Juan de Betsaida, apóstol de Jesús, vivía en Éfeso pero en la isla de Patmos escribió una revelación fundamental, 'Apocalipsis'. Algunos datos que confirman la historia.
El Apocalipsis es una Revelación del gran conflicto cósmico que relata, por ejemplo, el Libro de Job: Bien vs. Mal. Para los creyentes, también es una Guía del Viajero para llegar al encuentro con el Creador y Redentor. Su autor fue Juan de Betsaida (Galilea, Israel), hijo de Zebedeo, apóstol de Jesús. Para muchos, Juan el Más Amado.
Para la mayoría de las iglesias cristianas, el contenido del libro continúa siendo difícil y hasta polémico. En la cultura popular, la palabra ‘apocalipsis’ es considerada o relacionada o sinónimo de ‘catástrofe incontenible’, ‘cataclismo’, e incluso ‘Armagedón’.
Sin embargo, la realidad es que resulta un mensaje o promesa o profecía de triunfo final de Dios, que provoca alegría / alivio / esperanza entre quienes anhelan reencontrarse.
Canon bíblico
Apocalipsis, del verbo ‘apokalypto‘ (revelar), es el nombre del último libro de la Biblia. Entonces, en el Apocalipsis se encuentran y terminan todos los libros precedentes. Es el complemento del libro de Daniel. Algunas de las escenas descriptas pertenecen al pasado, otras al presente; algunas al futuro.
Una mirada escéptica del texto afirma: “Si bien es una obra cristiana, integra una literatura vinculada a temas escatológicos, muy en boga entre los judíos del siglo I a. C. y del I d. Cristo.”
Sin embargo, al final del siglo 2 el Apocalipsis fue reconocido por los representantes de las iglesias principales como una obra genuina del apóstol Juan.
Es cierto que hubo una polémica hasta el siglo 9, acerca de la inspiración y el significado de varios libros, incluyendo al Apocalipsis, que es el único libro del Nuevo Testamento que no es leído en la liturgia en la Iglesia Ortodoxa, por ejemplo.
Pero es apabullante la acumulación de confirmaciones acerca de su inspiración y autoría:
- En Asia, Melitón, obispo de Sardes, reconoció el Apocalipsis de Juan y escribió un comentario sobre él, según Eusebio de Cesarea, en ‘Historia Eclesiástica’.
- En la Galia, Ireneo de Lyon afirmó creer en la autoridad divina y apostólica del libro. Ireneo ubica el destierro en Patmos al final del reino del emperador Domiciano, que fue desde 81 d.C. hasta el 96 d.C. El dato es confiable: Policarpo, maestro de Ireneo, fue uno de los discípulos de Juan.
- Luego el filólogo, Jerónimo afirma algo parecido.
- En África, Tertuliano citó, en ‘Contra Marción, III’, el Apocalipsis sin dudas sobre su autenticidad.
- En Roma, el obispo Hipólito atribuyó el Apocalipsis al apóstol Juan.
- El ‘Fragmento Muratoriano’ -la lista más antigua conocida de libros considerados canónicos del Nuevo Testamento (año 170 d.C.), descubierta por Ludovico Antonio Muratori– lo integró a las escrituras canónicas.
- La ‘Vetus Latina‘ -nombre colectivo de textos bíblicos en latín traducidos a partir del siglo II desde la lengua griega, antes de la traducción Vulgata, del citado filólogo Jerónimo- incorporó el Apocalipsis.
- En Alejandría, Orígenes aceptó el Apocalipsis como inspirado, y lo incluyó en el ‘Homologoumena’.
- Atanasio, obispo de Alejandría, lo reconoció en su Carta Pascual 39, en el año 367 d.C.
- También Agustín de Hipona en su libro ‘Sobre la Doctrina Cristiana’.
- Rufino de Aquilea en su ‘Comentario sobre los Apóstoles’.
- El papa Inocencio I en una carta al obispo Toulouse.
- Juan de Damasco en su libro ‘Una exposición de la fe ortodoxa’.
- En Occidente, el Apocalipsis fue aceptado por un decreto del papa Dámaso I, y confirmado por el Sínodo de Hipona.
- Reconfirmado por el Concilio de Cartago 1 y 2, el Concilio de Florencia y el Concilio de Trento.
