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Pobreza, marxismo y represión: Teología de la Guerra Fría

OCTUBRE, EN ROMA

Está en avance algo así como el indulto a la llamada Teología de la Liberación, que tanto agitó a Latinoamérica luego del Concilio Vaticano II, en un marco de Guerra Fría global, guerrilla marxista y Doctrina de la Seguridad Nacional regional.  Gustavo Gutiérrez Merino y Jorge Mario Bergoglio se abrazaron en la Casa Santa Marta…

Tercer Ángel

sábado 13/07/2019
Teología de la Liberación
Arte con consigna propia de la Teología de la Liberación.

Está en avance algo así como el indulto a la llamada Teología de la Liberación, que tanto agitó a Latinoamérica luego del Concilio Vaticano II, en un marco de Guerra Fría global, guerrilla marxista y Doctrina de la Seguridad Nacional regional.  Gustavo Gutiérrez Merino y Jorge Mario Bergoglio se abrazaron en la Casa Santa Marta…

Está en avance algo así como el indulto a la llamada Teología de la Liberación, que tanto agitó a Latinoamérica luego del Concilio Vaticano II, en un marco de Guerra Fría global, guerrilla marxista y Doctrina de la Seguridad Nacional regional. 

Gustavo Gutiérrez Merino y Jorge Mario Bergoglio se abrazaron en la Casa Santa Marta en septiembre de 2013, y otra vez en Lima a principios de 2018, en el último día de la visita del papa Francisco a Perú. Luego ocurrió la carta personal para el cumpleaños 90 de Gutiérrez Merino. Ahora, el reencuentro entre la institución y su ex condenado será más formal. Sucede que el pontífice trabaja intensamente con el movimiento Curas Villeros y organizaciones afines, herederos del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, que le resulta una herramienta de contención del éxodo hacia los cultos evangélicos de los sectores socioculturales más desprotegidos.

El tema central sigue siendo, tal como en los ’70 o antes y después, cuál es el alcance de la Redención que ofrece Jesús, y cómo evangelizaría Jesús hoy día.

Para TERCER ÁNGEL la respuesta es sencilla: no sería diferente de cómo lo hizo hace algo más de 2.000 años, con amor intenso, humildad, manso de corazón y el poder del Padre. Sin embargo, los intereses personales se cruzan y abundan las reinterpretaciones a conveniencia, lo que convierte el asunto en algo complejo y más terrenal que espiritual.

La historia

La Teología de la Liberación es una corriente teológica cristiana, nacida en América Latina tras la aparición de

** las Comunidades Eclesiales de Base (movimiento surgido los ’60 en Brasil, con grupos pequeños reunidos para leer la Biblia y realizar acciones solidarias en áreas de pobreza, impulsado por católicos, metodistas, presbiterianos y luteranos),
** el Concilio Vaticano II (concluyó el 08/12/1965) y
** la Conferencia de Medellín (Colombia, 1968), que considera que la predicación del Evangelio exige

> la opción preferencial por los pobres
> recurrir a las ciencias humanas y sociales para definir las formas en que debe realizarse aquella opción.

Quien inició la Teología de la Liberación fue el expastor presbiteriano Rubem Alves, fallecido el 19/07/2014 (los presbiterianos son herederos de los reformadores Juan Calvino, John Knox, Ulrico Zuinglio y Heinrich Bullinger). 

Intelectual multidisciplinario, el brasilero Alves fue psicoanalista, educador, teólogo, poeta y escritor. Egresado del Seminario Presbiteriano de Campinas, fue profesor en el Instituto Presbiteriano Gammon, obtuvo la maestría en Teología en el Union Theological Seminary, de Nueva York; y el doctorado en Filosofía, en el Seminario Teológico de Princeton (New Jersey, USA), con la tesis de grado que trabajó durante 1968 titulada “Towards a theology of human liberation” (Hacia una Teología de la Liberación Humana), que presentó en 1969 y fue publicada más tarde como “Una Teología de la Esperanza Humana”.

