Al caer la tarde del lunes 01/06, el presidente Donald Trump se detuvo frente a la histórica Iglesia Episcopal de San Juan, en el centro de Washington DC, y sostuvo en alto una Biblia ante las cámaras de TV y los fotógrafos. Trump dijo relativamente poco, ubicado frente al edificio tapiado de la iglesia, dañada…
Al caer la tarde del lunes 01/06, el presidente Donald Trump se detuvo frente a la histórica Iglesia Episcopal de San Juan, en el centro de Washington DC, y sostuvo en alto una Biblia ante las cámaras de TV y los fotógrafos.
Trump dijo relativamente poco, ubicado frente al edificio tapiado de la iglesia, dañada el día anterior en un incendio durante las protestas provocadas por la muerte de George Floyd el 25/05, en Minneapolis.
St. John’s o San Juan lleva mucho tiempo vinculada a la Casa Blanca. Cada Presidente en ejercicio ha asistido a la iglesia al menos una vez durante su mandato, desde su inauguración, en 1816. Por ese motivo la llaman “Iglesia de los Presidentes”. De hecho, el entonces responsable de la iglesia, el reverendo Luis León, rezó en el inicio del 2do. mandato de Barack Obama, y la iglesia también organizó un servicio en la mañana del inicio del mandato de Trump.
En esta ocasión, la iglesia parecía ompletamente abandonada: menos de una hora antes de la llegada de Trump, la policía usó gases lacrimógenos para expulsar a cientos de manifestantes pacíficos del parque Lafayette Square, frente a la iglesia.
Las autoridades también expulsaron, del patio de la iglesia, al menos a un sacerdote episcopal y un seminarista.
“Convirtieron el terreno sagrado en un campo de batalla“, dijo la reverendo Gini Gerbasi, rectora en una Iglesia Episcopal de San Juan en el cercano barrio Georgetown, quien había concurrido a Lafayette Square con al menos 20 sacerdotes y un grupo de laicos de la Diócesis Episcopal de Washington DC para servir como una “presencia pacífica en apoyo de los manifestantes“.
Ellos ofrecieron agua, bocadillos y desinfectante para manos a los concurrentes.
Pero, cuando los voluntarios estaban empacando sus suministros, llegó la ofensiva de la policía para expulsar a todos los presentes en el parque, cuando aun no había comenzado el toque de queda de las 19:00 para los residentes en Washington DC.
El presidente Trump había anunciado que pronto le hablaría a la nación desde el Jardín de Rosas en la Casa Blanca.
Momentos antes de las 18:30, justo cuando Trump dijo que comenzaría su discurso, avanzó la Guardia Nacional sin motivo aparente, desalojando por la fuerza a hombres y mujeres jóvenes reunidos legalmente en un parque público en una tarde soleada, todo transmitido en vivo por la televisión.
Con el humo todavía flotando y las disputas aisladas que continúan entre la multitud y la Guardia Nacional, Trump emergió en el Rose Garden.
“Soy su Presidente de la ley y el orden y un aliado de todos los manifestantes pacíficos“, declaró, antes de exigir que los gobernadores de todo el país desplieguen la Guardia Nacional “en cantidades suficientes para que dominemos las calles“. Y advirtió que, si se negaban, desplegaría al ejército de los Estados Unidos “y resolvería rápidamente el problema por ellos“.
“Mientras hablamos, estoy enviando miles y miles de soldados fuertemente armados“, dijo, mientras las explosiones sonaban en el fondo. “Estamos poniendo a todos en alerta“.
Luego, antes de partir, Trump anunció que no había terminado y que “iba a presentar mis respetos a un lugar muy muy especial“.
Momentos después, el grupo de prensa de la Casa Blanca fue convocado rápidamente para un movimiento sorpresa. Y entonces Trump salió de las puertas de la Casa Blanca, algo que nunca había hecho antes, y cruzó el parque desalojado hasta St. John’s Church.
Trump caminó lentamente, seguido por un séquito de sus más importantes ayudantes, seguridad y reporteros. Todavía flotaba en el ambiente el gas pimienta, que pica los ojos y provoca tos.
Trump cruzó la calle H y caminó hacia el emblemático edificio de color amarillo pálido.
Trump levantó una Biblia cubierta de negro. “Tenemos un gran país. El país más grande del mundo“, fue todo lo que dijo Trump.
No habló sobre Floyd ni sobre el daño que había sufrido la iglesia o los manifestantes pacíficos que la policía había despejado. No dijo nada sobre la pandemia de coronavirus. Al parecer, a Trump sólo le importaba montar un acto de campaña por su reelección.
La reverenda Glenna J. Huber, de la Iglesia de la Epifanía, otra iglesia del centro de Washington, estaba en St. John’s (San Juan) pero se fue cuando observó los movimientos de la Guardia Nacional.
