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Memorias de un pacificador

JAIME ORTEGA ALAMINO

“Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios”.Mateo 5:9 Resulta frecuente que quienes ambicionan, por diferentes motivos, convertirse en pacificadores / negociadores, no agraden a todos, aún cuando obtengan resultados concretos de su actividad. Jaime Lucas Ortega Alamino jamás se propuso derrocar a los Castro Ruz, quienes gobernaban / gobiernan Cuba porque no…

Tercer Ángel

martes 30/07/2019
Cardenal Jaime Ortega
Exponente de la diplomacia vaticana, el cardenal Jaime Ortega Alamino siempre esquivó las preguntas sobre democracia, derechos humanos, presos y transición en Cuba. “No voy a responder a eso porque no es mi ámbito. No soy un hombre político”.

“Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios”.Mateo 5:9 Resulta frecuente que quienes ambicionan, por diferentes motivos, convertirse en pacificadores / negociadores, no agraden a todos, aún cuando obtengan resultados concretos de su actividad. Jaime Lucas Ortega Alamino jamás se propuso derrocar a los Castro Ruz, quienes gobernaban / gobiernan Cuba porque no…

“Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios”.

Mateo 5:9

Resulta frecuente que quienes ambicionan, por diferentes motivos, convertirse en pacificadores / negociadores, no agraden a todos, aún cuando obtengan resultados concretos de su actividad.

Jaime Lucas Ortega Alamino jamás se propuso derrocar a los Castro Ruz, quienes gobernaban / gobiernan Cuba porque no era su misión. Él era sólo un clérigo. Pero resulta que hay devotos, en especial algunos de relevancia socioeconómica, que frecuentan las iglesias porque es parte de su protagonismo sociocultural. Nada tienen que ver con Dios.

Entonces, los más virulentos entre los cubanoestadounidenses de Miami y Nueva York le reclamaban al cardenal Ortega un choque cotidiano y virulento con el Partido Comunista, al que ellos habían consolidado con su fracaso en la invasión de Bahía de Cochinos, y otras conspiraciones.

Los cubanos en USA, en varios ejemplos, se asemejan a los venezolanos en Miami, que exigen a Juan Guaidó y sus seguidores, posiciones extremas que no han prosperado, y ellos no se hacen responsables del fracaso.

Muchísimo tuvo que lidiar Nelson Mandela con gente parecida a los cubanoestadounidenses, cuando enarboló la resistencia pacífica y el diálogo como banderas para acabar con el ‘apartheid’ y reconstruir Sudáfrica.

En el caso de Ortega Alamino, él lideraba una corporación religiosa en Cuba pero reportaba al Vaticano. ¿Por qué pedirle a él aquello que debía definir un Papa?

Ortega Alamino ingresó a la historia política global porque en un escenario de gran represión, fue el intermediario que obtuvo algunas concesiones, lo que le concedió gran predicamento tanto a él como a sucesivos pontífices.

Su negociación más famosa fue la que posibilitó los diálogos entre La Habana y Washington DC, y el reinicio de las relaciones entre ambos países en 2014, luego de que los mandatarios Raúl Castro Ruz y Barack Obama pidieran en secreto al papa Francisco ayuda para un acercamiento.

Y un pacificador tampoco debe callar. El cardenal Ortega discrepó públicamente con Barack Obama, durante la visita del estadounidense a La Habana.

El cardenal recordó que Obama, desde el Gran Teatro de La Habana y también transmitido por la televisión cubana, el entonces Presidente señaló: “Ha llegado el momento de que dejemos atrás el pasado. Ha llegado el momento de que juntos miremos hacia el futuro -un futuro de esperanza“, aunque admitió que “no será fácil, y habrá reveses. Tomará tiempo“.

“En esto hay una gran dificultad, no se pasa la página y no se deja atrás la historia porque la historia es necesaria y la historia es maestra de la vida como dijo el pensador griego y hace falta tenerla siempre presente y sin embargo tenemos que vivir reconciliados”, dijo Ortega en una homilía transmitida por la televisión estatal.

“No se tiene que olvidar la historia, tenemos que sobreponernos a la historia por el perdón”, concluyó.

