el Señor una clase de fuego diferente a la que él había ordenado. Ya que ellos no tuvieron hijos, solo Eleazar e Itamar quedaron para ministrar como sacerdotes junto con su padre Aarón.“
La historia continúa, Israel derrota militarmente al pueblo de los amorreos adoradores de Amurru al que luego los babilonios llamaron Marduk. Entonces Balac, rey de Moab, pacta una alianza con los ancianos de Madián para pagar a un supuesto profeta, Balaam, a cambio de maldecir a los israelitas. Pero la acción fracasa.
Sin embargo, la seducción femenina consigue modificar el escenario.
“Mientras los israelitas acampaban en la arboleda de Acacias, algunos hombres se contaminaron al tener relaciones sexuales con las mujeres moabitas del lugar.
NÚMEROS 25:1-3
Estas mujeres los invitaron a los sacrificios a sus dioses, así que los israelitas festejaron con ellas y rindieron culto a los dioses de Moab.
De ese modo Israel se unió al culto a Baal de Peor, lo cual encendió el enojo del Señor contra su pueblo.”
La consecuencia de la idolatría hebrea es una plaga, que según relata el relato del propio Moisés, provocó la muerte de 24.000 personas.
Además, Jehová ordenó una purga que ejecuta Moisés en contra de quienes adoraron a Baal.
“Así que Moisés les ordenó a los jueces de Israel: «Cada uno de ustedes debe quitarles la vida a los hombres bajo su autoridad que se han unido a rendir culto a Baal de Peor».
En ese momento, mientras todos lloraban a la entrada del tabernáculo, un israelita llevó a una madianita a su carpa ante los ojos de Moisés y de todo el pueblo.
Cuando Finees, hijo de Eleazar y nieto del sacerdote Aarón, los vio, se levantó de un salto y salió de la asamblea. Fue y tomó una lanza
y corrió detrás del hombre hasta su carpa. Con la lanza, Finees atravesó el cuerpo del hombre y perforó hasta el estómago de la mujer. Entonces se detuvo la plaga contra los israelitas,
pero ya habían muerto veinticuatro mil personas.
(…) El israelita que murió con la madianita se llamaba Zimri, hijo de Salu, jefe de una familia de la tribu de Simeón. La mujer se llamaba Cozbi, hija de Zur, jefe de un clan madianita.
NÚMEROS 25:5-9 y 14-18
Entonces el Señor le dijo a Moisés:
«Ataca a los madianitas y destrúyelos,
porque los agredieron con artimañas y los engañaron para que rindieran culto a Baal de Peor, y también por causa de Cozbi, hija de un jefe madianita, que murió durante la plaga debido a lo que ocurrió en Peor».”
Atendiendo el mandato de Jehová, Moisés se apresta para la guerra contra Madián. El relato describe hábitos y costumbres socioculturales de la época en aquellas tierras de Oriente:
“Entonces escogieron a mil hombres de cada tribu de Israel, en total reunieron a doce mil hombres armados para la batalla.
NÚMEROS 31:5-14
Así que Moisés envió a mil hombres de cada tribu, y Finees, hijo del sacerdote Eleazar, los dirigió en la batalla. Llevaban los objetos sagrados del santuario y las trompetas para dar la orden de ataque.
Así que atacaron a Madián, tal como el Señor le había ordenado a Moisés, y mataron a todos los hombres.
Los cinco reyes madianitas —Evi, Requem, Zur, Hur y Reba— murieron en la batalla. También mataron a espada a Balaam, hijo de Beor.
El ejército israelita capturó a las mujeres y a los niños madianitas y tomó como botín el ganado y los rebaños y toda su riqueza.
Quemaron todas las ciudades y las aldeas donde los madianitas habían vivido.
Después que reunieron el botín y a los cautivos, tanto personas como animales,
llevaron todo a Moisés, al sacerdote Eleazar y a toda la comunidad de Israel que acampaba en las llanuras de Moab, al lado del río Jordán frente a Jericó.
Entonces Moisés, el sacerdote Eleazar y todos los jefes de la comunidad salieron a su encuentro afuera del campamento.