Profesor en la Facultad de Filosofía, Ciencias y Letras de Rio Claro, el Seminario Presbiteriano de Campinas y la Universidad Estatal de Campinas, le fue prohibido predicar en los templos de la Iglesia Presbiteriana, con la excepción de aquella vez que habló en la Iglesia Presbiteriana de Copacabana, en Río de Janeiro, en 2003, con ocasión de las conmemoraciones de la Reforma Protestante.

Cuando le bloquearon tanto la cátedra como el púlpito, el inagotable Alves ingresó a la Sociedad Paulista de Psicoanálisis, aportando su idea de que el inconsciente es la fuente del arte y la belleza, y que “parte de nuestra neurosis proviene del deseo omnipotente de tener nuestros bolsillos llenos de verdades y certezas“; abrió un restaurante en Campinas, y animó el grupo Canoeiros, que se reunía cada semana a leer poesías.

En una coincidencia notable, en 1969, el sacerdote católico peruano Gustavo Gutiérrez Merino difundió conclusiones similares a las de Alves.

También un intelectual multidisciplinario, luego de estudiar Medicina y Letras en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Perú), mientras militaba en la Acción Católica, inició su reflexión teológica, que lo llevó a la Facultad Teológica de la Lovaina (Bélgica) y a la de Lyon (Francia), estudiando con los líderes de las escuelas de Le Souchoir (dominica) y Fourvière (jesuita); y más tarde ya profesor en las universidades, entre otras, de Michigan, Cambridge, Montreal, Harvard, Comillas, Berkeley, Layon, Sao Paulo, Sophia (Tokio)…. recorrido en el que interactuó con los teólogos Edward Schillebeeckx, Karl Rahner, Hans Küng, Johann Baptist Metz, se zambulló en Karl Barth, Jürgen Moltmann, Dietrich Bonhoeffer y científicos sociales como François Perroux.

Él investigó la relación entre salvación, liberación y desarrollo; fue ordenado sacerdote en 1959, y 10 años después elaboró dos preguntas fundamentales:

>¿existen dos órdenes paralelos -es decir, un fin autónomo y secular del ser humano, y una revelación sobrenatural-, de tal modo que el hombre se moverá en dos ámbitos del saber y de la vida completamente separados e independientes uno del otro? ¿O bien el ser humano, en su más profunda unidad como persona, es llamado por Dios a construir la vida individual y social relgiosa y éticamente?“; y

>¿cómo decirle al pobre que Dios lo ama?“.

Ya en julio de 1968 esbozó su idea, durante el II Encuentro de Sacerdotes y Laicos, en Chimbote, Perú, donde disertó con el título: “Hacia una teología de la liberación”.

Año conflictivo, intenso, aquel 1968.

Entre enero y agosto ocurrió la Primavera de Praga, que concluyó con la invasión soviética de Checoslovaquia.

Latinoamérica no terminaba de reaccionar por el asesinato, el 09/10/1967, en La Higuera, Bolivia, de Ernesto Rafael Guevara de la Serna, el Che, quien había intentado organizar una guerrilla rural.

El 04/04/1968 fue asesinado el pastor baptista defensor de los derechos civiles afroamericanos Martin Luther King Jr.

En mayo de 1968 ocurrieron las protestas en Francia, especialmente París, que acabaron con la convocatoria a elecciones anticipadas, y tuvieron consecuencias socioculturales en todo Occidente.

El 05/06/1968 ocurre el atentado contra el precandidato presidencial estadounidense Robert F. Kennedy, quien murió al día siguiente.

Eran los días de ‘amor y paz’ y por eso en julio el papa Pablo VI publicó la encíclica ‘Humánae vítae’, contra el uso de los anticonceptivos.

Hay una conclusión preliminar: la Teología de la Liberación, más allá de las especulaciones diversas y posibles, fue una respuesta desde el cristianismo a los reclamos populares, consecuencia de desigualdades sociales en América Latina. 