En cambio, la acción sorprendió a Gerbasi, quien abandonó sus suministros en Lafayette y huyó ante la ofensiva de los uniformados, con escudos y balas de goma. Cuando llegó a la calle K, a varias cuadras de distancia, Trump ya estaba frente a la iglesia sosteniendo una Biblia.
“Todo lo que nos ocurrió era porque la Guardia Nacional quería limpiar la zona para que el hombre pudiera pararse frente a ese edificio con una Biblia“, dijo Gerbasi.
Los asesores de Trump le dijeron a un periodista de la agencia Bloomberg que los funcionarios habían planificado expandir el perímetro alrededor de la Casa Blanca, independientemente de la visita de Trump a la iglesia, y que esa fue la misión de la Guardia Nacional.
Curiosamente, esos planes no fueron compartidos con el clero que trabaja en la iglesia.
Accidentalmente, el Presidente sostuvo una Biblia al revés. No lo advirtió porque no la abrió. Cuando se le preguntó si era su Biblia, dijo que era “una Biblia”.
El senador Ben Sasse (Nebraska – Republicano), lo describió como “una sesión de fotos que trata la Palabra de Dios como un accesorio político. Una Biblia en una sesión de fotos no era la Biblia que necesitábamos”.
La reverendo Mariann Budde dijo que el arribo de Trump a St. John’s ocurrió sin previo aviso.
“El simbolismo de él sosteniendo una Biblia … como si fuese un accesorio y de pie frente a nuestra iglesia como telón de fondo cuando todo lo que ha dicho es contrario a las enseñanzas de nuestras tradiciones y lo que representamos como iglesia, me horrorizó“, le dijo ella a Religion News Service.
“No vino a orar. No vino a lamentar la muerte de George Floyd. No vino a abordar las heridas profundas que se expresan a través de protestas pacíficas de miles y miles. No trató de calmar las situaciones que explotan con dolor“, ella agregó.
El obispo presidente de la Iglesia Episcopal, Michael Curry, el primer afroamericano en ese cargo, dijo que Trump había “usado un edificio de la iglesia y la Santa Biblia para fines políticos partidistas”.
“Necesitamos que nuestro Presidente, y todos los que ocupan cargos, sean líderes morales que nos ayuden a ser un pueblo y una nación que vivan estos valores. Por el bien de George Floyd, por todos los que sufrieron injustamente y por el bien de todos nosotros, necesitamos líderes que nos ayuden a ser ‘una nación, que contemple a Dios, con libertad y justicia para todos”, dijo el reverendo Curry.
Cualquiera que haya estado prestando atención a la actualidad política estadounidense comprendió de inmediato lo que estaba sucediendo. Trump le enviaba un mensaje de cercanía al electorado evangélico, o quizás al cristiano -ya había participado horas antes de un homenaje al papa Juan Pablo II, un mensaje a los católicos-.
Ed Stetzer es director ejecutivo del Wheaton College Billy Graham Center, y confesó:
“En el pasado, expresé mi apoyo cuando vi que la Administración de este Presidente hacía cosas buenas. He trabajado con la Administración cuando hacía sus buenos esfuerzos en el abuso de opioides y la salud mental.
Además, he rezado por el presidente Trump regularmente.
Pero lo que Trump hizo en los escalones de St. John’s es lo que la mayoría de los pastores de todo el país les recuerda a sus congregaciones que no deben hacer. (…) Jesús mismo advierte contra esto en Mateo 6, advirtiendo que “tenga cuidado de practicar su justicia ante otras personas para que sean vistos por ellos”.
En otras palabras, a Dios no le agrada cuando usamos la Biblia como adorno para que otros la vean.
Más bien, el poder de la Biblia está en la historia que cuenta. Más que solo 66 libros y más de 1.000 narraciones individuales, la Biblia es una historia coherente sobre cómo Dios nos ha reconciliado consigo mismo a través del nacimiento, la vida, la muerte y la resurrección de Jesús.
No es un talismán que otorga piedad por proximidad o exige nuestra fidelidad política al portador. Usarlo como tal representa un profundo error de cálculo sobre su autor.
El mensaje de la Biblia es que Jesús murió en la cruz para perdonar nuestros pecados. Y, lo más crítico de donde estamos ahora, enfatizamos la importancia de que las personas se apoderen de la Biblia y la lean ellos mismos, porque es a través de las palabras en su interior que encontramos a Jesús y nos volvemos más como Él.
Este episodio puso al descubierto un malentendido fundamental que debemos reconocer y enfrentar: la Biblia no es una herramienta para las fotografías políticas.
(…) No espero que el Presidente sea un pastor, pero cuando recoge una Biblia, espero más de lo que vi ayer. (…) Imagine, en cambio, si el Presidente hubiera abierto esa Biblia y leído palabras sobre justicia, o incluso palabras de consuelo. Más que la mayor poesía y prosa, la Palabra de Dios puede sanar nuestras heridas más profundas y cortar los corazones más endurecidos. (…)”.