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El dilema de ser espectador pasivo o activista enardecido

JUSTICIA SOCIAL

El dilema de ser espectador pasivo o activista enardecido se presenta constantemente ante una sociedad acostumbrada a los extremos enfrentados y a los debates acalorados. Por consiguiente, urge encontrar un punto medio donde se reduzcan las tensiones y se resuelvan los conflictos sin coartar las libertades individuales. La religión enfrascada y la religión reducida El…

Tercer Ángel

viernes 14/08/2020

El dilema de ser espectador pasivo o activista enardecido se presenta constantemente ante una sociedad acostumbrada a los extremos enfrentados y a los debates acalorados. Por consiguiente, urge encontrar un punto medio donde se reduzcan las tensiones y se resuelvan los conflictos sin coartar las libertades individuales. La religión enfrascada y la religión reducida El…

El dilema de ser espectador pasivo o activista enardecido se presenta constantemente ante una sociedad acostumbrada a los extremos enfrentados y a los debates acalorados.

Por consiguiente, urge encontrar un punto medio donde se reduzcan las tensiones y se resuelvan los conflictos sin coartar las libertades individuales.

La religión enfrascada y la religión reducida

El escenario cultural y social universal es complejo y heterogéneo.

Pocas situaciones comunicativas se hallan exentas de la polémica generada en torno a las discusiones comunes que fomentan desde discursos presidenciales hasta charlas de sobremesa.

Las principales avenidas de las grandes metrópolis son inundadas con frecuencia por los diversos colectivos que abogan en favor de los derechos de las minorías, tales como la comunidad LGBT o los grupos étnicos segregados.

El asunto de la justicia social reclama respuestas de parte de los habitantes de la aldea global. Entre ellos,los cristianos son llamados a participar del debate y la búsqueda de soluciones basadas en el respeto y la equidad.

La disyuntiva que emerge tiene que ver con el grado de involucramiento que un creyente debería tener en los temas que conciernen al bienestar de todos los miembros de la población mundial.

La respuesta parece obvia desde la teoría, pero la praxis deja entrever un espectro de actitudes y posiciones que tienden a concentrarse en dos comportamientos antitéticos.

Por un lado están quienes viven la fe “dentro de un frasco”. Su experiencia religiosa se desarrolla disociada de la realidad que los rodea y son reticentes a cualquier tipo de cuestionamiento que requiera un razonamiento elaborado.

Los más osados de este grupo se limitan a participar ocasionalmente y de la manera más cómoda de ciertos movimientos o reclamos sociales que se vuelven tendencia. Son los que tranquilizan la conciencia tuiteando #blacklivesmatter.

Del otro lado se encuentran aquellos que reducen la religión a un enfervorizado activismo social o político. Los hay tan variados como causas, ideologías y partidos existen.

Por lo tanto, el dilema consiste en determinar quién está en lo correcto o si existe una propuesta superadora.

cooperación gana a confrontación 1

Una misma gran familia

Un modelo bíblico que sugiere una resolución alternativa es la carta del apóstol Pablo a Filemón. Desde la prisión en Roma, el infatigable misionero le escribe a este referente de la iglesia en Colosas intercediendo por el esclavo Onésimo.

La institución de la esclavitud en el mundo grecorromano del siglo primero se diferenciaba de la usanza actual y era ampliamente aceptada en todo el imperio. Aún así, sus fundamentos colisionaban con los principios básicos del cristianismo.

Pablo era consciente de esta incompatibilidad y defendía la igualdad de todos los seres humanos ante Dios, sin importar su condición o estatus.

En su epístola a los cristianos de Galacia expresa: “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer, sino que todos ustedes son uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:28).

Sin embargo, al momento de dirigirse a Filemónno censura directamente su accionar sino que opta por apelar a su buena voluntad(Filemón 8, 9).

Realiza una interesante maniobra discursiva al invertir el orden del sistema jerárquico y colocarse como padre en la fe tanto del amo como del siervo (Filemón 10, 19). No obstante, no recurre a esta “paternidad” para lograr su objetivo.