Patmos
La persecución a los cristianos se extendió durante varios emperadores romanos que defendían sus cultos a sus dioses, entre quienes ellos mismos se ubicaban. La adoración al César era parte de la disciplina del Imperio a sus habitantes aún cuando la propia élite romana declarase efímero ese reclamo del emperador de turno y complotara contra él.
Ese panteón que mezclaba la mitología y la contemporaneidad, le concedía significado y substancia a una estructura de valores que el cristianismo desafiaba en base a las enseñanzas de Jesús.
Los emperadores de la persecución fueron:
- Nerón (37-68)
- Vespasiano (69-79)
- Domiciano (81-96)
- Trajano (98-117)
- Adriano (117-138)
- Marco Aurelio (161-180)
- Maximino el Tracio (235-238)
- Decio (249-251)
- Valeriano (253-260)
- Diocleciano (284-305).
Tertuliano, en su ‘De praescriptione haereticorum XXXVI’, afirmó que Juan padeció el martirio en Roma, arrojado a una caldera de aceite hirviente, entre los años 91 y 95, en las cercanías de la Puerta Latina (Porta Latina), en los Muros Aurelianos.
Juan salió ileso. El emperador Domiciano consideró este prodigio como una especie de magia y desterró a Juan a la isla de Patmos.
También Eusebio de Cesarea, obispo también conocido como Eusebius Pamphili, afirmó que Juan, fue desterrado a la isla Patmos durante el reinado de Tito Flavio Domiciano en Roma.
Patmos es una pequeña isla de origen volcánico, integra el archipiélago del Dodecaneso.
Con un puerto natural protegido, estratégico en la línea marítima que unía a Roma con Éfeso, su extensión es de 34,6 km2 y se encuentra en diagonal a la mencionada Éfeso, donde vivía Juan, y estaba el templo principal a Diana o Artemisa, diosa de la cacería pero también de la fertilidad. La ciudad vivía de las actividades vinculadas al enorme templo, tal como lo relató Lucas en Hechos de los Apóstoles.
La arquitectura del templo fue considerada una de las siete maravillas del mundo antiguo, y fue destruido por un incendio provocado por un hombre llamado Eróstrato, en el año 356 a. C.
Alejandro Magno nació la noche en la que el templo ardía. Plutarco sentenció que Artemisa estaba demasiado preocupada por el nacimiento de Alejandro como para salvar su propio templo en llamas.
Más tarde, Alejandro ofreció a los efesios costear la reconstrucción del templo pero ellos se negaron, aduciendo que no era conveniente que un dios le construyera un templo a otra divinidad.
Sin embargo, el templo fue restaurado tras la muerte de Alejandro, en el año 323 a. C.
El 2do. templo sería arrasada por los godos en el año 262 d. C., en tiempos del emperador Galieno.
Patmos
En 2024, la ciudad balneario importante junto a Éfeso se llama Kusadasi, y el ferry hasta Patmos dura 2 horas y 18 minutos. En aquellos años era todo Imperio Romano. Pero en 2024, Patmos es de Grecia y Éfeso es de Turkiye, ex Turquía.
Según cuenta el mito, fue Artemisa, diosa de la caza, quien descubrió la isla sumergida bajo las olas y pidió a Selene, diosa de la luna, que la iluminara y elevara. Con la ayuda de Zeus y Apolo, consiguieron emerger la isla del lecho marino. Curiosamente, la isla de Patmos tiene forma de caballito de mar. Sus dos partes principales se unen por el estrecho istmo de Skala. A solo 5 kilómetros al sur se encuentra Chora, la capital interior de la isla, coronada por una poderosa fortaleza: el monasterio de San Juan el Teólogo.
Desde Estambul la forma más veloz es ir en vuelo hasta Esmirna, abordar un bus hasta Kusadasi, y entonces subir al ferry.
Juan afirma en su libro que fue “por causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesús” (Apocalipsis 1: 9) que él terminó en Patmos.
Patmos no era una isla desolada, tenía un gran centro administrativo, varios poblados, un hipódromo, y por lo menos tres templos paganos.
Uno de sus templos estaba dedicado a Diana o Artemisa, hermana de Apolo, filial del que se encontraba en Éfeso.
