A continuación un contenido que sería casi lo que algunos llaman un informe misionero: La historia transcurre en Rio Branco, la capital del Estado de Acre, ciudad dividida en dos distritos por el río Acre, cuyo curso discurre formando frontera primero entre Perú y Brasil, luego entre Bolivia y Brasil, y después sigue por Brasil…
A continuación un contenido que sería casi lo que algunos llaman un informe misionero:
La historia transcurre en Rio Branco, la capital del Estado de Acre, ciudad dividida en dos distritos por el río Acre, cuyo curso discurre formando frontera primero entre Perú y Brasil, luego entre Bolivia y Brasil, y después sigue por Brasil hasta que descarga en el río Purús.
Rio Branco tuvo su origen en 1882, en un caserío que nació en torno a una empresa productora de caucho. Su nombre es un homenaje al diplomático Barón del Río Branco, quien junto a Joaquim de Assis Brasil y Plácido de Castro, desempeñaron un importante papel en la denominada Cuestión del Acre.
Sucedió que tras los tratados de Madrid (1750), San Ildefonso – Tratado de Permuta (1777) y Badajoz (1801), el territorio del Acre, una superficie de 355.242 km2, quedó dentro de la soberanía española.
Al producirse la independencia de Perú y luego la de Bolivia, ambos estados se disputaron el territorio; al concluir la Confederación Peruanoboliviana, en 1839, la mayor parte del territorio fue ratificado dentro de la soberanía boliviana, pero ya Brasil lo había incorporado, ‘de facto‘, a la provincia o estado de Amazonas.
En 1899, los bolivianos intentaron asegurar el control de la zona fundando Puerto Alonso (hoy Porto Acre), con una Aduana que se propuso cobrar impuestos; entonces, los brasileros organizaron una primera rebelión llamada “Revolución Acreana“: el aventurero Luis Gálvez Rodríguez de Arias se autoproclamó “presidente de la República de Acre“.
Luego, en 1902, una expedición al mando del soldado José Plácido de Castro y otros ‘seringueiros‘ -una de las especies del árbol del látex se llama ‘seringa‘-, declararon el “Estado Independiente del Acre“, con el objetivo siguiente de pedir su anexión al Brasil.
En noviembre de 1903, con la firma del Tratado de Petrópolis, Brasil recibió la posesión definitiva de la región a cambio del pago de dos millones de libras esterlinas y del compromiso de construir el ferrocarril Madeira-Mamoré, más el obsequio al Presidente boliviano de un par de caballos blancos.
Fue la gestión de José Maria da Silva Paranhos Junior, el Barón del Río Branco. La historia permite identificar un territorio difícil, hostil, con cierta atracción por la violencia.
Comando Vermelho
El periodista Avener Prado visitó Rio Branco y escribió una crónica muy interesante para el diario español El País:
“Una cortina improvisada sustituye al cristal de la puerta en un salón apretado y caliente en el centro de la ciudad brasileña de Rio Branco. En la casa, vigilada por cámaras, el pastor Conrrado Sena se sienta delante del consejero del Comando Vermelho (CV), la organización criminal de Río de Janeiro que domina la capital del Estado de Acre. En voz baja y respetuosa, el pastor clama el perdón para un sentenciado a muerte por el llamado “tribunal del crimen” de las mafias de Brasil. Es la última apelación para que el “condenado” tenga posibilidad de vivir.”
Comando Vermelho es una organización criminal que nació en la prisión de Cándido Mendes, en Ilha Grande, bajo el lema “Paz, Justicia y Libertad”.
En el penal su creación consolidó la unión de delincuentes comunes que compartían sus celdas con miembros de la guerrilla de izquierda de origen marxista Falange Vermelha.
A comienzos de la década de 1980, algunos miembros del Comando escaparon de Ilha Grande y en Río de Janeiro se profesionalizaron en el asalto a bancos y secuestros de empresarios y personalidades.
Más adelate, ingresaron en el tráfico de drogas, principalmente de cocaína.
En 1990, el Comando Vermelho controlaba el 90% de las favelas de Río de Janeiro. Pero ocurrieron intensas guerras por el territorio entre narcobandas. Algunos de sus líderes como Luiz Fernando da Costa o Fernandinho Beira-Mar, Márcio dos Santos Nepomuceno o Marcinho VP, y Elías Maluco, acabaron presos.