Pero Moisés se enfureció con los generales y los capitanes que volvieron de la batalla.
«¿Por qué dejaron con vida a las mujeres? —les reclamó—. Precisamente son ellas las que, siguiendo el consejo de Balaam, incitaron al pueblo de Israel a rebelarse contra el Señor en el monte Peor. Son ellas las que causaron la plaga que hirió al pueblo del Señor.
Así que maten a todos los niños varones y a todas las mujeres que hayan tenido relaciones sexuales.
Dejen con vida únicamente a las niñas vírgenes; pueden quedarse con ellas.”
Gedeón
La última aparición de los madianitas en la historia de Israel ocurre cuando los israelitas ya han tomado posesión de Canaán.
Jehová castiga las traiciones de Israel permitiendo que los madianitas, transformados en bandas nómadas de merodeadores, acometan con éxito durante siete años contra el pueblo ‘elegido‘, obligando a que se refugien en ciudades fortificadas o en las cavernas en lo alto de las montañas.
Las incursiones –a fines del siglo XII a.C.– ocurrieron en los valles de Beisán y Jezrael y las fértiles llanuras costeras.
La declinación de las ciudades-estado cananeas y el debilitamiento de la dominación egipcia a lo largo de la Via Mris, facilitaron las incursiones madianitas, que llegaban hasta Gaza.
Eran hordas de hombres, mujeres y niños, que asolaban las áreas cultivadas en la época de la siega y saqueaban y destruían las cosechas.
Las poblaciones rurales israelitas, vulnerables a estas devastaciones porque vivían en asentamientos abiertos, debían preparar guardias “en los montes, las cavernas y las alturas fortificadas”, e intentaban ocultar sus cosechas, tal como Gedeón.
Esta inseguridad fue confirmada por hallazgos arqueológicos tales como el descubrimiento en una aldea de numerosos pozos de cereales, utilizados para esconder las cosechas de las bandas saqueadoras.
El relato bíblico:
“Entonces el ángel del Señor se le apareció y le dijo:
JUECES 6:12-24
—¡Guerrero valiente, el Señor está contigo!
—Señor —respondió Gedeón—, si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos sucede todo esto? ¿Y dónde están todos los milagros que nos contaron nuestros antepasados? ¿Acaso no dijeron: “El Señor nos sacó de Egipto”? Pero ahora el Señor nos ha abandonado y nos entregó en manos de los madianitas.
Entonces el Señor lo miró y le dijo:
—Ve tú con la fuerza que tienes y rescata a Israel de los madianitas. ¡Yo soy quien te envía!
—Pero, Señor —respondió Gedeón—, ¿cómo podré yo rescatar a Israel? ¡Mi clan es el más débil de toda la tribu de Manasés, y yo soy el de menor importancia en mi familia!
El Señor le dijo:
—Yo estaré contigo, y destruirás a los madianitas como si estuvieras luchando contra un solo hombre.
—Si de verdad cuento con tu favor —respondió Gedeón—, muéstrame una señal para asegurarme de que es realmente el Señor quien habla conmigo.
No te vayas hasta que te traiga mi ofrenda.
Él respondió:
—Aquí me quedaré hasta que regreses.
Entonces Gedeón fue de prisa a su casa. Asó un cabrito y horneó pan sin levadura con una medida de harina. Luego llevó la carne en una canasta y el caldo en una olla. Puso todo delante del ángel, quien estaba bajo el gran árbol.
Así que el ángel de Dios le dijo: «Pon la carne y el pan sin levadura sobre esta piedra y derrama el caldo sobre ellos». Y Gedeón hizo lo que se le indicó.
Entonces el ángel del Señor tocó la carne y el pan con la punta de la vara que tenía en la mano, y de la piedra salió fuego que consumió todo lo que Gedeón había llevado. Y el ángel del Señor desapareció.
Cuando Gedeón se dio cuenta de que era el ángel del Señor, clamó:
—¡Oh Señor Soberano, estoy condenado! ¡He visto cara a cara al ángel del Señor!