Utilizando un lenguaje familiar, Pablo socava la institución de la esclavitud y se coloca a la altura de Filemón y Onésimo. Los tres son hermanos en Cristo (Filemón 16).

Si su interlocutor lograba ver en el fugitivo a un miembro de su propia familia, no tenía sentido volver a tomarlo bajo servidumbre, ya que nadie esclavizaría voluntariamente a alguien de su misma sangre.

mediador pacífico 1

La cooperación supera a la confrontación

Entonces, ¿procuraba Pablo la libertad de Onésimo? La respuesta es sí. ¿Carecía de claridad para expresar sus intenciones? No, sus demás cartas lo demuestran.

Como señala el Dr. Joel White, profesor de Nuevo Testamento en la Freie Theologische Hochschule Giessen de Alemania, el apóstol utilizó una estrategia retórica particular.

White compara la táctica paulina con los principios de la teoría de juegos, conocida por los aportes de John F. Nash (Premio Nobel de Economía), y afirma lo siguiente:

“En esta situación, una estrategia de cooperación, más que de confrontación, ofrece la mejor oportunidad de maximizar los beneficios para todas las partes involucradas”.

Pablo está interesado por Onésimo, Filemón y toda la iglesia que se reúne en su casa.Por eso respeta la libertad humana sin sacrificar sus principios, sobre todo cuando se trata de defender lo correcto.

Prefiere convencer en lugar de imponer, tal como lo hace el Dios de quien él predica.

Abriendo la boca por el mudo

“Habla en lugar de los que no pueden hablar;
¡defiende a todos los desvalidos!
Habla en su lugar, y hazles justicia;
¡defiende a los pobres y menesterosos!”
(Proverbios 31:8, 9)

Este fragmento no es una excepción en las Escrituras. Existe una considerable cantidad de textos bíblicos que fundamentan el rol activo que debe asumir el cristiano frente al tema de la justicia social.

El desafío actual consiste en comenzar a implementarlo, partiendo desde la comunidad de fe a la que uno pertenece.

Con este fin, la Dra. Michelle Reyes, autora cristiana y vicepresidenta de la Asian American Christian Collaborative, compartió una serie de recomendaciones para construir una mejor sociedad, tanto dentro como fuera del ámbito eclesiástico.

A continuación se presentan algunas de sus sugerencias:

  • La diversidad de la comunidad local debería estar reflejada en el liderazgo de cada iglesia. Para cuidar de los pobres y desfavorecidos es necesario garantizar una representación igual para todas las voces.
  • Los conceptos de justicia que aparecen a lo largo de las Escrituras deben ser presentados desde el púlpito con frecuencia para reforzar la identidad de la iglesia como cuerpo de Cristo que se preocupa por el bien social.
  • Las iglesias pueden implementar un discipulado que capacite a los creyentes para identificar las brechas socio-espirituales y buscar la manera de cerrarlas.
abre tu boca por el mudo 1

La figura del mediador pacífico

Claramente,el papel del cristiano ante la justicia social no se sitúa en la comodidad y la falta de compromiso.Pero los exabruptos y la actitud impetuosa que manifiestan algunos profesos seguidores de Jesús tampoco parece ser el camino ideal.

El Maestro promovía la justicia asociada con la paz. Sus palabras en el Sermón del Monte lo hacen evidente: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5:9).

Asimismo, el ejemplo de Pablo y Filemón resalta la importancia de una comunicación efectiva y la cooperación como camino para hallar soluciones que resulten en el bien común de todos los implicados.

La alternativa bíblica a la cuestión del involucramiento en la edificación de una sociedad justa se cristaliza en la figura del mediador pacífico.

En un mundo donde diferentes bandos se arrojan piedras de una vereda a otra, no vendría mal contar con un grupo de personas que se pare en medio de la calle para frenar los proyectiles e iniciar un diálogo respetuoso.

Por Martín Mammana

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