Hacia 2008, el poder del CV se redujo a menos del 40% en las favelas.
Pero en Arce lucen poderosos.
Clemencia
Sigue la crónica de Avener Prado:
“Mientras Conrrado habla, el consejero del CV mira el teléfono y contesta mensajes fumándose un cigarrillo. Escucha todo en silencio, esperando su turno para comentar sobre las más recientes decisiones como gestor de conflictos. Todo allí, cuenta el ‘capo’ del CV, es prontamente investigado, analizado y juzgado en cuestión de horas, y por eso se queja de la cantidad de problemas en los que tiene que intervenir ―se encarga tanto de juzgar a los ‘condenados’, como de resolver las trifulcas cuando alguien pone la música alta en los puntos de venta de droga―.
Esta vez, para suerte de Paulino (nombre ficticio), hubo clemencia. El consejero de la banda ha decidido que el pequeño traficante de drogas de la periferia se salve. Seis hombres en pie presentes en el encuentro levantan las palmas de las manos con los ojos cerrados. Liderados por el pastor, entonan cánticos para agradecer el desenlace. Otra audiencia del Equipo 91 llega a su fin.
Es una rutina a la que están acostumbrados. Desde 2012, el Equipo 91 ―bautizado así por el salmo bíblico según el cual quienes estén al abrigo del Señor se librarán de la “peste destructora”― cumple la función de interceder por aquellos que prometen dejar de delinquir y entregarse a Jesucristo.
Los miembros del equipo, evangélicos sin vinculación con ninguna iglesia en particular, han sido reclusos, ladrones, traficantes y homicidas que dejaron el crimen y se entregaron a la palabra de Dios.
Cerca de 70 integrantes desarrollan trabajos de conversión en centros penitenciarios, juzgados, iglesias, barrios, casas y dondequiera que puedan predicar, todo de forma precaria, financiados por donaciones.”
El Salmo
Es apropiado releer el texto del Salmo 91, titulado “Viviendo bajo la protección divina”:
“El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Todopoderoso.
Diré yo al Señor:
“¡Refugio mío y castillo mío,
mi Dios en quien confío!”.
Porque él te librará
de la trampa del cazador
de la peste destructora.
Con sus plumas te cubrirá,
y debajo de sus alas te refugiarás;
escudo y defensa es su verdad.
No tendrás temor de espanto nocturno
ni de flecha que vuele de día
ni de peste que ande en la oscuridad
ni de plaga que en pleno día destruya.
Caerán a tu lado mil
y diez mil a tu mano derecha pero a ti no llegará.
Ciertamente con tus ojos mirarás
y verás la recompensa de los impíos.
Porque al Señor, que es mi refugio,
al Altísimo, has puesto como tu morada,
no te sobrevendrá mal
ni la plaga se acercará a tu tienda.
Pues a sus ángeles dará órdenes acerca de ti
para que te guarden en todos tus caminos.
En sus manos te llevarán
de modo que tu pie no tropiece
en piedra.
Sobre el león y la cobra pisarás; hollarás al leoncillo y a la serpiente.
“Porque en mí ha puesto su amor,
yo lo libraré;
lo pondré en alto,
por cuanto ha conocido mi nombre.
Él me invocará, y yo le responderé; con él estaré en la angustia.
Lo libraré y lo glorificaré;
lo saciaré de larga vida
y le mostraré mi salvación”.”
Salvadores de almas
El relato periodístico continúa con la historia de Equipo 91:
“El grupo estima que ya ha librado de la muerte a más de mil personas en audiencias especiales improvisadas, como la que siguió de cerca El País a mediados de agosto. La intervención se hace a medida y se graba por WhatsApp. Y el vídeo que se les envía a los jefes de las bandas sirve como prueba para avalar el cambio de vida.
Los pastores tienen experiencia en el mundo del crimen. Cuando uno entra, la puerta de salida casi siempre es la muerte. Pero hay una regla clara: a los hermanos “del camino de Jesús” no se les mata, y es ahí donde entra el Equipo 91.