El origen

Nacido el 18/10/1936 en Jagüey Grande, Matanzas, Jaime Lucas Ortega Alamino inició su preparación religiosa, luego fue enviado a Canadá. Regresó a Cuba en 1964 para ser ordenado sacerdote. Pero en 1966, durante 8 meses fue detenido en las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), campos de trabajo forzado donde eran enviados religiosos, homosexuales y desafectos al régimen comunista de Fidel Castro Ruz.

En 1969, Ortega fue designado titular de la catedral de Matanzas. Fue un paso importante en su crecimiento. Nueve años después, Juan Pablo II lo hizo obispo de Pinar del Río. En 1981, el muy anticomunista Papa polaco lo nombró arzobispo de La Habana y cardenal en 1994.

En esos años, la voz de Ortega fue una de las más críticas entre los obispos católicos cubanos. Pero no consiguió destrabar la situación. Pero muchos le criticaron por el contraste entre aquella imagen crítica y el discurso pacificador posterior.

Luz Escobar y Mario J. Pentón, escribieron en 14ymedio, diario digital opositor a los Castro Ruz, acerca de lo polémico que terminó siendo el cardenal entre los católicos cubanos:

“Él trató de resolver problemas grandes y graves y lo hizo con la mejor voluntad, aunque personalmente creo que no fue tan feliz la forma en que los afrontó”, dijo el sacerdote José Conrado Rodríguez, párroco de la iglesia de San Francisco de Paula, muy crítico de las condiciones de la cercanía en días de Ortega, entre la Iglesia Católica Apostólica Romana y el Estado cubano.

Rodríguez confesó que “respetó” la figura de quien fue su profesor, por “su amor a Cuba” y su “deseo de hacer el bien”.

Lo cierto es que él fue el indiscutible negociador en la llegada a Cuba de tres pontífices católicos apostólicos romanos:

** Juan Pablo II en 1998;
** Benedicto XVI en 2012; y
** Francisco en 2015.

Según Will Grant, corresponsal de la BBC en Cuba, Ortega fue una de las voces más influyentes en la isla fuera del Partido Comunista.

En el interín, él fue el mentor de la carta pastoral “El amor todo lo espera”, decisiva para que lograra trascender el clamor del pueblo de Cuba durante los años del Período Especial. Jaime Ortega ganó un prestigio global.

Aquel Mensaje de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, de septiembre de 1993, concluyó así:

“(…) Los problemas del hambre, la guerra, el desempleo, son grandes en el mundo, pero la falta de amor fraterno, y más aún el egoísmo y el odio, son más graves y, en el fondo, la causa de los demás problemas. Porque el hombre necesita del pan para vivir, pero «no sólo de pan vive el hombre» (Lc. 4, 4).

Cuando pensamos en el amor nos viene casi siempre a la mente el amor de una persona a otra, pero la palabra que usa mucho la Sagrada Escritura para expresar el amor es «ágape», que significa fraternidad, comunión, solidaridad con una multitud de hermanos. La fraternidad entendida sólo dentro de un grupo selecto es una forma extraña de egoísmo, es la manera de unirnos más para separarnos mejor. Por lo tanto, nosotros cristianos, no podemos aceptar las situaciones de enemistad como algo definitivo, porque toda enemistad puede evolucionar hacia una situación de amistad si dejamos que triunfe el amor.

En la historia de los pueblos no han faltado voces que han lanzado el grito de: «¡Caridad, no; justicia!» Pero Jesús dijo: «si la justicia de ustedes no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entrarán en el reino de los cielos» (Mt. 5, 20), y nos advirtió que si no tenernos misericordia nos espera un juicio sin misericordia (Mt. 5, 7). San Pablo nos recuerda que «si reparto todo lo que tengo a los pobres, pero no tengo amor, soy sólo una campana que repica» (1 Cor. 13, l ).

La lucha por la justicia no es una lucha ante la cual uno pueda quedarse neutral, porque esto equivaldría a ponerse a favor de la injusticia y Jesús, refiriéndose al hombre que quiere cumplir la voluntad de Dios, declaró bienaventurados a los que «tienen hambre y sed de justicia» (Mt. 5, 6) y a «los que son perseguidos por procurar la justicia» (Mt.5, 10). Pero donde termina la justicia empieza la caridad o, mejor aún la caridad precede e integra la justicia, porque la justicia queda incompleta sin el amor. A nadie le gusta sentirse tratado sólo con justicia y, ante una justicia sin amor, que puede ser la del «ojo por ojo y diente por diente» (Mt. 5, 38), es posible que el hombre experimente aún una mayor opresión. La justicia corta en seco, el amor crea; la justicia ve con los ojos, el amor sabe ver también con el corazón; la justicia puede estar vacía de amor, pero el amor no puede estar vacío de justicia, porque un fruto del amor es la paz y «la justicia y la paz se besan» (Sal. 85, 1 l ).”

