Dios cuestiona la idea humana de “la ley y el orden”, en especial cuando la autoridad y la fuerza se utilizan para neutralizar al más débil y desventajado. Si bien la creciente ola de protestas por la brutalidad policial y el racismo tiene su epicentro en USA, ya en las páginas de la Biblia se…
Dios cuestiona la idea humana de “la ley y el orden”, en especial cuando la autoridad y la fuerza se utilizan para neutralizar al más débil y desventajado.
Si bien la creciente ola de protestas por la brutalidad policial y el racismo tiene su epicentro en USA, ya en las páginas de la Biblia se puede vislumbrar una respuesta divina universal a estos asuntos de actualidad.
Otro incidente lamentable
George Floyd no fue el primero ni tampoco iba a ser el último.
Tres meses después, el escenario ya no era Minnesota sino el estado vecino de Wisconsin, particularmente la localidad de Kenosha. Y en lugar de un cuello oprimido por una rodilla hubo una espalda baleada, la del afroestadounidense Jacob Blake.
El suceso, que provocó o perplejidad o furia por los 7 disparos de bala, despertó una serie de manifestaciones masivas contra la policía en los días subsiguientes.
En respuesta o quizás desafío, el presidente Donald Trump visitó Kenosha este martes 01/09 con una advertencia para los manifestantes.
“Estos no son actos de protesta pacífica sino en realidad de terrorismo doméstico” alegó en relación a los daños ocasionados a varios negocios y edificios públicos.
El mandatario -que confía en el análisis de sus estrategas de campaña electoral que afirman que si él se presenta como el único garante de “la ley y el orden“, sumará sufragios-, se negó a recibir a la familia de Blake, quien permanece en el hospital paralizado de la cintura hacia abajo, y reforzó su cuestionado enfoque de qué trata la “autoridad” y la “disciplina“.
El cristianismo responde
La situación que se vive en Estados Unidos admite una pluralidad de respuestas y abordajes diferentes.
Un buen número de los adherentes a la fe cristiana está convencido de que observar en forma pasiva los acontecimientos puede ser peligroso. Tienen la certeza de que tal actitud sería una afrenta contra su Creador.
La revista estadounidense Spectrum dio cuenta de ello, al difundir la declaración oficial de la División Norteamericana de la Iglesia Adventista del Séptimo Día que se dirigió a la comunidad afroamericana con estas palabras:
“Reconocemos su dolor y la injusticia que enfrentan, y nos esforzamos por servir como sus voces cuando son silenciados por aquellos que tratan de callarlos”.
En esta misma línea, la reconocida revista evangélica Christianity Today lanzó su número de septiembre incluyendo dos artículos que debaten el tema de la violencia en la aplicación de la ley desde las perspectivas del Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento.
La visión del Antiguo Testamento
Uno de los autores que encara la discusión es Michael LeFebvre, pastor de la Christ Church Reformed Presbyterian, de Indianapolis.
En su ensayo, él reflexiona sobre una verdad: el pueblo de Israel no contaba con fuerzas policiales. Sin embargo, cuando la víctima o el testigo de un crimen daba la alarma, cualquiera que lo escuchara debía acudir inmediatamente en defensa del agredido (Deuteronomio 22:23-27).
La comunidad entera estaba comprometida con la implementación de la justicia y la responsabilidad de mantener la paz.
Este sistema proporcionaba auxilio en el momento en el que sucedía el delito, pero también había otra institución que asistía al agraviado incluso después del incidente.
El varón adulto más cercano a la persona perjudicada, conocido como el pariente redentor, tenía la obligación de investigar cuidadosamente lo sucedido y realizar las acciones que fueran necesarias para reparar los daños.
Eso sí: cualquier medida implementada para vengar al afectado debía ser analizada bajo el peso de una evidencia suficiente, en lo posible certificada por testigos oculares (Números 35:16-30).
“El propósito de Dios para la aplicación de la ley es asegurar la justicia, especialmente para aquellos que son fácilmente abusados por los poderosos, y la rectitud, especialmente para aquellos que sufren bajo las desigualdades de la sociedad”, concluye Lefebvre.
A los escritos de Moisés se suman las voces proféticas de Jeremías y Ezequiel.