Probablemente Juan fue exiliado a Patmos por oponerse a la idolatría.
Domiciano se había proclamado “Domitianus dominus et deus” (“señor y dios Domiciano“).
En el año 89 d. C. se autoconstruyó en Éfeso un templo dedicado a la adoración del propio Domiciano: los residentes fueron obligados a adorar y hacer sacrificios al emperador.
¿Alguien imagina a Juan realizando semejante concesión cuando se refirió a Dios como “el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor”? (Apocalipsis 1:8).
También: “Hijitos, guardaos de los ídolos. Amén” (1ra. Carta de Juan, 5:21).
Eran tiempos de tensión en los que había que sostener la fe: el Grafito de Alexámenos, descubierto en el Palatino, sugiere la representación burlona de un cristiano adorando a un asno crucificado.
El destierro
En el siglo V a.C., Roma instituyó la ‘interdictio aquae et igni’ (prohibición del agua y el fuego) para impedir el regreso de quienes habían decidido huir / dejar Roma. Pero en el año 82 a.C. la ‘Lex Cornelia‘ introdujo el exilio como una condena penal.
En los días del Imperio destacaron dos formas de exilio: la ‘relegatio’ y la ‘deportatio‘.
La ‘deportatio’ consistía en la expulsión perpetua o temporal a un lugar; privaba al condenado de los derechos de la ciudadanía, de la patria potestad sobre los hijos y provocaba la confiscación de todos los bienes.
La ‘relegatio‘ implicaba el confinamiento en un determinado lugar. Se aplicaba a delitos menores, no era perpetua ni suponía la pérdida de la ciudadanía o la pérdida de bienes o de la patria potestad sobre los hijos.
La ‘deportario‘, a diferencia de la ‘interdictio‘, fijaba el lugar de reclusión.
El grado más severo de la pena era la ‘deportation insulam‘, mediante la cual se prohibía a los condenados residir en el continente o en cualquier isla a menos de 50 millas (80 Km.) de la costa (excepto Cos, Rodas, Cerdeña y Lesbos). También era posible enviarlos a un oasis del desierto.
Además, se definía el valor de las cosas que el deportado podría llevarse, así como la identidad de las personas autorizadas a acompañarlo.
Algunos lugares de cumplimiento de la pena: Ardea, Amorgos, Citera, Sérifo, Cos, Donusa, Lesbos, Giaros, Cerdeña, Patmos.
La condena
Deportados eran
- los culpables de sedición o tumulto,
- quienes hubiesen abierto o leído el testamento de una persona en vida,
- los fabricantes de venenos y
- los acusados de traición;
- también los delitos religiosos.
Tácito relató el caso de 4.000 libertos hebreos deportados de Roma a Cerdeña en época de Tiberio por haber practicado “supersticiones egipcias o judías” (el resto tuvo que abandonar Italia si, en un plazo establecido, no renunciaba a sus cultos).
El relegado o deportado a una isla debía abstenerse de visitar los lugares que se le prohibían de antemano. El relegado no podía salir de los emplazamientos señalados.
Sólo el Emperador tenía la potestad de conceder al desterrado licencia para regresar.
En caso de incumplimiento de la sentencia se imponía que el relegado temporal pasara a destierro perpetuo; si ya era un desterrado perpetuo debía ser trasladado a una isla; si ya estaba en una isla pasaba a la condición de deportado; y si ya era un deportado en una isla, se lo ejecutaba.
En ocasiones, el Emperador otorgaba el indulto, de forma individual o colectiva:
- Galba autorizó a volver a los nobles que se encontraban en exilio junto a sus hijos;
- Vitelio les concedió recuperar los derechos que tenían sobre sus libertos;
- Nerva permitió también regresar a todos los deportados que habían sido castigados con anterioridad; el apóstol Juan entre ellos.
El regreso
Marco Coceyo Nerva, al igual que Vespasiano, fundador de la dinastía Flavia y padre de Domiciano, era un miembro de la nobleza italiana más que romana.
En la primavera del año 89 d. C., el gobernador de la provincia de Germania Superior, Lucio Antonio Saturnino, encabezó una rebelión contra Domiciano al mando de las Legio XIV Gemina y Legio XXI Rapax.