Conferencia de Obispos Católicos de Cuba

Sin embargo, tiempo después el cardenal fue objeto de duras críticas porque a la emisora española Cadena Ser le negó la existencia de presos políticos en la isla. De todos modos, entre los años 2010 y 2011 fue figura clave en la excarcelación de los 75 presos políticos de la Primavera Negra y en la posterior salida a España de muchos de ellos.

Aquel 2011, Ortega pidió ser liberado de sus responsabilidades como arzobispo de La Habana, alegando motivos de salud, pero no fue aceptada por el papa Benedicto XVI.

Sí lo escuchó el papa Francisco, el 26/04/2016.

La negociación

En septiembre de 2017, Jaime Ortega ofreció una conferencia en la ciudad de Nueva York, durante un evento organizado por la ONG Concordia. A continuación, el texto de su presentación:

“Gustoso acepté la invitación de Concordia cuando comprendí que se trataba de un encuentro en el cual se buscaba una valoración de la importancia del diálogo y la diplomacia para proponerlos como acciones posibles y eficaces al mundo del siglo XXI en el que tantos conflictos y enfrentamientos persisten y aún se agravan en este primer tercio de siglo.

Considero justo que el tema de las relaciones diplomáticas entre los Estados Unidos y Cuba sea considerado en el marco de las reflexiones de Concordia, pues se hace paradigmático para los serios propósitos conciliadores de esta Organización. Como tal lo expresó el papa Francisco en su discurso al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede el día 12 de enero del año 2015. Allí dijo el Papa: “Un ejemplo que aprecio particularmente de cómo el diálogo puede verdaderamente construir y edificar puentes, es la reciente decisión de los Estados Unidos y Cuba de poner fin a un silencio reciproco que ha durado medio siglo, y de acercarse por el bien de sus ciudadanos”.

No vaciló el Papa en pedir que otras naciones envueltas en cualquier tipo de conflicto siguieran el ejemplo de Cuba y de Estados Unidos en el uso de la diplomacia y el diálogo. El Papa estaba haciendo una propuesta a escala mundial ante embajadores y otros diplomáticos de diversas naciones acreditados ante la Santa Sede. Entre algunas de ellas persistían o se daban conflictos antiguos o recientes.

Estoy precisamente entre ustedes por la decisión del papa Francisco de hacerme participe de un diálogo ya iniciado entre Cuba y los Estados Unidos. El Santo Padre se dirigió a mí para asignarme un rol específico en la evolución de aquellas negociaciones.

Estamos en presencia de un Papa latinoamericano, y el conflicto a superar envolvía a Cuba como parte de América Latina y su persistencia dañaba las relaciones de Estados Unidos con el continente latinoamericano.

No es de extrañar que habiéndose iniciado negociaciones secretas entre Cuba y Estados Unidos, que se extendían ya desde el año 2013, llegados a un punto de su desarrollo, el gobierno de Cuba pidiera al Papa, a través de los canales diplomáticos adecuados, una intervención ante el gobierno norteamericano a favor del mejoramiento de las relaciones entre los dos países.

Por otra parte, en noviembre de ese año 2013 la analista y politóloga Dra. Julia Sweig me visitó en La Habana para comunicarme el deseo del presidente protempore del Senado, Patrick Leahy, de que en aquel momento debía entrar el papa Francisco en la escena de un probable acercamiento entre Cuba y Estados Unidos. Añadió la analista que la causa de esto era que el clima de la Casa Blanca hacia Cuba había cambiado, quizás en un 50%, a favor de una mejoría de las relaciones de Estados Unidos con Cuba. La propuesta concreta que hacía el senador a través de la Dra. Sweig era una intervención humanitaria del papa Francisco dirigida a Raúl Castro en favor del prisionero norteamericano Alan Gross y otra similar dirigida al presidente Barack Obama en favor de los tres prisioneros cubanos que estaban en cárceles de Estados Unidos.