—No te preocupes —le contestó el Señor—. No tengas miedo; no morirás.
Entonces Gedeón construyó un altar al Señor en ese lugar y lo llamó Yahveh-shalom (que significa «el Señor es paz»). Ese altar sigue en Ofra, en la tierra del clan de Abiezer, hasta el día de hoy.”
Contra su propia voluntad inicial, Gedeón aceptó el rol ordenado por Jehová.
Sin embargo, vez tras vez él le pidió a Dios demostraciones, tal como encontrará quien lea todo el relato bíblico.
¿Gedeón dudaba de Dios o dudaba de sí mismo?
¿Por qué Dios no se cansó de las dudas de Gedeón?
Una respuesta es que Dios ve el corazón.
Otra respuesta complementaria es que en el corazón de Gedeón, Dios debía encontrar sinceridad y no simulación.
Dios no se desanimó con todas las peticiones de Gedeón sino que a partir de las dudas de Gedeón, construyó una relación más estrecha.
Dios se negó a dejar de creer en Gedeón, incluso cuando el mismo Gedeón había dejado de creer en sí mismo.
Y las demostraciones de Dios hicieron crecer la confianza de Gedeón. Sólo así se entiende lo ocurrió después:
“Esa noche el Señor le dijo a Gedeón: «Toma el segundo toro del rebaño de tu padre, el que tiene siete años. Derriba el altar que tu padre levantó a Baal y corta el poste dedicado a la diosa Asera que está junto al altar.
JUECES 6:25-32
Después construye un altar al Señor tu Dios en el santuario de esta misma cima, colocando cada piedra con cuidado. Sacrifica el toro como ofrenda quemada sobre el altar, y usa como leña el poste dedicado a la diosa Asera que cortaste».
Entonces Gedeón llevó a diez de sus criados e hizo lo que el Señor le había ordenado; pero lo hizo de noche, porque les tenía miedo a los demás miembros de la casa de su padre y a la gente de la ciudad.
Temprano a la mañana siguiente, mientras los habitantes de la ciudad se despertaban, alguien descubrió que el altar de Baal estaba derribado y que habían cortado el poste dedicado a la diosa Asera que estaba al lado. En su lugar se había construido un nuevo altar, y sobre ese altar estaban los restos del toro que se había sacrificado.
Los habitantes se preguntaban unos a otros: «¿Quién hizo esto?». Y después de preguntar por todas partes y hacer una búsqueda cuidadosa, se enteraron de que había sido Gedeón, el hijo de Joás.
—Saca a tu hijo —le exigieron a Joás los hombres de la ciudad—. Tendrá que morir por haber destruido el altar de Baal y haber cortado el poste dedicado a la diosa Asera.
Sin embargo, Joás gritó a la turba que lo enfrentaba:
—¿Por qué defienden a Baal? ¿Acaso abogarán por él? ¡Todo el que defienda su causa será ejecutado antes del amanecer! Si de verdad Baal es un dios, ¡que se defienda a sí mismo y destruya al que derribó su altar!
A partir de entonces a Gedeón lo llamaron Jerobaal, que significa «que Baal se defienda a sí mismo», porque él destruyó el altar de Baal.”
La guerra
Gedeón y Dios habían construído un vínculo. Ahora, Dios tenía planes más importantes para Gedeón. Resultó que llegaron los madianitas listos para su saqueo periódico.
“Poco tiempo después, los ejércitos de Madián, de Amalec y del pueblo del oriente formaron una alianza en contra de Israel; cruzaron el Jordán y acamparon en el valle de Jezreel.
JUECES 6:33-40
Entonces el Espíritu del Señor vistió a Gedeón de poder. Gedeón tocó el cuerno de carnero como un llamado a tomar las armas, y los hombres del clan de Abiezer se le unieron.
También envió mensajeros por todo Manasés, Aser, Zabulón y Neftalí para convocar a sus guerreros, y todos ellos respondieron.
