A propósito del largometraje 'Cónclave', precisiones de cómo transcurre ese proceso que concluye con la elección del próximo Papa.
Ha comenzado la distribución mundial del largometraje ‘Conclave‘, un thriller cinematográfico que ofrece un viaje ficticio -con Ralph Fiennes, Stanley Tucci, Isabella Rossellini y John Lithgow-, hacia la elección de un Papa católico, apostólico y romano. Hay algunso datos a tener en cuenta para la elección del próximo Papa: el 17/12 cumple 88 años.
Sólo los cardenales y unos pocos miembros del personal vaticano presencian una elección papal en la Capilla Sixtina, porque está cerrada con llave. Ellos hacen un voto de silencio que sólo se romperá con el permiso papal y bajo pena de excomunión. Pero nunca fue garantía de mutismo. 3 ejemplos:
- Los corredores de apuestas del Renacimiento pagaban al personal del cónclave para que escribiera los votos en los platos sucios que se pasaban afuera después de la cena.
- El emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Carlos V, se jactó de saber hasta cuándo los cardenales utilizaban sus bacinillas durante el cónclave de 1549-1550.
- En 1922, un reportero y un fotógrafo fueron encontrados como polizones cuando se hizo el tradicional grito final antes del comienzo de un cónclave de “Extra omnes!” (“¡Todos los demás fuera!”).
Los cardenales son humanos, y los historiadores y periodistas son astutos. En cuanto al Espíritu Santo, un personaje / tema permanente en la experiencia religiosa de los cristianos, totalmente ausente.
Una vez que comienza un cónclave, los cardenales son ‘secuestrados‘, entregan sus teléfonos y otros dispositivos, quedan sin acceso a Internet o a las noticias del mundo exterior y juran guardar el proceso en secreto.
Cumpliendo un añejo ritual meticuloso, votan en la Capilla Sixtina, escribiendo el nombre del futuro Papa en un trozo de papel, que luego se coloca en una placa de plata y se deposita en una urna. La votación continúa día tras día hasta que se elige un Papa.
En 2013, la BBC informó: “La plaza de San Pedro se ha convertido en una especie de Coliseo. En cada punto estratégico hay carpas de televisión esperando a que comiencen los juegos“.
Mientras que The Guardian publicó un artículo con el ángulo: “Elige tu propio Papa“.
El director del largometraje ‘Cónclave’, Edward Berger:
“Lo vemos como un antiguo ritual espiritual, y a estos hombres, los imaginamos como una especie de santos, en un pedestal. Pero cuando miras más de cerca, ellos usan teléfonos móviles, van a fumar, tienen los mismos problemas, vicios y secretos que nosotros. El Papa termina en una bolsa de plástico para cadáveres como todos nosotros. Y para mí, eso fue importante, llevarlos a la modernidad“.
El escritor de la novela, Robert Dennis Harris, dice que su ficción quiso “reflejar las divisiones genuinas dentro de la Iglesia, que existen de la misma manera en la política secular“: liberales vs. conservadores.
Todo es cierto, excepto que la Casa Santa Marta y la Capilla Sixtina, los adornos, los detalles y los sombreros de color rojo brillante de los cardenales que se aprecia en la película ‘Cónclave’ se construyeron en los estudios Cinecitta, de Roma (Italia).
Harris reveló una de sus fuentes de información: el cardenal inglés Cormac Murphy-O’Connor: “Él murió, lamentablemente, así que estoy seguro de que no le molestará que lo diga“.
Después de enviarle a Murphy-O’Connor un ejemplar del libro, Harris cuenta: “Para mi sorpresa, me escribió una carta como admirador que decía: ‘Esto es exactamente lo que es un cónclave. Tu cardenal central es exactamente como nosotros, los cardenales, desearíamos ser. Y en cuanto al final, me dije a mí mismo que era sólo una novela‘”.
Liberales vs. Conservadores
En la ficción, el cardenal estadounidense Bellini (Stanley Tucci) es el abanderado liberal, de mente abierta hacia temas como el papel de la mujer en la Iglesia Católica.