Gutiérrez distingue dos estados de pobreza que conviven en la fe de los creyentes de América Latina: 

> un «estado escandaloso» aborrecido por Dios (“La pobreza es para la Biblia un estado escandaloso que atenta contra la dignidad humana y, por consiguiente, contrario a la voluntad de Dios“) ; y 
> una «infancia espiritual», valorada por Dios (“Bienaventurados los pobres porque el reino de Dios ha comenzado“).

Para Gutiérrez el problema crece cuando se observa que en el pobre hay una «ausencia del reconocimiento de su dignidad humana y de su condición de hijas e hijos de Dios, sea tanto por razones económicas, como raciales, de género, culturales, religiosas u otras». 

El debate

El problema del abordaje de las necesidades y los necesitados es casi fundacional en el cristianismo. 

El apóstol Santiago advirtió sobre el desprecio de la dignidad de los creyentes pobres. Y el apóstol Pablo se refirió al tema en el capítulo 8 de su 2da. Carta a los Corintios

Es imprescindible recordar que el tema también aparece con la publicación de “Cuestionamiento al poder y eficacia de las indulgencias” (las famosas 95 tesis que, supuestamente, Martin Lutero clavó en las puertas de la iglesia del Palacio de Wittenberg, Alemania, en 1517.

Según Lutero, la compraventa de indulgencias, entre otras perversiones, desalentaban a los cristianos a dar a los pobres y realizar otros actos de misericordia, pues pensaban que los certificados de indulgencia poseían mayor valor espiritual. 

Lutero indicó que si el Papa supiera lo que se estaba predicando en su nombre preferiría que la Basílica de San Pedro fuera destruida por el fuego antes que «construirla con la piel, la carne y los huesos de sus ovejas» (tesis 48 a 52).

Es curioso que la Iglesia Católica Apostólica Romana no tuviera un enfoque adecuado para un problema tan dramático que le ocasionó un cisma no resuelto aún.

O que los líderes cristianos en general no comprendieran la distancia que los alejaba de su grey, durante los turbulentos ’60/’70 en América Latina.

Gutiérrez entiende la pobreza como «un modo de vivir, de pensar, de amar, de orar, de creer y esperar, de pasar el tiempo libre, de luchar por la vida». Él afirma: «La pobreza no es una fatalidad, es una condición». 

Sin embargo, para muchos otros teólogos, Gutiérrez se equivoca.

Por ejemplo, Sebastián Menay, pastor de la Iglesia Presbiteriana en Chile, afirma:

“(…) Centrar la tarea de la iglesia y de los creyentes en liberar de la opresión económica a los pobres o a otros oprimidos es reducir la iglesia a una ONG; es hacer lo que muchos hacen, descuidando lo que solo la iglesia puede hacer: proclamar la noticia gozosa de que Dios ha venido a salvarnos, amándonos inmerecidamente, para liberarnos en el más amplio sentido de la palabra. No solo para esta vida, sino para la eternidad.

Resulta contradictorio que una teología que bebe del marxismo, que plantea un acercamiento crítico a la realidad social, no haga el acercamiento crítico hacia su propia interpretación del cristianismo. Mirar la experiencia humana desde lo económico o transitorio es perder de vista que somos fundamentalmente seres espirituales, necesitados de una redención que va más allá de una reivindicación social. Somos personas necesitadas de perdón, de salvación, de una viva y nueva relación con Dios por medio de Jesucristo.

La “opción preferencial por los pobres” olvida que la pobreza va más allá del dinero. Que se puede ser rico, pero ser espiritualmente muy pobre. Hay un error de interpretación en mirar a los pobres como el centro de la redención. Al mirar el ministerio de Jesucristo podríamos colocar a los enfermos como el centro, ya que su ministerio estuvo marcado por las sanidades y milagros, pero enfermos, pobres y marginados son una ilustración visible de aquella pobreza y enfermedad que es invisible y que se llama pecado. Jesús mismo lo muestra así al decir: “Porque, ¿qué es más fácil, decir: ‘Tus pecados te son perdonados,’ o decir: ‘Levántate, y anda’?” (Mateo 9:5), para luego sanar y mostrar que él es capaz de perdonar nuestra maldad.