La Dra. Sweig comprendía mis dificultades para acceder a un deseo bien intencionado, pero de difícil realización inmediata. Me dijo entonces que me mantuviera en contacto con ella y que me llegaría algo más preciso en otro momento posterior, y así sucedió. Fue por medio de un visitante de toda su confianza que recibí de Estados Unidos en marzo de 2014 un sobre sellado que contenía una carta personal del Senador Leahy dirigida a mí, escrita en inglés con una traducción impecable al español. En estos términos se expresaba el Senador en su carta:

“He sostenido conversaciones con el presidente Obama, y con oficiales de alto rango en su Administración, sobre las posibles maneras para resolver los casos de Alan Gross y los cubanos restantes del caso de los Cinco, para así dar paso a la normalización de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Existen precedentes en ambos países de la liberación de presos extranjeros por razones humanitarias y también en virtud de intereses nacionales de otro tipo”.

“Tengo la esperanza de que, si usted se puede comunicar con el Santo Padre en un futuro cercano, pueda transmitirle el mensaje de esta carta y sugerirle que aborde estos casos cuando se reúna con el presidente Obama el día 27 de marzo, y que lo aliente a resolverlos con urgencia para contribuir a la causa de la reconciliación entre los Estados Unidos y Cuba”.

Pero la carta que el Senador me dirigía tenía fecha 14 de marzo y llegaba a mis manos dos días después. Es claro que no había ningún viaje mío a Roma en el escaso tiempo de algo más de una semana que nos separaba de la visita del presidente Obama al Vaticano, por lo tanto decidí enviar rápidamente a la Secretaría de Estado de la Santa Sede la carta personal del senador Leahy en sus dos versiones, inglés y español. Fue a través de la Nunciatura Apostólica como la hice llegar a la Santa Sede, de modo que el papa Francisco tuviera a tiempo conocimiento de su contenido, antes de la visita del presidente Obama.

Pude comprobar que así sucedió en mi conversación con el papa Francisco que tuvo lugar aproximadamente un mes después de la visita del presidente Obama al Santo Padre. Fui en esa ocasión a Roma para participar el 27 de abril de 2014 en la ceremonia de canonización de los santos papas Juan XXIII y Juan Pablo II. Al final de la ceremonia el Secretario de Estado se aproximó a mí para decirme que el papa Francisco deseaba verme y me adelantó que las autoridades cubanas estaban solicitando del Santo Padre su intervención en un canje de prisioneros.

Yo sabía que las conversaciones secretas que estaban teniendo lugar entre funcionarios de los gobiernos de Cuba y los Estados Unidos estaban centradas en el intercambio de prisioneros. Desde tiempo atrás había recibido visitas de distintos funcionarios norteamericanos que venían a Cuba trayendo en su agenda el tema de la liberación de Alan Gross. Entre ellos el senador Jeff Flake, en varias ocasiones, y el presidente de la Cámara de Comercio de Estados Unidos Thomas J. Donohue. Estos visitantes se entrevistaban siempre con Alan Gross y el senador Flake me informaba que su estado de ánimo era bueno y esperaba que pudiera ser liberado en poco tiempo. No me extrañó, pues, que se mencionara por parte de las autoridades cubanas a la Secretaría de Estado, el deseo de que el Papa interviniera en un canje de prisioneros.

Mi entrevista con el papa Francisco fue fijada para el 5 de mayo de 2014 a las 12:10 p.m. en el Palacio Apostólico.

Llegado ese día tuvo lugar el encuentro con el Santo Padre. El papa Francisco me dijo que cuando el presidente Obama lo había visitado, él le había presentado la necesidad de suspender las medidas económicas tan antiguas y duras contra Cuba. El presidente Obama asintió y se refirió al hecho de que esas medidas fueron tomadas antes de él nacer, pero expresó que estaban en manos del Congreso y que no dependían de él. Ante la insistencia del Santo Padre, el presidente Obama expresó que había obstáculos para mejorar las relaciones entre los dos países, que un norteamericano se encontraba preso en Cuba y tres cubanos en Estados Unidos.