El otro favorito para próximo Papa es el cardenal italiano Tedesco (Sergio Castellitto), un conservador que anhela volver a la misa en latín, ‘preconciliar’ en la jerga católica por el Concilio Vaticano II (cambió la lengua de la misa, entre muchas otras reformas).
Otros contendientes incluyen al enigmático canadiense Tremblay (John Lithgow); Adeyemi (Lucian Msamati), quien espera convertirse en el primer Papa africano; y el poco conocido Benítez (Carlos Diehz), nombrado en secreto Cardenal de Kabul (¿…?).
Fuera de la calma de la Capilla Sixtina, Bellini dice que no quiere el puesto, aunque sus partidarios le están buscando votos para bloquear a Tedesco.
Dan Wakin, quien reportó para The New York Times los cónclaves que eligieron al Papa Benedicto XVI en 2005 y al actual Papa Francisco en 2013, dijo: “Un cardenal que quiera convertirse en Papa nunca alardearía de sí mismo“.
En la película, cuando el pasado de un cardenal es expuesto dentro del cónclave por un rival, otro personaje le dice sin rodeos: “Nunca serás Papa“.
Las polémicas en la elección papal no son algo nuevo:
- cónclaves que duraron meses -el caso del que ocurrió con la muerte del Papa Inocencio X en 1655-,
- rumores de sobornos -en el siglo XV, el Borgia Alejandro VI fue acusado de comprar votos-;
- escándalos: en el siglo XVI, un cónclave duró 72 días y cuando murió uno de los favoritos se rumoreó que había sido envenenado.
Aunque Berger está de acuerdo en que el Cónclave suele estar impulsado por la política, señala que hay “una especie de segunda capa profunda que es de lo que trata realmente la película” -la agitación interior del protagonista, el cardenal Lawrence-. “Tiene una crisis de fe. Dice: ‘Como cardenal, tengo dificultades con la oración’. Es como si yo dijera: ‘Tengo dificultades para confiar en las imágenes que captura mi cámara’. Es una crisis existencial“.
“Resulta que es la religión, pero también podría ser la confianza interior. Eso es lo que realmente me llamó la atención y por eso quería hacer la película“, dice.
Aclaración al 31/10/2024
El Colegio cardenalicio lo integran 233 cardenales, de los cuales 121 son electores (tienen derecho a voto en un hipotético cónclave, porque tienen menos de 80 años) y 112 son no electores (tienen 80 o más años).
Entre los no electores está Giovanni Angelo Becciu. Por edad podría participar en un cónclave, pero renunció a sus derechos cardenalicios en septiembre de 2020, acusado de malversación y abuso de funciones con relación a ciertas inversiones financieras del Estado Vaticano.
El 08/12/2024 se celebrará el 10mo. consistorio del pontificado para la creación de 20 nuevos cardenales (19 electores y 1 no elector). A partir de entonces, habrá 253 cardenales, de cuales 140 serán electores en un hipotético clave para elegir el próximo Papa.
Para el consistorio del 08/12/2024, Francisco anunció la creación de 21 nuevos cardenales, pero el indonesio Paskalis Bruno Syuku ha pedido al Papa (y éste ha aceptado) que no le designe purpurado, por eso los nuevos cardenales serán 20.
Hay cardenales de 88 países de los 5 continentes. Después del consistorio del 08/12/2024, serán 93 países.
Después del consistorio del 08/12/2024, en el Colegio cardenalicio habrá 253 cardenales, de los cuales 149 los habrá creado Francisco; y del total de 140 electores, habrá 110 nombrados por él: Francisco habrá creado al 59% del total del Colegio y al 79% del total de electores. 4 de cada 5 cardenales que elegirán al sucesor de Francisco habrán sido nombrados por él.