Los días en los que este periódico siguió el trabajo de los pastores, los teléfonos de los llamados “salvadores de almas” no dejaron de sonar. Llamadas de auxilio para reinsertarse en la sociedad por el camino “de la bendición”, término usado para la conversión. Se trata de un complejo entramado de sanciones diferentes por delitos diferentes y amnistías paralelas que solo toca el sistema formal de la justicia por los bordes.
En la oscuridad de la periferia de Rio Branco, el pastor Conrrado Sena, de 47 años, es quien dirige su destacamento. Por teléfono, recibe las coordenadas. Hay noches que llegan a visitar cuatro destinos, con reuniones que se extienden durante la madrugada.
Era el inicio de la noche de un martes cuando sonó el teléfono del pastor. Era el consejero del CV, devolviéndole una llamada. El grupo se cita en una clínica de rehabilitación para drogodependientes en los alrededores de Rio Branco. El pastor explica que están ante un muchacho que, días antes, fue rescatado tras haber sido sentenciado a muerte por el tribunal del crimen por haber cometido una violación. El equipo lo llevó a la clínica.
Con la presencia de los involucrados, el Equipo 91 da por iniciada la sesión. La conversación con los responsables de la sentencia se hace con el manos libres activado en una conversación seguida por el consejero:
―¿El chico ese de la violación? —pregunta el consejero del CV.
―Exacto, te están oyendo todos… Dime, ¿cómo lo tiene?
―Aquí [en el barrio donde cometió la violación] no puede quedarse. Si se queda aquí, adiós, muy buenas. Ya está decretado.
—Hummm… ¿De ningún modo?
—¿Aquí? ¡Dios me libre! De esa forma, del peor modo.
—Entendido, hijo…
El misionero del Equipo 91 cuelga y se dirige al condenado: “Este es tu refugio, para que puedas vivir y tener otras vidas. Jesús es el que salva, pero un sitio como este protege”, dice Regimar Souza do Nascimento, de 46 años, un exveterano del crimen que está en el grupo religioso. Con un semblante resiliente, el sentenciado Maurício (nombre ficticio) escucha el sermón. A partir de ahora, se librará con la condición de que acepte el Evangelio ―y no regrese a la barriada donde cometió la violación.”
Fuga peligrosa
Mientras esto sucedía, al menos 26 presos se dieron a la fuga del complejo presidiario Francisco d’Oliveira Conde, en Río Branco, con el auxilio de cuerdas confeccionadas a partir de sábanas, después de excavar un agujero en la pared.
No se descartó un posible vínculo entre su fuga y la de casi 100 presidiarios, miembros de la facción criminal Primer Comando de la Capital (PCC), que escaparon de una cárcel paraguaya.
Los 26 reclusos que se fugaron en Acre, pertenecen a la banda Bonde dos 13, aliada al PCC.
La huida se produjo después de un fin de semana sangriento en Rio Branco, que figura entre las 20 ciudades más violentas de Brasil.
Solo en enero, Acre registró al menos 32 muertes violentas, la mayoría motivada por la guerra entre diversas bandas criminales que disputan el dominio del tráfico de drogas en la región.
Guerras de bandas
Otra vez Avener Prado en el diario El País:
“El pastor Conrrado, uno de los artífices de la iniciativa del “salvamento de almas” en Rio Branco, es protagonista y testigo de una transformación sin precedentes en el mundo del crimen del norte del país. Este atracador de bancos, conocido en todo Brasil, inauguró en 2007 la cárcel federal de Mato Grosso do Sul, reservada a los delincuentes más peligrosos del país. Permaneció una década en prisión. Reunido con la élite de la criminalidad brasileña, siguió de cerca, durante las horas de patio, la integración de Acre con los grupos criminales del sureste.
“No era el dinero, era la adrenalina. Cuando empezaba el tiroteo, me acuerdo de los cristales rompiéndose. Y de los gritos de las mujeres… era música para mis oídos. Me gustaba eso, sonreía”, recuerda sobre su pasado delictivo. “Yo salía al final. Y esta [presiona la mano en la cintura] no dejaba que nadie la tomara. Ahora paso por un banco y ya no siento nada. Hoy tenemos algo mucho mejor: Jesús”, dice.