Después Gedeón le dijo a Dios: «Si de veras vas a usarme para rescatar a Israel como lo prometiste,
demuéstramelo de la siguiente manera: esta noche pondré una lana de oveja en el suelo del campo de trillar; si por la mañana la lana está mojada con el rocío, pero el suelo está seco, entonces sabré que me ayudarás a rescatar a Israel como lo prometiste».
Y eso fue exactamente lo que sucedió. Cuando Gedeón se levantó temprano a la mañana siguiente, exprimió la lana y sacó un tazón lleno de agua.
Luego Gedeón le dijo a Dios: «Por favor, no te enojes conmigo, pero deja que te haga otra petición. Permíteme usar la lana para una prueba más. Esta vez, que la lana se quede seca, mientras que el suelo alrededor esté mojado con el rocío».
Así que esa noche, Dios hizo lo que Gedeón le pidió. A la mañana siguiente, la lana estaba seca, pero el suelo estaba cubierto de rocío.”
En ese diálogo entre Jehová y Gedeón, resultó que Jehová le confesó a Gedeón no solamente su plan sino también su propósito.
La ambición de Jehová no era que su pueblo -‘elegido‘ aunque apóstata- recuperase su autoestima como nación sino que comprendieran que Él, que los había elegido, era quien protegía a quienes lo elegían, porque debía ser una relación recíproca. De eso trata el libre albedrío.
Si ellos triunfaban no era porque tenían muchos guerreros, probablemente valientes, sino porque él combatía por ellos.
“Entonces Jerobaal (es decir, Gedeón) y su ejército se levantaron temprano y fueron hasta el manantial de Harod. El campamento de los ejércitos de Madián estaba al norte de ellos, en el valle cercano a la colina de More.
JUECES 7:1-7
Entonces el Señor le dijo a Gedeón: «Tienes demasiados guerreros contigo. Si dejo que todos ustedes peleen contra los madianitas, los israelitas se jactarán ante mí de que se salvaron con su propia fuerza.
Por lo tanto, dile al pueblo: “A todo aquel que le falte valentía o que tenga miedo, que abandone este monte y se vaya a su casa”». Así que veintidós mil de ellos se fueron a su casa, y quedaron solo diez mil dispuestos a pelear.
Pero el Señor le dijo a Gedeón: «Todavía son demasiados. Hazlos descender al manantial, y yo los pondré a prueba para determinar quién irá contigo y quién no».
Cuando Gedeón bajó con sus guerreros hasta el agua, el Señor le dijo: «Divide a los hombres en dos grupos. En un grupo, pon a todos los que beban el agua en sus manos lamiéndola como hacen los perros. En el otro grupo, pon a todos los que se arrodillan para beber directamente del arroyo».
Solo trescientos de los hombres bebieron con las manos. Los demás se arrodillaron para beber con la boca en el arroyo.
Entonces el Señor le dijo a Gedeón: «Con estos trescientos hombres, rescataré a Israel y te daré la victoria sobre los madianitas. Envía a todos los demás a su casa».”
La fuente Harod (quiere decir “temblor”) brota al norte del Gilboa, monte situado entre la llanura de Jezreel o Esdrelón y el río Jordán.
El collado o colina de More se alza unos 500 m. sobre el nivel del Mediterráneo, al noroeste del monte Gilboa.
El temor, en algunas traducciones, o miedo, en otras, se refiere a falta de fe en el Señor, no a la valentía convencional. Era indispensable descartar a todos aquellos que pudieran hacer flaquear la moral de los combatientes.
Muchos israelitas afirman en el siglo XXI que su arquetipo es Gedeón. El sistema defensivo de misiles que construyó el Estado de Israel se llama ‘escudo de Gedeón‘. Si bien Israel ya no es una teocracia, conserva una tradición cultural que provoca este reconocimiento.
Sin embargo, la clave del Gedeón original no era la capacidad propia para la batalla sino la confianza extrema de que Dios estaba detrás de su tarea y le daría la victoria, si era su voluntad.
Jehová envió a Gedeón a espiar el campamento madianita. Gedeón escuchó que los soldados madianitas tenían miedo. Uno hablaba de un sueño en el que veía que un pan de cebada rodaba hasta el campamento de Madián, y golpeaba la tienda, que caía.