Una lección de historia
Buena investigación de Cristóbal Bellitto, para American Magazine, publicación de los jesuitas estadounidenses. Aquí una parte del contenido, útil para cuando ocurra la elección del próximo Papa:
“(…) El secreto no siempre fue la regla. Se convirtió en norma a partir del cónclave de 1800 d. C. (celebrado en Venecia, fue el último que no se celebró en el Vaticano), con Napoleón Bonaparte respirando en la nuca de los cardenales. A partir de entonces, se quemaron billetes y papeletas, lo que dio lugar al humo blanco que indicaría la elección de un nuevo papa, seguido del anuncio “Habemus papam” (“Tenemos un Papa”). Sin embargo, las papeletas se habían utilizado durante muchos años antes: el historiador Frederic J. Baumgartner las utilizó para reconstruir los recuentos de los cónclaves de 1600 a 1846 en ‘Behind Locked Doors: A History of the Papal Elections’. Encontró una pila de papeletas de 1655 en la que 27 de los 66 cardenales, disgustados con sus elecciones, votaron “Nadie”.
En 2013, uno o varios cardenales electores hablaron con gran detalle, lo que permitió a Gerard O’Connell, recrear el movimiento en favor del cardenal Jorge Mario Bergoglio en la elección del Papa Francisco: un relato interno del cónclave (incluido un cardenal que deletreó mal el nombre de Bergoglio).
(…) Durante los primeros siglos, cuando el cristianismo todavía era ilegal en el Imperio romano, parece que se elegía a un líder entre iguales para dirigir la Iglesia entre el clero romano. Una vez que el Imperio romano implosionó, el obispo de Roma se convirtió cada vez más en un líder cívico, lo que llevó a las familias romanas a participar en la elección para poner a sus hijos, a veces no merecedores, en la silla de Pedro. Ahí es cuando entran en escena los cardenales.
Los cardenales eran los líderes de las iglesias y diócesis de Roma y sus alrededores. Hasta el año 1000 d. C., este grupo de unas dos docenas de cardenales comprendía el clero romano y se encargaba de elegir a su líder. El papa Sixto V (1585-1590) decretó que el Colegio Cardenalicio debía tener un máximo de 70 miembros, pero rara vez había más de varias docenas de ellos activos al mismo tiempo. En 1958, tan solo 51 cardenales eligieron a Juan XXIII, pero en 1963, 80 eligieron a Pablo VI.
Unos años más tarde, el Papa Pablo VI decretó que un cardenal perdiera su derecho a elegir Papa a la edad de 80 años; también fijó en 120 el número total de electores, aunque esa cifra se ha superado varias veces. El número relativo de cardenales electores sigue siendo asombrosamente pequeño en comparación con los más de 1.000 millones de católicos que hay en todo el mundo: Juan Pablo II fue elegido por 111 cardenales en 1978, mientras que 115 eligieron a Benedicto XVI en 2005 y a Francisco en 2013.
¿Quién puede votar el próximo Papa?
(…) No fue hasta 1059 que el papa Nicolás II les dio a los cardenales el papel principal en la selección del próximo Papa, e incluso entonces el Papa en funciones podía dar a conocer su elección no vinculante, y otros en Roma podían tener voz y voto. En 1179, en Letrán III, se les dio a los cardenales el voto exclusivo, y una mayoría de 2/3 reemplazó el mandato previo casi imposible de unanimidad. Pero se necesitó la elección bulliciosa de 1268-1271, el interregno más largo en la historia papal, para darnos el cónclave propiamente dicho.
En ese cónclave, los cardenales deambularon por Viterbo después de que el Papa muriera allí, siguiendo el proceso estándar de celebrar el cónclave dondequiera que muriera el Papa anterior (muchos cardenales formaban parte de la Curia romana itinerante). Hartos, los habitantes de Viterbo finalmente encerraron a los cardenales en un palacio y restringieron su comida. Después de más demoras, arrancaron el techo.