Establecer agendas o proyectos para la Iglesia que solo abarcan la realidad temporal del hombre es reducir el gran proyecto de Dios en la historia, y relegar la obra de la Cruz a un lugar secundario. Por otro lado, el reconocer que desde una teología incorrecta se ha buscado una preocupación por los pobres y marginados debe desafiarnos a, desde las Escrituras, colocar en práctica los múltiples mandatos de amar a nuestro prójimo, preocuparnos de los huérfanos y las viudas, del menesteroso y otros. De esa manera, la proclamación de la verdad estará acompañada y adornada de un testimonio que glorifique a Cristo.”

Los riesgos

Sin embargo, la Teología de la Liberación
** fascinó a muchos integrantes de la juventud idealista,
** le concedió a los cristianos un muro práctico y eficiente al avance de la izquierda marxista, y
** le concedió riqueza conceptual a un populismo teológico que ingresó con fuerza a sectores populares.

Pero los dignatarios de la curia no lo entendieron así porque interpretaron que las ideas de izquierda pretendían arrebatarles no sólo el clero sino también la grey, y en especial los enemistaba con el poder temporal. Le declararon la guerra.

Miguel Ángel Ferrando, de la Facultad de Teología Pontificia Universidad Católica de Chile, en un ensayo titulado “La interpretación de la Biblia en la Teología de la liberación, 1971-1984”, afirmó:

“(…) La Teología de la Liberación es un fenómeno complejo que no se debe simplificar arbitrariamente. Como movimiento teológico se consolida al comienzo de los años 70. Su punto de partida, además de las circunstancias económicas, sociales y políticas de los países de América Latina, se encuentra en dos grandes acontecimientos eclesiales: 

> el Concilio Vaticano II, con su declarada voluntad de aggiornamento y la orientación del trabajo pastoral de la Iglesia hacia las necesidades del mundo actual, y

> la 2ª Asamblea plenaria del CELAM (Conferencia Episcopal de América Latina) en Medellín en 1968, que ha aplicado las enseñanzas del Concilio a las necesidades de la América Latina. (…)

Es difícil discernir, si existe ” una” teología de la liberación y definir su método. También es difícil determinar adecuadamente su modo de leer la Biblia, para indicar luego sus aportes y límites. Se puede decir que ella no adopta un método especial, sino que partiendo de puntos de vista socioculturales y políticos propios, practica una lectura bíblica orientada en función de las necesidades del pueblo, que busca en la Biblia el alimento de su fe y de su vida.

En lugar de contentarse con una interpretación objetivante, que se concentra sobre lo que dice el texto situado en su contexto de origen, se busca una lectura que nace de la situación vivida por el pueblo. Si éste vive en circunstancias de opresión, es necesario recurrir a la Biblia para buscar allí el alimento capaz de sostenerlo en sus luchas y esperanzas. La realidad presente no debe ser ignorada, sino al contrario afrontada, para aclararla a la luz de la Palabra. De esta luz surgirá la praxis cristiana auténtica, que tiende a transformar la sociedad por medio de la justicia y del amor. En la fe, la Escritura se transforma en factor de dinamismo, de liberación integral.

Los principios son los siguientes:

Dios está presente en la historia de su pueblo para salvarlo. Es el Dios de los pobres, que no puede tolerar la opresión ni la injusticia.

Por ello, la exégesis no puede ser neutra, sino que, siguiendo a Dios, debe tomar parte por los pobres y comprometerse en el combate por la liberación de los oprimidos.

La participación en este combate permite precisamente hacer aparecer los sentidos que no se descubren, sino cuando los textos bíblicos son leídos en un contexto de solidaridad efectiva con los oprimidos.

Puesto que la liberación de los oprimidos es un proceso colectivo, la comunidad de los pobres es el mejor destinatario para recibir la Biblia como palabra de liberación. Además, puesto que los textos bíblicos han sido escritos para las comunidades, es a estas comunidades a quienes es confiada en primer lugar la lectura de la Biblia. La palabra de Dios es plenamente actual, gracias sobre todo a la capacidad que poseen los “acontecimientos fundadores” (la salida de Egipto, la pasión y la resurrección de Jesús) de suscitar nuevas realizaciones en el curso de la historia.