Más de una década después, Conrrado ha visto convertirse a Acre ―Estado de 894.000 habitantes, el tercero menos poblado de Brasil― en un punto neurálgico del crimen organizado. Las bandas más poderosas se disputan esta región por su posición estratégica en el corredor logístico para la distribución de drogas dentro y fuera del país.
El Estado limita al sur y al oeste con Perú, y al sureste con Bolivia, dos de los mayores productores de cocaína del mundo. Al principio, la expansión de las bandas se produjo sin mayores percances. Con el tiempo, empezaron a surgir rencillas y se crearon bandas locales como resistencia a las reglas de los forasteros, especialmente las de los cariocas del CV y las de los paulistas del PCC [Primer Comando de la Capital].
En octubre de 2015, Acre vivió casi una semana con autobuses y edificios públicos incendiados. La guerra del crimen por el dominio territorial tocó techo en 2017, con más de 400 investigaciones abiertas por homicidios, cuando la región registró una tasa de 62,20 asesinatos por cada 100.000 habitantes, ocupando el segundo lugar en el ranking nacional.
Desde entonces, las tasas de homicidios, todavía altas, siguen descendiendo ―hasta octubre ha habido un 5% menos de asesinatos que en 2019, según el estudio del portal G1—. Uno de los principales obstáculos de la policía para solucionar los homicidios es la dificultad de conseguir testigos. “Todo el mundo tiene miedo, porque los homicidios, en su abrumadora mayoría, están relacionados con la guerra de las bandas”, afirma Martin Fillus Cavalcante Hesser, de 37 años, jefe de la Comisaría de Homicidios del Estado de Acre.
Uno de los factores para la disminución de la violencia en las calles es precisamente el dominio del Comando Vermelho, que, aun así, enfrenta una resistencia del Primero Comando de la Capital.
Con aproximadamente 8.000 presos, las penitenciarías están controladas por bandas. A los miembros rivales de estos grupos, enemigos mortales, se les divide en módulos, pero incluso allí es posible ver la influencia de la religión.
Los movimientos evangélicos proliferan y el instituto que administra las prisiones de Acre ha decidido encarar el fenómeno como una oportunidad. En 2020 creó un módulo exclusivo para evangélicos en el mayor penal del Estado. Son 625 presos repartidos en 25 celdas. Cada celda tiene su líder espiritual, que predica la palabra a sus compañeros de cárcel.
El País pudo observar en una visita la dinámica del módulo “de la bendición”. Las horas de patio se convierten en un culto al aire libre, con cánticos y biblias. “Esto es un hospital donde cada uno se está tratando espiritualmente”, dice el interno Fernando Henrique Junqueira, de 39 años.
El fiscal Bernardo Fiterman Albano, del Grupo de Actuación Especial en el Combate a la Delincuencia Organizada, ve pragmatismo en la fe. “No creo que acudan a la fe por la capacidad de evangelización del pastor. Lo hacen como subterfugio para salir de la organización criminal”, sotiene.”
PCC
El rival del Comando es Primeiro Comando da Capital o PCC, la organización criminal más grande de Brasil, con más de 20.000 miembros, 6.000 de los cuales están en prisión.
El PCC surgió en el Centro de Rehabilitación Penitenciaria de Taubaté, donde eran transferidos prisioneros considerados de alta peligrosidad por las autoridades legales.
El PCC fue fundado en agosto de 1993 por ocho presos en el anexo de la Casa de Custodia de Taubaté (a 130 km de São Paulo), durante un juego de fútbol, cuando algunos detenidos pelearon y, como forma de escapar del castigo -varias personas habían muerto-, formalizaron un pacto de confianza y protección.
El grupo: Misael Aparecido da Silva (“Misa”), Wander Eduardo Ferreira (“Eduardo Cara Gorda“), Antonio Carlos Roberto de la Pasión (“Pasión“), Isaías Moreira del Nacimiento (“Isaías Raro“), Ademar de los Santos (“Dafé“), Antonio Carlos de los Santos (“Bicho Feo“), César Augusto Roris da Silva (“Cesinha”) y José Márcio Felício (“Geleião“).