Los cardenales pasaron entonces a un arbitraje vinculante y acordaron aceptar a quien eligiera un comité de seis personas. Este hombre era el Papa Gregorio X, que sabía reconocer una buena idea cuando la veía. Él organizó el Concilio de Lyon II en 1274 para dar a la Iglesia la estructura de cónclave que más o menos sigue hoy, con algunas modificaciones.
Las nuevas reglas eran claras: los cardenales tenían 10 días para empezar a votar en el lugar donde moría el Papa. Ellos eran encerrados con una llave (en latín ‘cum clavis’ significa ‘bajo llave’) y podían elegir al Papa de tres maneras:
- escrutinio (emitiendo votos),
- aclamación (todos están de acuerdo en una votación oral) o
- delegación, por la que los cardenales nombraban a un puñado de ellos para elegir y los demás se comprometían a aceptar a esa persona como Papa.
La comida, el agua y los fondos del Tesoro papal estaban restringidos hasta que se nombrara un Papa. Para acelerar la votación, Gregorio XV introdujo en 1621 el voto secreto y dijo que los cardenales solo podían escribir un nombre en lugar de los varios habituales. Se descartó la aclamación y los cardenales votaron dos veces al día en lugar de una sola.
Nuevas reglas
En 1996, el Papa Juan Pablo II actualizó las cosas, especialmente en lo que respecta al mayor número de cardenales electores, y Benedicto XVI hizo algunos ajustes. Hasta las dos elecciones papales de 1978, los cardenales electores dormían en cubículos separados por cortinas en las habitaciones que estaban fuera de la Capilla Sixtina.
Juan Pablo II construyó la Domus Sanctae Marthae para que los cardenales vivieran más cómodamente durante un cónclave. El resto del tiempo, el edificio se utiliza como casa de huéspedes (aunque el Papa Francisco ha fijado allí su hogar). Ahora los cardenales electores son trasladados entre la Domus -donde comen y duermen-, y la Capilla Sixtina -donde votan-, todavía encerrados, en cierto modo, y sin ningún contacto con el mundo exterior a través de controles en busca de micrófonos ocultos y teléfonos móviles.
El Papa Juan Pablo II también reiteró la prohibición de la aclamación de 1621 y eliminó la opción de un comité delegado. Se pueden establecer pausas si pasan varios días sin que haya una elección, aunque la mayoría de las elecciones de los últimos dos siglos han durado sólo unos días cada una. Su otra innovación fue que si pasaban 10 días de cónclave sin que hubiera una elección, los cardenales podían restringir sus votos a los dos que obtuvieran más votos en la última votación. Esos dos podían estar presentes, pero no podían votar. El ganador entonces sólo necesitaría obtener el 50% + 1 de los votos en lugar de los 2/3 tradicionales, una regla impopular que Benedicto XVI volvió a cambiar a los 2/3.
Antes, el cónclave comenzaba 10 días después de la muerte del Papa, pero antes de los viajes en avión, eso significaba que algunos cardenales no llegaban antes de que las puertas cerraran a los votantes y dejaran fuera a todos los demás. El cardenal James Gibbons, de Baltimore, fue el primer cardenal estadounidense que votó en un cónclave, pero eso fue porque estaba en Roma cuando murió el Papa en 1903. Se perdió el siguiente, en 1914, junto con el cardenal William O’Connell, de Boston, que oyó las campanas de Roma sonar para anunciar la elección de Benedicto XV cuando llegaron en un coche después de que su barco atracara en Nápoles.
El cardenal O’Connell no estaba contento. Aunque tenía un barco esperándolo la próxima vez, ocurrió lo mismo: las campanas sonaron para Pío XI cuando llegó. Se dice que O’Connell tuvo una conversación bastante emotiva con el nuevo papa, quien extendió el lapso entre la muerte papal y el comienzo del cónclave a 15 días, pero no más de 20. El cardenal O’Connell finalmente pudo participar en el cónclave de 1939 que eligió a Pío XII.
