La crisis es urgente y muchos se sienten o desesperanzados o temerosos o impotentes. Pero, quizás, sentirse pequeño es el mejor recordatorio para buscar al Gran Dios. La oración es la demostración de necesidad y confianza en que Dios tiene el mundo entero en sus manos, y tiene un plan para nosotros. "No se preocupen…
La crisis es urgente y muchos se sienten o desesperanzados o temerosos o impotentes. Pero, quizás, sentirse pequeño es el mejor recordatorio para buscar al Gran Dios.
La oración es la demostración de necesidad y confianza en que Dios tiene el mundo entero en sus manos, y tiene un plan para nosotros.
“No se preocupen por nada; en cambio, oren por todo. Díganle a Dios lo que necesitan y denle gracias por todo lo que él ha hecho.
Así experimentarán la paz de Dios, que supera todo lo que podemos entender. La paz de Dios cuidará su corazón y su mente mientras vivan en Cristo Jesús.”
Filipenses 4: 6-7
Durante estos días, el mundo ha prestado toda su atención a la corona con espinas de proteínas que se llama COVID-19. Nunca antes ocurrió una inquietud, global y a la vez cercana, tan extendida.
En cierto modo, la vida moderna ha cambiado abruptamente, y de alguna manera, además del temor, se instala el dolor, llamado por C. S. Lewis, el “megáfono de Dios“.
Unos advierten: “El coronavirus es solo otra gripe“, pero otros pronostican: “Estamos al borde del colapso financiero“.
Es legítimo tener miedo. Sin embargo, los cristianos pueden encontrar que es un momento adecuado para demostrar la fortaleza que concede Aquel en quienes ellos creen.
Es notable que en Occidente, donde el cuidado de nuestros cuerpos se había instalado en muchos como un culto, objeto casi de idolatría, la pandemia desarma esos pilares.
La salud es un bien y el profeta Jeremías habló de la promesa de Dios de traer salud y sanar heridas. Pero él nunca habló de que fuese un negocio de acceso limitado a la humanidad.
La histeria se confunde con la obsesión por “aplanar la curva”. Pero ¿dónde están los intereses del cristiano?
La oración es importante para establecer, mantener y aumentar una relación con Dios.
Sin embargo, hay quienes sienten o sospechan que su oración transcurre como si Dios no estuviera ahí; pareciera que sólo están hablando consigo mismos y su espíritu no siente ni paz ni alegría.
- ¿Dios escucha nuestras oraciones?
- ¿Cómo orar para recibir la respuesta de Dios?
Jesús dijo:
“Pero se acerca el tiempo —de hecho, ya ha llegado— cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. El Padre busca personas que lo adoren de esa manera.”
Juan 4:23
También aconsejó:
“Les digo, ustedes pueden orar por cualquier cosa y si creen que la han recibido, será suya.
Cuando estén orando, primero perdonen a todo aquel contra quien guarden rencor, para que su Padre que está en el cielo también les perdone a ustedes sus pecados.”
Marcos 11:24-25
En la cruz, próximo a la muerte, oró con las palabras del Salmo 22:
“Luego, a las tres de la tarde, Jesús clamó con voz fuerte: «Eloi, Eloi, ¿lema sabactani?», que significa «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»”.
Marcos 15:34
Sin embargo, en el mismo Salmo, que comienza con esa declaración, también se encuentra la esperanza:
“¡Oh Señor, no te quedes lejos!
Tú eres mi fuerza, ¡ven pronto en mi auxilio!
Sálvame de la espada;
libra mi preciosa vida de estos perros.
Arrebátame de las fauces del león
y de los cuernos de estos bueyes salvajes.
Anunciaré tu nombre a mis hermanos;
entre tu pueblo reunido te alabaré.
¡Alaben al Señor, todos los que le temen!
¡Hónrenlo, descendientes de Jacob!
¡Muéstrenle reverencia, descendientes de Israel!
Pues no ha pasado por alto ni ha tenido en menos el sufrimiento de los necesitados;
no les dio la espalda,
sino que ha escuchado sus gritos de auxilio.”
Salmo 22:19-24
Jesús estaba acostumbrado a comunicarse con su Padre. E intentó inculcarlo en sus seguidores. No sólo el Padrenuestro.
Todo el capítulo 17 de Juan es una oración, la más extensa que se conoce que hizo Jesús.
El Decálogo de la Buena Oración sería:
- un corazón sincero ante Él, con palabras verdaderas;
- solicitar perdón, para presentarse limpio en su presencia;
- orar con Fe.
- no pretender mentir a Dios, quien todo lo sabe;
- que se haga Su Voluntad, no la nuestra;
- pedir iluminación, quizás como Salomón solicitar sabiduría o entendimiento;
- no mentir a Dios
- no intentar acuerdos comerciales con Dios,
- ni orar por peticiones extravagantes,
- orar invocando a Jesús.
