Ansiedad: la primera epidemia que marcó al siglo XXI, décadas antes de la llegada del COVID-19. Ansiedad en tiempos de incertidumbre generalizada Con más de dos meses de cuarentena en Argentina, sumado a la incertidumbre, el miedo a la enfermedad y a las exigencias de adaptarse al nuevo panorama, es normal haber sentido ansiedad. En…
Ansiedad: la primera epidemia que marcó al siglo XXI, décadas antes de la llegada del COVID-19.
Ansiedad en tiempos de incertidumbre generalizada
Con más de dos meses de cuarentena en Argentina, sumado a la incertidumbre, el miedo a la enfermedad y a las exigencias de adaptarse al nuevo panorama, es normal haber sentido ansiedad.
En sí misma es una reacción adaptativa ante momentos de estrés e incertidumbre y permite a la persona activar el estado de alerta, imprescindible para el comportamiento cotidiano, para la productividad y la eficiencia.
Además, es parte de la diversidad emocional y del instinto de supervivencia que conforma al ser humano, sin embargo en cierto punto es necesario advertir y detener la marea de pensamientos basados en el miedo que arrastra.
Es decir que se convierte en un problema cuando los síntomas generan angustia frecuente y deterioro funcional en alguna o varias áreas de la vida del sujeto.
Según el Manual diagnóstico y estadístico de los Trastornos Mentales la ansiedad es patológica cuando “la preocupación o los síntomas físicos provocan malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad”.
Dado que es uno de los motivos más habituales por los que las personas acuden a psicoterapia se distinguen siete tipos distintos:
- Trastorno Obsesivo compulsivo (TOC)
- de Estrés Post Traumático (TEPT)
- Trastorno de pánico
- Fobia Social
- Agorafobia
- Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAD)
Señales de advertencia
Los síntomas que comúnmente revelan un estado de ansiedad pueden ser tanto físicos como psicológicos y abarcan desde cambios conductuales, fisiológicos, en la percepción del entorno, hasta fobias específicas.
Algunos de los más comunes son:
- Nerviosismo y agitación
- Estado de alerta y sensación de peligro inminente
- Aumento del ritmo cardíaco
- Respiración acelerada
- Insomnio
- Transpiración
- Temblores
- Trastornos gastrointestinales, como Colon Irritable
- Debilidad y cansancio
- Problemas de concentración
- Dificultad para controlar emociones
- Evitación de situaciones que potencian el nerviosismo
No obstante, ante determinadas situaciones algunas de estas señales son normales, como por ejemplo antes de una entrevista laboral, un examen, un discurso público, e incluso en las circunstancias actuales de incertidumbre generalizada y cuarentena extendida.
Pero si se perpetúan en el tiempo y no están directamente relacionados a un evento puntual, sí se comienza a hablar de ansiedad patológica. En este caso se vivencia una sensación difusa y constante de miedo e intranquilidad cuyo origen no puede ser detectado.
A pesar que depende de cada historia, los trastornos son generados por la interacción de los estilos cognitivos y de factores biológicos, ambientales y psicosociales.
En este sentido, se recomienda consultar con profesionales especializados cuando varios de los siguientes indicadores hayan aumentado la frecuencia en los últimos meses y aparezcan gran parte del día a lo largo de varias semanas seguidas:
- Sentir que las preocupaciones interfieren en la productividad laboral
- Imposibilidad de gestionar las emociones negativas
- Hay un consumo problemático de alcohol o drogas preexistente o en desarrollo
- Se sufren otros problemas relacionados a la salud mental
- Sentirse deprimido por periodos extensos de tiempo
- Se advierten señales fisiológicas anómalas, sin diagnóstico médico certero
La epidemia del siglo XXI
En los últimos 25 años los niveles de ansiedad han aumentado un 70% según un estudio de la Royal Society for Public Health.
Paralelamente, en Estados Unidos uno de cada 20 niños sufrió algún trastorno derivado o depresión entre 2011 y 2012.
En Argentina estas patologías constituyen el grupo de mayor prevalencia (16,4%) de enfermedades de salud mental en 2018.
Estos números representan más de 260 millones de personas en el mundo, con o sin diagnóstico, que padecen las consecuencias de la epidemia del siglo XXI.
¿Los jóvenes son más vulnerables a las exigencias que antes? ¿Son más débiles y no toleran la incertidumbre y el miedo? ¿Los profesionales de la salud mental son más propensos hoy a la prescripción de medicaciones que antes?
Miles de incógnitas se abren en el panorama actual, pero lo cierto es que un análisis contextual indica un aumento exponencial de la ansiedad que está dado por múltiples factores:
- mayores exigencias conductuales y morales
- necesidad de adaptarse a tecnologías rápidamente obsoletas
- incertidumbre respecto al orden económico
- debilitamiento del proyecto familiar tradicional como meta de vida
- agotamiento de los sistemas sociales previos a internet
- el uso excesivo o mal uso de reses sociales
En esta línea, el estudio de la Royal Society of Public Health también obtuvo como resultado que las personas de entre 14 y 24 años que pasan más de dos horas al día en redes sociales como Facebook, Twitter o Instagram son más propensas a sufrir problemas de salud mental, sobre todo angustia y síntomas de ansiedad y depresión.
Con todo, es dificultoso identificar el incremento de la estadística respecto a siglos pasados ya que lo que hoy se conoce con un término, hace pocas décadas atrás era simplemente nerviosismo o histeria.