El proceso hoy
Hoy en día, la muerte de un Papa marca el comienzo del período de vacancia de la sede del apóstol Pedro. El funeral papal se celebra en un plazo de 4 a 6 días, seguido de 9 días de luto y misas especiales. Los cardenales se reúnen durante este tiempo para hablar abierta y privadamente sobre las cualidades que creen que debería tener el próximo Papa. Los cardenales mayores de 80 años (que han perdido el derecho a voto) también pueden participar en estas reuniones. Todos los demás pueden hacer oír su voz en protestas públicas, artículos, entrevistas y discursos.
En caso de renuncia papal, el período de sede vacante comienza con la fecha y hora efectivas de la dimisión del Papa, lo que puede acelerar los trámites. Después de anunciar su dimisión, pero siendo todavía Papa, Benedicto XVI ajustó los plazos: un cónclave puede comenzar antes de los 15 días si están presentes todos los electores, pero debe comenzar a los 20 días, incluso si algunos están ausentes.
El camarlengo es la persona encargada de certificar la muerte del Papa, sellar el departamento y la oficina papal y luego supervisar el funeral y el cónclave. El primer día del cónclave los cardenales y el personal prestan juramento de secreto. Hay una misa de apertura y una votación vespertina, que normalmente se utiliza para dar un reconocimiento a un cardenal que se estima que no será elegido. Pero esa votación también puede indicar quiénes son los favoritos o quiénes son los candidatos menos elegidos.
No hay discursos de nominación ni de campaña. Las verdaderas discusiones tienen lugar entre café, bebidas y comidas. Los cardenales votan en la Capilla Sixtina en 2 sesiones por día (una por la mañana y otra por la tarde), con 2 votaciones cada vez, lo que suma hasta 4 votaciones por día. Cada cardenal disfraza su letra -para que otros no reconozcan quién vota a quién- y llena una tarjeta impresa con “Eligo in Summum Pontificem” (“Elijo como Sumo Pontífice”). Cada cardenal coloca su papeleta en una urna (que solía ser un gran cáliz cuando había menos electores) y declara en latín: “Pongo como testigo a Cristo el Señor, que será mi juez, que mi voto es dado a aquel que ante Dios creo que debe ser elegido”.
Los cardenales son los que llevan la cuenta. Unos pocos, elegidos por sorteo y cambiados cada cierto tiempo, cuentan las papeletas. Si el número de papeletas y de cardenales no coincide, las papeletas se queman sin abrirlas. Si los números coinciden, comienza el recuento: 2 cardenales abren, leen y marcan el voto. Un 3ro. repite el movimiento pero también anuncia el nombre y, de una manera maravillosamente antigua, pasa una aguja e hilo por cada papeleta para marcar que ha sido contada.
Si ningún cardenal obtiene 2/3 de los votos (o 2/3 + 1 si el número total no es divisible por 3), se repite el proceso para una 2da. votación. Si esa votación no da como resultado un nuevo Papa, los cardenales hacen una pausa para almorzar o para terminar el día. Los votos fallidos se recogen y se queman con una bolita que crea humo negro en la chimenea de la Capilla Sixtina, lo que indica al mundo exterior que no hubo un ganador. Una bolita diferente produce humo blanco que indica una elección exitosa.
Cuando un cardenal es elegido, se le hacen 2 preguntas:
- ¿Acepta su elección?
- ¿Con qué nombre será llamado?
En el momento en que acepta la elección, es Papa, a menos que no sea obispo, lo que es poco probable que suceda.
El único requisito es que la persona elegida sea un varón bautizado; no necesita ser todavía diácono, sacerdote u obispo, y mucho menos cardenal.
A pesar de toda la expectación y el dramatismo que supone esperar el grito de “Habemus papam” del cardenal diácono de mayor edad, la elección de un Papa es un proceso bastante serio, lo que no quiere decir que sea aburrido. El cardenal de San Luis (Misuri, USA), John Carberry, bromeó sobre la elección sorpresa de Juan Pablo II en la 2da. elección de 1978: “Me gustaría contárselo todo. Los emocionaría. Pero no puedo”.“