“Los ejércitos de Madián, de Amalec y del pueblo del oriente se habían establecido en el valle como un enjambre de langostas. Sus camellos eran como los granos de arena a la orilla del mar, ¡imposibles de contar!
JUECES 7:12-14
Entonces Gedeón se acercó sigilosamente, justo cuando un hombre le contaba un sueño a su compañero.
—Tuve un sueño —decía el hombre— en el cual un pan de cebada venía rodando cuesta abajo hacia el campamento madianita; ¡entonces cuando golpeaba una carpa, la volteaba y la aplastaba!
Su compañero le respondió:
—Tu sueño solo puede significar una cosa: ¡Dios le ha dado a Gedeón, hijo de Joás, el israelita, la victoria sobre Madián y todos sus aliados!.”
Una explicación acerca del sueño: la tienda de campaña representa simbólicamente a los madianitas nómadas; el pan de cebada, a los israelitas ya instalados en Canaán y dedicados a la agricultura.
La fe de Gedeón creció con aquel testimonio.
El paso siguiente fue confiar en el plan de Jehová, y con sus 300 hombres, armados nada más que con trompetas y antorchas ardiendo dentro de cántaros, podrían derrotar al ejército medianita.
No es lo mismo contarlo que vivirlo. Desde un punto de vista racional, era descabellado. 300 hombres contra un ejército tan enorme como feroz, dispuesto al saqueo. Pero la lógica de Dios no es la de los hombres. Para Dios todo es posible y para el hombre existe lo imposible: son dimensiones diferentes.
La Fe es lo que le permitió a Gedeón trasladarse del otro lado del muro, al escenario en el que todo es posible. Y esa Fe había sido construída a partir de aquellos diálogos que provocaba su propia desconfianza.
Cuando Gedeón dio la señal, los israelitas rompieron los cántaros, las antorchas alumbraron mientras ellos soplaban sus trompetas, y gritaban: «¡Por la espada de Jehová y de Gedeón!».
También fue una expresión de Fe colectiva. Porque había 300 hombres que no habían tenido oportunidad de presenciar siquiera los diálogos de Jehová con Gedeón. Pero ellos estaban en el campo de batalla y cumplieron a rajatablas la orden recibida. Para estar allí y cumplir con el plan de acción, ellos también debían creer en que nada era imposible.
Por lo tanto, es posible otra conclusión: los 300 que eligió Jehová no fueron consecuencia del azar.
La victoria
La acción transcurre en el valle del Jordán, al sudoeste del Lago de Genesaret, ya que la intención de los madianitas era pasar al otro lado del río.
Los medianitas fueron sorprendidos. Ellos pensaron que habían sido emboscados por un gran ejército, y entraron en pánico. En la oscuridad de la noche, terminaron matándose entre ellos hasta que, fuera de control, huyeron por los campos.
A diferencia de la historia de 300 espartanos mártires en la Batalla de las Termópilas, los 300 en la colina de More fueron victoriosos. No es una diferencia baladí. Además, la vida es preferible a la muerte.
El relato es magnífico:
“Así que dividió a los trescientos hombres en tres grupos y le dio a cada hombre un cuerno de carnero y una vasija de barro con una antorcha adentro.
JUECES 7:16-24
Después les dijo: «Fíjense en mí. Cuando yo llegue al límite del campamento, hagan lo mismo que yo.
En cuanto yo y los que están conmigo toquemos los cuernos de carnero, ustedes también toquen sus cuernos alrededor de todo el campamento y griten: “¡Por el Señor y por Gedeón!”».
Fue apenas pasada la medianoche, después del cambio de guardia, cuando Gedeón y los cien hombres que iban con él llegaron al límite del campamento madianita. Entonces de un momento al otro, tocaron los cuernos de carnero y rompieron las vasijas de barro.
Enseguida los tres grupos tocaron juntos los cuernos y rompieron las vasijas. Con la mano izquierda sostenían la antorcha ardiente, y en la mano derecha llevaban el cuerno, y todos gritaban: «¡Una espada por el Señor y también por Gedeón!».