Ahora son tiempos de una pandemia, de alcance y profundidad desconocida, de consecuencias globales pero básicamente cercanas: aquí y ahora.
Inevitablemente, tiempo de oración, de reconciliación y de solicitud de una guía en la tempestad que amenaza con hundir nuestra barca.
“Luego Jesús entró en la barca y comenzó a cruzar el lago con sus discípulos.
De repente, se desató sobre el lago una fuerte tormenta, con olas que entraban en el barco; pero Jesús dormía.
Los discípulos fueron a despertarlo:
—Señor, ¡sálvanos! ¡Nos vamos a ahogar! —gritaron.
—¿Por qué tienen miedo? —preguntó Jesús—. ¡Tienen tan poca fe!
Entonces se levantó y reprendió al viento y a las olas y, de repente, hubo una gran calma.
Los discípulos quedaron asombrados y preguntaron: «¿Quién es este hombre? ¡Hasta el viento y las olas lo obedecen!».”
Mateo 8:23-27
La web Christianity Today publicó una nota acerca de 20 sugerencias sobre qué incluir en las peticiones hoy día.
TERCER ANGEL decidió reelaborar esas solicitudes como material para las cadenas de oración. Es importante tener presente a:
- los enfermos e infectados, porque Dios, sana y ayuda;
- las poblaciones vulnerables, para que Dios nos ayude a proteger a nuestros ancianos y a quienes padecen enfermedades crónicas, y proveer a los pobres, a los necesitados;
- paz, comprensión y misericordia en las familias, en especial las que tienen niños pequeños. No es momento de diferencias y sí de redes de apoyo;
- los trabajadores que enfrentan despidos y dificultades financieras, y que puedan encontrar, si esto sucede, ayuda en sus iglesias y amigos cristianos.
- los líderes empresariales que toman decisiones difíciles que afectan la vida de sus empleados, para comprender el sacrificio de la hora presente
- los gobernantes, para que asignen con sabiduría los recursos necesarios para combatir la pandemia y la recuperación de la economía;
- los médicos, enfermeras y personal sanitario, que se encuentran intentando recuperar a los infectados;
- los investigadores científicos, para que puedan conocer el genoma del virus y encontrar las medicinas adecuadas para derrotarlo;
- los medios de comunicación, para comunicar con veracidad, sin causar pánico;
- los consumidores de medios y redes sociales, para evitar la ansiedad y el pánico y utilizar en forma conveniente la información recibida;
- quienes se sienten aislados, ansiosos e indefensos, que Dios puede ofrecerles el apoyo necesario;
- quienes no pueden cumplir o desconocen los protocolos de distanciamiento social y aislamiento, para que puedan lograrlo;
- los viajeros atrapados en lugares diferentes al propio: Que puedan regresar a sus hogares, y si no ocurre, que puedan encontrar contención donde se encuentren;
- los misioneros cristianos en todo el mundo, especialmente en áreas con altas tasas de infección, para que Dios les estimule y sostenga en su servicio a quienes los rodean;
- los jóvenes y los fuertes, para que ellos actúen con la precaución necesaria y enviten propagar la enfermedad sin darse cuenta;
- quienes deben posponer terapias y tratamientos regulares, o interrumpir sus estudios;
- los pastores, sacerdotes y líderes religiosos que enfrentan los desafíos del dolor que provoca escepticismo y el reclamo de quienes tienen sus almas partidas por las consecuencias de la pandemia;
- los vecinos, los amigos y también aquellos con quienes han surgido diferencias, para cambiar el enfoque de nuestros vínculos;
- por nosotros mismos, para que Dios nos sostenga con sanidad, nos bendiga más allá de los protocolos cambiantes, el pánico circundante, la ansiedad aún de los propios seres queridos, y nos permita ser testimonio vivientes del amor de Jesús. Amén.
En la película “Hotel Rwanda“, acerca de los horrores del genocidio de 1994 que dejó más de 800.000 personas asesinadas en apenas 100 días, Paul, gerente de un hotel que había estado brindando refugio a los perseguidos por los asesinos, se había quedado sin agua y comida y creía que se acercaba el final.
En medio de ese gran sufrimiento, Paul enciende una vela, abre una botella de vino y simplemente disfruta estar con su esposa.
Laurie Nichols cuenta que en “Reconciling All Things” (Reconciliar todas las cosas), sus autores, Emmanuel Katongole y Chris Riceen, escriben acerca de esa imagen:
“Sostenemos que el sabbath en un mundo roto es algo como esto: saber, en medio de la acción, cuándo es el momento de estar todavía en la azotea, incluso cuando todo el mundo se está desmoronando, pasando un tiempo con el Dios que amamos. Cuando Aquel a quien amamos nos susurra: “Todo estará bien”, es más que una ilusión. Es la verdad fundamental del universo.”