La organización se basa en el Estado de São Paulo y está activa en al menos 22 de los 27 estados de Brasil, y en países limítrofes como Paraguay y Bolivia.
Varios exlíderes están presos (como el criminal Marcos Willians Herbas Camacho, o Marcola). Pero la estructura tuvo reemplazo inmediato y la organización sigue delinquiendo. El control de territorio de fronteras garantiza el negocio de la cocaína, entre otras sustancias.
La bendición
Avener Prado en el diario El País:
“Una noche de agosto, Alberto (nombre ficticio) recurrió a los pastores del Equipo 91. Con tan solo cuatro días de libertad y vigilado con una tobillera telemática, solicitaba la ayuda del grupo para tratar de retomar su vida dentro de la legalidad.
Alberto es de Cidade do Povo, un barrio a 10 kilómetros del centro de Rio Branco y un ejemplo de las batallas entre bandas en la ciudad. Al contrario del resto de la capital, el PCC es quien controla el área junto con la banda local B13. El puesto policial fue depredado.
Los grafitis indican el dominio del crimen. “Prohibido robar a los vecinos”, se puede leer en uno de ellos.
“Hay algunas cosas que queremos transmitirte, algunos cuidados para ayudarte”, le dice Francisco Ferreira da Conceição, del Equipo 91, a Alberto. Allí casi nadie tiene un empleo formal, y la situación se ha agravado por la pandemia. En Acre, el 59,6% de las residencias percibió la ayuda de emergencia que cobraron los más vulnerables a causa de la pandemia hasta diciembre, el quinto porcentaje más alto del país.
En la charla con el potencial nuevo fiel, los pastores son rígidos. Examinan el nivel de compromiso con “la palabra de Dios”. La audiencia sigue con el establecimiento de las nuevas reglas de vida: la vestimenta tiene que ser larga; y el pelo, sin mucha personalidad. La rutina debe incluir oraciones, nada de delinquir.
Alberto escucha todo de forma diligente, rodeado de testigos. Tras dar su visto bueno a todas las exigencias, es hora de grabar el salvoconducto. El final sigue siempre la misma lógica: el nuevo convertido dice su nombre, el alias que tenía y también una contraseña, otra burocracia de la banda. Por último, anuncia su salida del mundo del crimen. Luego, el vídeo se manda a todas las bandas por WhatsApp.
Para que el salvoconducto funcione y siga siendo respetado, es necesario constancia y disciplina, y ese es uno de los trabajos de seguimiento que lleva a cabo Francirley Barroso dos Santos, de 43 años, conocido como Caboclão. Este exempresario del crimen, un hombre fuerte, de rasgos indígenas y voz imponente, cumplió 10 años de cárcel y está en el Equipo 91 desde su fundación.
Una tarde de agosto, conduce su camioneta con el aire acondicionado estropeado por una carretera de tierra envuelta en polvo rumbo a la favela donde trabaja, controlada por el CV, a dos horas de la capital.
Caboclão está allí para celebrar un culto que presentará al anfitrión del lugar como un nuevo hombre, ahora “en la bendición”. El convertido, inquieto, es Lucena (nombre ficticio), de 30 años. La llegada de Lucena cambió la geografía de la región.
En poco tiempo, devastó todo el bosque que había alrededor, parceló terrenos y plantó plátanos y café. Durante ese período no dejó de delinquir: participó en al menos tres homicidios. Entró y salió de la cárcel en seis ocasiones. Fue asediado por diversas organizaciones criminales, eligió el CV y pasó a imponer las reglas del grupo en la zona. Luego, empezó a recibir amenazas de los dueños de las haciendas.
Fue la señal para rendirse a Jesús. Lucena acudió al Equipo 91 y se convirtió. Recientemente, empezó a beber. “Bebo. Rezo”, dice, lamentándose. Debido al desliz, sufrió una tentativa de homicidio mientras dormía.
Ante una nueva amenaza contra Lucena, los pastores han tenido que entrar en acción otra vez para protegerlo. “Ahora está en sus manos”, explica Caboclão. Con un fuerte apretón de manos y mirándole a Lucena a los ojos, el pastor se despide: “¡No desistas!”.