Cada hombre permaneció en su puesto alrededor del campamento, y observaron cómo los madianitas corrían de un lado a otro, llenos de pánico y gritando mientras se daban a la fuga.
Cuando los trescientos israelitas tocaron los cuernos de carnero, el Señor hizo que los guerreros del campamento pelearan entre sí con sus espadas. Los que quedaron con vida huyeron a lugares tan lejanos como Bet-sita, cerca de Zerera, y hasta la frontera de Abel-mehola, cerca de Tabat.
Entonces Gedeón mandó a buscar a los guerreros de Neftalí, de Aser y de Manasés, quienes se unieron para dar caza al ejército de Madián.
Gedeón también envió mensajeros por toda la zona montañosa de Efraín que decían: «Desciendan para atacar a los madianitas. Frénenlos antes de que lleguen a los vados del río Jordán en Bet-bara».
Así que los hombres de Efraín hicieron lo que se les dijo.”
Dividir un ejército en tres o cuatro escuadrones o columnas era una práctica militar tradicional tanto en la época de los jueces como de la monarquía.
Los antiguos israelitas dividían la noche en tres turnos de guardia o vigilias: el primero, de las seis de la tarde a las diez de la noche; el segundo, o de la medianoche, de las diez a las dos; y el de la madrugada, de las dos a las seis. Más tarde, se adoptó la costumbre romana de las cuatro vigilias nocturnas.
Tal como sucede siempre, Dios tenía razón. Si no fuesen 300, nadie hubiese creído que la victoria era suya. El pueblo ‘elegido‘ no lo elegía. De todos modos, con humildad, Gedeón evita el conflicto doméstico:
“Entonces la gente de Efraín le preguntó a Gedeón:
JUECES 8:1-3
—¿Por qué nos has tratado así? ¿Por qué no nos llamaste desde el principio cuando saliste a pelear con los madianitas?
Y tuvieron una fuerte discusión con Gedeón.
Pero Gedeón les contestó:
—¿Qué he logrado yo comparado con lo que han hecho ustedes? ¿Acaso los racimos olvidados de la cosecha de Efraín no son mucho mejores que todos los cultivos de mi pequeño clan de Abiezer?
Dios les dio a ustedes la victoria sobre Oreb (N. de la R.: “Cuervo”) y Zeeb (N. de la R.: “Lobo”), los comandantes del ejército madianita. ¿Qué he logrado yo en comparación con eso?
Cuando los hombres de Efraín oyeron la respuesta de Gedeón, se calmó su enojo.”
Esta queja permite entrever la tensión existente entre la tribu de Efraín y la de Manasés, pese a que ambos descendían del mismo padre, José. Los efraimitas pretendían estar por encima de los demás israelitas, y manifestaron su descontento porque el manasita Gedeón no los tuvo en cuenta.
En su respuesta, Gedeón se refiere a la recolección de los racimos que han quedado en las vides después de la vendimia (la “rebusca“). Con su respuesta, tan diplomática como cargada de ironía, Gedeón hace notar la importancia de la acción desplegada por la tribu de Efraín, aunque esta haya intervenido solo al final de la contienda.
Algunas ideas para compartir:
- Dios redujo el ejército de 32.000 a 10.000, de 10.000 a 300, para que la victoria sólo pudiera ser atribuida a Dios: “No compartiré mi gloria con nadie“. Cuidado de no atribuirse el crédito que merece Dios.
- Para Dios no existen los temores ante las mayorías porque los suyos pueden ser una minoría hasta que Él se manifiesta con una aritmética diferente. Una persona más Dios siempre es una mayoría.
- Las promesas de Dios siempre son seguras. El único límite es nuestra Fe. Gedeón escuchó en el campamento madianita que sus enemigos temían que Dios estaba con Gedeón. Lo único que debía hacer Gedeón era también creerlo él.
- “Cada hombre permaneció en su puesto alrededor del campamento“: Es necesario mantenerse en su lugar. La victoria es de Dios. El problema fue que Israel no lo entendió y creyó que la victoria era de Gedeón. Pero esa es otra historia.