La teología de la liberación comprende elementos cuyo valor es indudable: el sentido profundo de la presencia de Dios que salva; la insistencia sobre la dimensión comunitaria de la fe; la urgencia de una praxis liberadora enraizada en la justicia y en el amor; una relectura de la Biblia que busca hacer de la palabra de Dios la luz y el alimento del pueblo de Dios, en medio de sus luchas y de sus esperanzas. Así subraya la plena actualidad del texto inspirado.

Pero una lectura tan comprometida de la Biblia comporta riesgos. (…)

Queriendo insertar el mensaje bíblico en el contexto sociopolítico, teólogos y exegetas se han visto conducidos a recurrir a instrumentos de análisis de la realidad social. En esta perspectiva, algunas corrientes de la Teología de la Liberación han hecho un análisis inspirado en doctrinas materialistas, y en este marco han leído la Biblia, lo cual no ha dejado de suscitar problemas, particularmente en lo que concierne al principio marxista de la lucha de clases.

Bajo la presión de enormes problemas sociales, el acento ha sido puesto en particular sobre una escatología terrestre, a veces en detrimento de la dimensión escatológica trascendente de la escritura. (…)”.

Aquí aparece otra conclusión preliminar: daría la impresión de que con el Evangelio no es suficiente para evangelizar. ¿Y por qué no?

Juan Pablo II

En el Vaticano, el enojo fue dramático. En parte, la animadversión fue alentada por los críticos de las modificaciones definidas durante el Concilio Vaticano II, que ahora podían simplificar sus reparos. También llegó la furia de los hasta entonces beneficiarios de la prebendaria relación Poder Temporal / Jerarquía Eclesiástica en América Latina. Y luego el anticomunismo, que marcó los años ’70, ’80 e inclusive los ’90, con el protagonismo de Juan Pablo II (el polaco Karol Józef Wojtyla) para derribar el Muro de Berlín, Pacto de Varsovia y la URSS. 

La Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe -ex Santa Inquisición-, por entonces presidida por el cardenal Joseph Aloisius Ratzinger (hoy día papa emérito Benedicto XVI), recibió cientos de quejas, en especial contra el dominico Gustavo Gutiérrez y el hoy ex sacerdote franciscano brasilero Leonardo Boff (nacido como Genésio Darci Boff), el teólogo de las Comunidades Eclesiales de Base, filósofo, escritor, profesor y ecologista. 

En varias declaraciones públicas, Juan Pablo II dijo que el marxismo influyó indebidamente en el trabajo de Gutiérrez.

En 1979 llegó a afirmar que el trabajo de Gutiérrez “no coincide con los catecismos de la Iglesia”, mientras -triste paradoja- él aprobaba y se regocijaba en la tarea del indigno Marcial Maciel Degollado, fundador de los Legionarios de Cristo.

Pero la Teología de la Liberación recibió un imprevisto y sólido apoyo de parte de los mejores teólogos europeos. El Vaticano quedó limitado en su acción. Ratzinger consideró que era mejor iniciar un diálogo que un juicio al teólogo de la Conferencia Episcopal Brasileña, Leonardo Boff, y por eso se difundió la “Instrucción sobre algunos aspectos de la Teología de la Liberación“, del 06/08/1984. 

En 1985, el Vaticano sentenció a Boff a un año de “silencio penitencial”, lo que Boff aceptó pero muchos obispos brasileños se enojaron con el Vaticano por el procedimiento, que los ignoró. Dos cardenales y cuatro obispos viajaron a Roma a defender a Boff.

El debate creció y el propio Juan Pablo II inició el cambio de enfoque, con el documento “Instrucción sobre libertad cristiana y liberación”, del 22/03/1986.

Enorme era el riesgo de enfrentarse a la grey brasilera, a causa de su protagonismo cuantitativo en la Iglesia Católica, y que comenzaba a registrar la presión de los cultos evangélicos.