El Papa había comprendido en aquel encuentro amistoso con el presidente Obama que algo se podría hacer para “quitar los obstáculos” a que se refería el Presidente, teniendo en cuenta lo expresado por el senador Leahy. De otra parte, el Papa era invitado por el gobierno cubano a entrar en una negociación, ya en curso, que incluía un intercambio de prisioneros. Al abordar este tema dije al Santo Padre que estaba al tanto desde el 2013 de las conversaciones que estaban teniendo lugar entre Cuba y Estados Unidos sobre la puesta en libertad de los presos, pues miembros del gobierno de ese país y otras personalidades que se interesaban en Alan Gross, prisionero en La Habana, me habían visitado y contaban las gestiones que hacían. Algunos de esos visitantes cualificados me decían, refiriéndose a un canje: «Los duros de Estados Unidos dicen que ‘tres por uno, no’».

De lo expresado anteriormente se deducía que las negociaciones habían llegado a un punto donde se necesitaba la acción de alguien que las sacara de cierto estancamiento debido a los “obstáculos” mencionados por el presidente Obama al Santo Padre, y esos obstáculos eran los prisioneros en uno y otro lado. Era necesario desbloquear la negociación. Se acercaba la campaña electoral en los Estados Unidos y el gobierno del presidente Obama terminaría en 2016. Esto ponía a los dos grupos negociadores en situación de urgencia.

En este contexto la figura del papa Francisco, avalada por la tradición mediadora de la Iglesia y la misión propia del papado para procurar la paz, emergía como la instancia ética capaz de llevar adelante aquel proceso negociador, sobre todo teniendo en cuenta las dotes personales de este Papa empeñado en promover el diálogo y facilitar el encuentro entre hombres y pueblos. Este talante del Papa y la relevancia de la diplomacia para superar conflictos fueron explicados limpiamente por el Sustituto de la Secretaría de Estado, Mons. Angelo Becciu, poco tiempo después de hacerse público el acuerdo entre Cuba y Estados Unidos en entrevista concedida a TV2000 a pocas horas del regreso del papa Francisco de Cuba en septiembre de 2015 (entrevista referida por Luis Padilla en Vatican Insider el 16 de marzo de 2016). Dijo Mons. Becciu: “El Papa encantó a los representantes del pueblo cubano y estadounidense… son ellos los que le pidieron al Pontífice que fuera garante de este deseo de negociación, diálogo y encuentro”. “Concretamente vinieron aquí a la Secretaría de Estado a firmar los dos respectivos documentos delante del Secretario de Estado, casi como garante de la palabra que se habían dado entre ellos”. “La acción diplomática, palabra que va más allá del significado tradicional, es comprendida en el sentido del hombre y líder que se ha comprometido con su palabra, con su carisma para conquistar a los dos jefes de estado, ellos pidieron expresamente que el Papa los ayudara. En esto el Papa no se echó para atrás. Y luego, él se sirvió de algunas personas que pudieran cumplir el deseo del diálogo y del encuentro”. Yo fui una de esas personas.

En mi conversación del 5 de mayo de 2014 con el papa Francisco, el Santo Padre delineó, en sus breves consideraciones, el camino a seguir. De sus palabras yo deduje que:

  • El Papa no consideraba que debía actuar por medio de una simple intervención humanitaria con los dos gobiernos respecto a los prisioneros en los respectivos países (obrando de oficio, a través de las nunciaturas).
  • El Papa no intervendría en las gestiones para el intercambio de prisioneros de modo directo. Esto correspondía a los dos gobiernos puestos de acuerdo.
  • El Papa aceptaba la sugerencia del senador Leahy de escribir sendas cartas a los presidentes Obama y Castro.
  • Pero él enviaría esas cartas por medio de un Cardenal de la Iglesia que las llevaría a cada presidente, y para esto me designaba a mí en el mismo momento de nuestra conversación.
  • El Papa pretendía el acercamiento entre los dos presidentes, que pudieran hablarse y mantener un diálogo entre ellos dos, no se trataba simplemente de un diálogo entre las dos naciones o gobiernos.
  • El Santo Padre enviaba a alguien que no solo entregara las cartas, sino que explicara “viva voce” el pensamiento del Papa.