“Así dice el Señor: ‘Practiquen el derecho y la justicia. Libren al oprimido del poder del opresor. No maltraten ni hagan violencia al extranjero, ni al huérfano ni a la viuda, ni derramen sangre inocente en este lugar” (Jeremías 22:3).
“Así dice el Señor omnipotente: ¡Basta ya, príncipes de Israel! ¡Abandonen la violencia y la explotación! ¡Practiquen el derecho y la justicia! ¡Dejen de extorsionar a mi pueblo! Lo afirma el Señor” (Ezequiel 45:9).
La visión del Nuevo Testamento
La óptica de la iglesia cristiana primitiva acerca del uso de la fuerza por parte de las autoridades fue desarrollada por el sacerdote anglicano afroamericano Esau McCaulley.
Su análisis se centra en el pasaje de Romanos 13:1-7, un texto controvertido que es malinterpretado con frecuencia.
El apóstol Pablo insta a los creyentes que viven en Roma a “someterse a las autoridades públicas” que “no en vano lleva[n] la espada” porque están “al servicio de Dios para impartir justicia y castigar al malhechor”.
A primera lectura, las afirmaciones de Pablo, ciudadano romano, podrían resultar un tanto perturbadoras, por lo que es necesario considerarlas en su contexto más amplio.
El foco del párrafo en cuestión son los individuos, no el Estado. Se presenta una realidad ideal, presuponiendo que la autoridad puede discernir entre una buena y una mala conducta.
Obviamente, Pablo no ignora que existen gobernantes injustos. Él mismo fue víctima de ellos, y por ese motivo tuvo que apelar al César y así llegó a Roma.
Unos capítulos antes, Pablo cita el ejemplo del Faraón y muestra cómo Dios fue glorificado en el castigo de un rey que explotaba económicamente y esclavizaba al pueblo de Israel (Romanos 9:17).
Evidentemente, la prohibición contra la resistencia no es absoluta.
Si se entiende correctamente, Romanos 13 coloca una responsabilidad aún mayor sobre las estructuras de poder que tienen la tarea de mantener el orden: las autoridades deben rendir cuentas por el uso de la “espada”.
Adaptando la esencia del consejo paulino a la coyuntura presente, McCaulley comenta:
“El punto de vista de Pablo sobre la acción policial surge también de una teología cristiana de las personas. Esta teología nos recuerda que Dios es nuestro Creador, y el Estado es sólo un administrador o cuidador. No nos creó, y no nos posee ni nos define. Con eso en mente, estamos siendo los cristianos que Dios nos llama a ser cuando le recordamos al Estado los límites de su poder”.
Fines nobles merecen medios legítimos
Ante la preocupación de Trump por el vandalismo presente en las protestas de las últimas semanas, cabe preguntarse: ¿el fin justifica los medios?
Este planteamiento podría reformularse de así:
- ¿Qué es lo más pernicioso para una nación?
- ¿La reacción airada de una minoría oprimida o un sistema opresor con una mirada parcial y segregacionista?
En este texto no se pretende excusar el accionar de ningún grupo en particular, ya que la Biblia es clara al enunciar que Dios “aborrece a los que aman la violencia” (Salmos 11:5).
Incluso Jacob Blake padre repudió la agresividad que caracterizó a ciertos manifestantes. “Eso no va a hacer que mi hijo se levante de esa cama y camine”, dijo.
El punto es aprender a mirar más allá de la ira y no desestimar una causa justa.
Un caso paradigmático fue la guerra de los campesinos alemanes en la época de Martín Lutero. Los ingredientes que caldearon el ambiente resultan familiares: abuso de poder, subyugación, desigualdad.
Aunque sus detractores se empeñaron en utilizarlo para tergiversar sus intenciones, el reformador se distanció de la violencia y exaltó el mensaje de la libertad que había hallado en Jesús.
En lo que respecta al cristiano, las Escrituras proveen un modelo a imitar, Uno que “cuando proferían insultos contra él, no replicaba con insultos; cuando padecía, no amenazaba, sino que se entregaba a aquel que juzga con justicia” (1 Pedro 2:23).
Para ese Juez soberano, la idea humana de “la ley y el orden” es como trapos de inmundicia.