Juan Pablo II añadió una carta a los obispos brasileños en la que decía que “la Teología de la Liberación no solo es oportuna, sino también útil y necesaria para América Latina”. 

Según la Iglesia Católica, la segunda Instrucción tenía como objeto “responder a la ansiedad del hombre contemporáneo que soporta opresión y anhela libertad”.

Con Boff terminó todo mal porque en 1992, Juan Pablo II intentó volver a silenciarlo, para evitar que participara en el Eco-92 de Río de Janeiro. Harto, Boff, entonces, renunció al clero.

En 1993 presentó un concurso y fue aprobado como profesor de Ética, Filosofía de la Religión y Ecología en la Universidad del Estado de Río de Janeiro (UERJ).

Y más tarde contrajo matrimonio con Marcia Maria Monteiro de Miranda.

El periodista Andrea Tornielli escribió en septiembre de 2013 sobre el tema, y es interesante recordar algunos conceptos porque hoy día es el jefe de la comunicación pública del Vaticano:

La paz estalla entre el Vaticano y la Teología de la Liberación (TdL). Después de las convicciones de la década de 1980, los excesos y los malentendidos, la TdL obtiene la ciudadanía plena en la Iglesia. (…)

En realidad, la Santa Sede ha condenado solo la Teología de la Liberación que usa el análisis marxista, no toda la Teología de la Liberación. Y en uno de los ensayos publicados en el libro, (Cardenal Gerhard) Müller describe los factores políticos y geopolíticos que han llegado a afectar, a lo largo de los años, ciertas acusaciones contra la TdL, en una era en la que un cierto capitalismo se sintió “definitivamente victorioso”. Sin mencionar el documento secreto, también citado por el sucesor de Ratzinger en el libro, y preparado para el presidente Ronald Reagan por el “Comité de Santa Fe” en 1980, es decir, cuatro años antes del primero de los cursos educativos del Vaticano sobre la TdL. Se instó al gobierno estadounidense a que procediera agresivamente contra la “Teología de la Liberación”, culpable de haber transformado a la Iglesia Católica en un “arma política contra la propiedad privada y el sistema de producción capitalista“. (…)”:

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En febrero 2019, Joshua Mcelwee escribió en la web Vatican Insider, del diario italiano La Stampa, que Francisco había revelado que concelebró misa en el Vaticano con el cardenal Gerhard Müller, entonces prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe (sucesor de Ratzinger), y Gustavo Gutiérrez.

El Papa lo declaró durante una sesión de preguntas y respuestas con el clero jesuita durante su visita a Panamá.

Se conocía la reunión en privado con Gutiérrez en la Domus Sanctae Marthae del Vaticano en septiembre de 2013, pero no la celebración de una liturgia juntos, e inclusive con Müller.

Decidido a desdramatizar un tema polémico, Francisco explicó que algunos teólogos de la Liberación “se perdieron un poco en el camino”, pero dijo que su trabajo se dio en el contexto de trabajar en países bajo el gobierno de las dictaduras “del terror”.

“Hoy los viejos nos reímos de lo preocupados que estábamos por la Teología de la liberación. Lo que faltaba entonces era la comunicación al exterior sobre cómo eran realmente las cosas”.

“Déjame decirte algo gracioso”, continuó el Papa. “El más perseguido, Gustavo Gutiérrez, la misa peruana concelebrada conmigo y el entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal Müller”.

“Ocurrió porque el propio Müller lo trajo a mí como su amigo”, agregó Francisco. “Si alguien hubiera dicho entonces que un día el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe llevaría a Gutiérrez a concelebrarse con el papa, serían tomados como borrachos.

Queda la pregunta abierta: ¿cómo sería la predicación hoy de Jesús? Y esto lleva a otra pregunta: ¿Cuál es el rol del Espíritu Santo en todo predicador? Y otra más: ¿Quiénes son los hijos de Dios en el siglo 21? Con certeza, continuará….

"Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres."

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