Retorné a Cuba, y todo el proceso de llegar al presidente Raúl Castro y, lo que era más difícil para mí, llegar al presidente Obama, se realizó en condiciones de absoluto secreto. Yo no sabía si la Sección de Intereses de los Estados Unidos en La Habana conocía de estos pasos. El ministro de Exteriores de Cuba solo estuvo al tanto de que había en mis manos una carta del Papa para Raúl Castro que yo debía entregar personalmente. Las cartas del Papa estuvieron en mis manos desde el 25 de junio de 2014, pero la dificultad mayor estuvo en cómo llegar al presidente Obama. Tuve para esto la ayuda de varias personas, como el director de nuestra revista diocesana Palabra Nueva, Sr. Orlando Márquez, que fue mi mensajero para abrir puertas en Estados Unidos, la Dra. Julia Sweig, el asesor de relaciones internacionales del senador Leahy, Sr. Tim Rieser, el jefe de personal de la Casa Blanca, Sr. Denis McDonough, y finalmente, y de forma muy eficiente, el cardenal Theodore McCarrick, arzobispo emérito de Washington. Fue justamente el cardenal McCarrick quien me comunicó telefónicamente el día 11 de agosto de 2014 que el siguiente lunes 17 de agosto tendría el encuentro con el presidente Obama en la Casa Blanca a las dos de la tarde. Una vez que supe la fecha de la cita, la comuniqué al ministro de Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez, pues debía entregar la carta del Papa al presidente Raúl Castro antes de entregar la del presidente Obama.

Era martes en la tarde y yo tenía mi billete de avión para el sábado en la tarde a Panamá para continuar viaje a Washington el domingo en la mañana, con el fin de llegar allí alrededor de las seis de la tarde de ese mismo día. Estábamos en el mes de agosto, el Ministro de Exteriores se encontraba de vacaciones y el presidente Raúl Castro también, pero actuaron rápidamente y el jueves 13 pude entregar la carta del Santo Padre al presidente Raúl Castro. Entregué la carta del Papa al presidente Raúl Castro. Solo el Ministro de Exteriores nos acompañaba. El Presidente recibió con mucho agradado la carta del Santo Padre y mostró en sus palabras de reconocimiento su simpatía por él. Lo describió como la única instancia ética del mundo, y ante mis palabras mostró su disponibilidad para obrar en favor de un mejoramiento de las relaciones con Estados Unidos. Quizás lo más importante de mi misión se produjo cuando el presidente Raúl Castro me pidió que transmitiera de su parte un mensaje al presidente Obama, del cual yo sería portador al llevarle al presidente en la Casa Blanca la carta del Santo Padre.

Cuando llegué la tarde el domingo 16 a Washington llevaba conmigo la carta del Papa y el mensaje oral del presidente Raúl Castro para el presidente Obama.

Al día siguiente, lunes 17, tuve un conversatorio en la Universidad de Georgetown con varios profesores sobre Latinoamérica y la Iglesia. Fui invitado por el Rector a almorzar en la misma universidad. Esa mañana de intercambio académico había sido planeada por el cardenal McCarrick, pues la Casa Blanca quería evitar la publicidad sobre mi visita al Presidente. Mi presencia en Georgetown era una buena razón para cubrir mi estancia en Washington, en caso de haberse conocido. Haber sido absolutamente discretos en guardar silencio sobre estas conversaciones fue el factor fundamental para su éxito.

A las 2 p.m. del día 17 de agosto, en el automóvil del cardenal McCarrick, entramos a los predios de la Casa Blanca y, pasando directamente por algunas oficinas, fuimos hasta el jardín interior donde nos esperaban el jefe de personal de la Casa Blanca, Sr. Denis McDonough, el Sr. Ricardo Zúñiga, asesor principal del presidente Obama para América Latina y director principal para asuntos del hemisferio occidental en el Consejo Nacional de Seguridad, y el Sr. Ben Rhodes, asistente del presidente y su vice-asesor de seguridad nacional. Nos recibieron cordialmente a mí y al cardenal Theodore McCarrick, que me acompañaba. Nos sentamos en el jardín y comenzó una conversación sobre Cuba y los cambios ocurridos en el país mientras esperábamos al Presidente, quien llegó pocos minutos después.