Marco Coceyo Nerva fue decisivo a la hora de alertar al emperador de esta conspiración, y se le recompensó con un 2do, consulado en 90 d. C. (por otro servicio anterior ya había recibido su 1er. consulado).
Domiciano se convirtió en una persona totalmente paranoica, y su reinado ingresó a una etapa de terror.
En septiembre del año 96 d. C., Domiciano fue asesinado, víctima de una conspiración.
Ese mismo día, Nerva fue proclamado emperador por el Senado. Se ha sugerido que Nerva participó o tuvo conocimiento de la conspiración.
Según el historiador Dion Casio, los conspiradores resolvieron la sucesión antes de ejecutar su conspiración.
Historiadores varios han insistido que a Nerva lo potenció su debilidad: su edad (66 años), débil salud y que no tenía hijos, provocaron su elección.
Nerva había sido testigo de la anarquía del Imperio desde la muerte de Nerón, en 69 d. C., y aceptó.
Según Eusebio, Nerva (breve emperador, del 96 d. C. al 98 d. C.), anuló las sentencias de Domiciano; y entonces el Senado romano decretó el regreso a sus lugares de anterior residencia de quienes habían sido exiliados injustamente, así como la restauración de sus propiedades.
Así fue como Juan regresó a Éfeso, y falleció durante el reinado de Trajano (98 d. C. a 117 dC). Él fue el único de los 12 apóstoles que murió de muerte natural.
La promesa
Los creyentes se preguntaban cuándo regresaría Jesús, ya que ellos estaban cumpliendo con la misión encomendada.
- ¿Cómo conocer los eventos coincidentes con su regreso?
- ¿El evento sería en esa generación o en el futuro?
Una de las claves del Apocalipsis es el Milenio y el juicio, en el capítulo 20. Este relato desmiente la doctrina Católica Apostólica Romana del purgatorio, que es sostenida por la Tradición pero no por la Biblia.
También hay una reivindicación del Santuario, ex Tabernáculo, en el que Israel adoraba a Dios: el arca del pacto, las lámparas, el incienso y el altar de sacrificios (Apocalipsis 4:5 y 6; 5:8; 8:3; 11:19). Esto tiene un profundo significado acerca de los eventos finales del Gran Conflicto.
Martin Lutero
Martín Lutero tenía una opinión o negativa o escéptica de los libros de Ester, Hebreos, Santiago, Judas y Apocalipsis.
Esto no minimiza la contribución de Lutero a la difusión popular del Evangelio. Sin embargo, es evidente que hubo contenidos que él no comprendió, aún cuando abrió camino para que teólogos posteriores profundizaran en esos temas.
Lutero cuestionaba que el Apocalipsis arrastraba a personas a especulaciones peligrosas sobre el futuro.
En diciembre de 1521, tres predicadores de la ciudad de Zwickau llegaron a Wittenberg, donde enseñaba Lutero, y reivindicaron la inspiración divina sin intermediarios, renunciaron al bautismo infantil y proclamaron el inminente fin del mundo.
Al año siguiente, 1522, conmovido por esas interpretaciones, Lutero publicó un prefacio a su traducción alemana del Apocalipsis, declarando que no era “ni apostólico ni profético” y que él no podía “detectar en modo alguno que el Espíritu Santo lo hubiera producido“. El lenguaje del Apocalipsis confundía a los lectores, y Lutero declaró que “Cristo no es enseñado ni conocido en él”. Por lo tanto, aconsejó a la gente que se limitara a los libros bíblicos que presentan a Cristo con claridad.
Pero sus seguidores rechazaron la posibilidad de exclusión del canon bíblico de Ester, Hebreos, Santiago, Judas y Apocalipsis. Y no fue modificado.
El significado
Durante la pandemia por Covid-19 mucho se especuló sobre Apocalipsis, que menciona plagas del fin del mundo. Luego, la crisis fue superada y la especulación fue superada.
Sin embargo, quienes más estudian el Apocalipsis afirman que no son las plagas del fin del mundo los ejes del libro sino que trata del llamado a una experiencia religiosa nueva, que provoque un reavivamiento del vínculo individual con Jesús.
Ellos dicen que el Apocalipsis no trata de conocimiento sino del carácter de cada individuo respecto de la eterna Ley de Dios y de Jesús como el centro de toda esperanza.