El presidente Obama me saludó con mucha simpatía y me felicitó por mi papel en la liberación de prisioneros unos años atrás. Le agradecí su felicitación y le di las gracias también por recibirme. Le transmití inmediatamente los saludos y el mensaje del presidente Raúl Castro. Quienes conocen el discurso que hizo Raúl Castro en Panamá en la Cumbre de las Américas entre el 9 y el 11 de abril de 2015, pueden descubrir cuál sería la tónica de este mensaje: El presidente Raúl Castro conocía el propósito del presidente Obama de mejorar las relaciones con Cuba, sabía que él no era responsable de la política hacia Cuba que había encontrado ya al llegar a la presidencia y consideraba que el presidente Obama era un hombre honesto, pero que no era únicamente él quien podía tomar las decisiones necesarias en un asunto que dependía de las opiniones de muchos otros. El presidente Obama me dijo que valoraba esas palabras del presidente cubano y expresó que aunque hubiera diferencias entre los dos países era posible mejorar la situación existente y añadió: “valoro mucho las palabras del presidente Castro”. Al recibir la carta del papa Francisco en sus manos y leerla rápidamente, aún de pie, exclamó: “¡que el papa Francisco como Pastor Universal de la Iglesia se preocupe por un asunto tan importante para mi país!”… y, tocando con la mano derecha el texto que sostenía en su izquierda, dijo: “it helps me very much”. Ya sentados, me referí a las propuestas emanadas de mi reunión con el Papa, que él escuchó en silencio. (Zúñiga, en esta parte, hacía de traductor). Al referirme a los prisioneros en ambos países dijo el presidente: “veremos qué se puede hacer”. Terminaba aquí la entrevista. Nos pusimos de pie, hubo fotografías que dije al Presidente quería recibir. Me aseguró que sí, pero las tuve en La Habana solamente una semana antes de su visita a mi país en marzo de 2016. Después el Presidente me saludó muy amablemente e insistió en que saludara al presidente Raúl Castro, expresándole sus buenos deseos, “y dígale que tengo la esperanza de que antes del final de mi mandato las relaciones entre Cuba y Estados Unidos habrán mejorado”. Nos despedimos en el mismo jardín. Mi presencia en la Casa Blanca no sería publicada, me informó Denis McDonough mientras nos acompañaba al automóvil. La entrevista había durado unos cuarenta minutos y yo la consideré muy positiva. La acogida del Presidente, su deferencia respetuosa, pero con mucha simpatía, a la gestión del Papa me inspiraban confianza en el futuro de aquella negociación.

Como le dije al secretario de Estado, John Kerry, en el encuentro que sostuvimos en la embajada de los Estados Unidos en La Habana, después del acto de izar la bandera norteamericana en los jardines, no solo tuve la extraordinaria posibilidad de ser portador de una carta del Papa a cada uno de los presidentes, sino también de conocer y transmitir a cada uno de ellos el mensaje que el otro le enviaba. Se estaba produciendo así un encuentro triangular cuya línea primordial y básica era el papa Francisco, quien, con su actuar, estaba poniendo en contacto en un alto vértice dos líneas que se abrían como paralelas. Para mí fue este uno de los grandes momentos de mi vida sacerdotal; porque pude constatar privilegiadamente que siempre es posible el acercamiento y el diálogo, y era eso lo que mi fe cristiana me había inspirado siempre en mi ministerio como Pastor. Al mismo tiempo, al escuchar a estos dos importantes interlocutores en sus mensajes del uno al otro, llegué a la convicción de que, sin estos tres hombres: el papa Francisco, el presidente Obama y el presidente Raúl Castro, el momento que el Sr. Kerry y yo vivíamos en el acto de izar la bandera de los Estados Unidos en su embajada en La Habana, no se habría producido.

Así lo dije al Secretario de Estado, quien asintió, con palabras y gestos, a esta expresión mía.

A mi regreso a Cuba visité al presidente Raúl Castro para hacerle presente el mensaje del presidente Obama y su esperanza en la mejoría de relaciones entre los dos países antes del término de su mandato. Después hubo silencio total y las conversaciones continuaron en Canadá con el Sr. Ricardo Zúñiga al frente de la delegación americana y el coronel Alejandro Castro Espín al frente de la delegación cubana, hasta que el acuerdo se firmara en el Vaticano por representantes de los dos gobiernos ante el Secretario de Estado de la Santa Sede. En esa ocasión acordaron que se haría público y efectivo el día 17 de diciembre de 2014, fiesta de cumpleaños del papa Francisco.”

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