El mes de septiembre no es uno más entre los 12 que conforman el calendario gregoriano que hoy se utiliza en casi todo el mundo. En el Hemisferio Sur es casi un sinónimo del equinoccio de primavera, a partir del cual los gélidos días de invierno quedan en el olvido y se empiezan a disfrutar…
El mes de septiembre no es uno más entre los 12 que conforman el calendario gregoriano que hoy se utiliza en casi todo el mundo.
En el Hemisferio Sur es casi un sinónimo del equinoccio de primavera, a partir del cual los gélidos días de invierno quedan en el olvido y se empiezan a disfrutar las temperaturas cálidas de la estación en la que renace la naturaleza.
El noveno mes del año también viene acompañado de la campaña “Septiembre Amarillo”, promovida por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Esta iniciativa surge a raíz del Día Mundial para la Prevención del Suicidio, una jornada organizada por la Asociación Internacional para la Prevención del Suicidio, en colaboración con la OMS, que se conmemora cada 10 de septiembre.
Pero esta época también es significativa para los cristianos de habla hispana alrededor del globo, ya que septiembre es celebrado como el mes de la Biblia. Esta designación se debe a dos hitos importantes relacionados con la traducción de las Escrituras.
La Iglesia Católica Romana conmemora el 30 de septiembre como el día de Jerónimo de Estridón, más conocido como San Jerónimo, traductor de la Vulgata Latina.
Por otro lado, las denominaciones protestantes y evangélicas recuerdan el 26 de septiembre de 1569, fecha en la que se terminaron de imprimir en Basilea, Suiza, los primeros 2.600 ejemplares de la “Biblia del Oso”.
Esta obra, realizada por Casiodoro de Reina y posteriormente revisada por Cipriano de Valera, llegaría a convertirse en la traducción bíblica de mayor circulación en el mundo hispanohablante, la popular Reina Valera.
En 2020 se cumplen 451 años de este acontecimiento, y una buena manera de hacer memoria de ello es conociendo un poco más de la historia detrás de la efeméride.
La vida errante del monje perseguido
Poco se sabe de la vida de Casiodoro de Reina antes de pertenecer a la Orden de los Jerónimos en el monasterio de San Isidoro del Campo en Sevilla, España.
Proveniente de una familia de judíos conversos, conocedores de la persecución católica, parece haber desarrollado desde temprana edad un pensamiento abierto, tolerante e independiente a nivel intelectual y religioso.
A mediados del siglo XVI, junto con otros monjes del cenobio, entre ellos Cipriano de Valera, comenzó a estudiar las Escrituras y leer los textos de varios autores protestantes, abrazando la fe reformada.
La presunta rebeldía de estos religiosos llegó a oídos del implacable tribunal de la Inquisición, por lo que, en 1557, él y doce frailes más tuvieron que huir de España.
En Ginebra encontraron un baluarte de protección para sus creencias. Pero, luego de dos años, las diferencias de Casiodoro con el reformador Juan Calvino, tan poderoso en el poder secular del cantón helvético, lo llevaron a dejar la “Roma protestante”, y marcharse a Frankfurt.
Con la ascensión de la reina Elizabeth I al trono de Inglaterra, Casiodoro percibió una oportunidad para obtener la libertad y la protección que buscaba.
Así que decidió mudarse a Londres, donde la Corona inglesa le permitió usar una iglesia para pastorear una pequeña congregación española de los llamados ‘reformados‘.
Sin embargo, sus hermanos protestantes, más cercanos a las ideas de Calvino, disgustados por su amplitud de mente y tolerancia, lo acusaron falsamente de adulterio y sodomía, un crimen punible con la muerte en Inglaterra.
Presagiando el complot que se urdía en su contra, abandonó las tierras británicas y estuvo tres años vagando entre Frankfurt, Heidelberg, el sur de Francia, Basilea y Estrasburgo, acechado por la Inquisición y arrastrando cargos por herejía y otros delitos.
Finalmente, decidió regresar a Londres para limpiar su nombre y enfrentó un nuevo juicio, en el cual quedó demostrada su inocencia y la inverosimilitud de las incriminaciones.
Una traducción superadora
Doce años de persecuciones injustas no resultaron infructuosos para el erudito español. Durante ese tiempo se mantuvo activo en su tarea de traducir la Biblia al castellano.
No es que no existieran versiones en su lengua materna, pero éstas tenían muy poca difusión. La mayoría de ellas sólo contenían algunas porciones del Nuevo Testamento o de los Salmos y eran traducciones basadas principalmente en el texto latín de la Vulgata.
Como estas versiones no habían llegado aún a la imprenta, sus escasas copias circulaban únicamente entre los ricos y eruditos. Eso, sumado a la alta tasa de analfabetismo, provocaba que las Escrituras no estuvieran al alcance del pueblo.
A diferencia de sus predecesoras, la traducción de Casiodoro de Reina abarcaba la Biblia completa y había sido realizada a partir de los idiomas originales.
Como base de su versión, utilizó el texto masorético hebreo para el Antiguo Testamento y el Textus Receptus, texto griego editado y publicado por Erasmo de Rotterdam, en el caso del Nuevo Testamento.
A pesar de la oposición de la Iglesia Católica Romana, una enfermedad grave que lo dejó en cama durante casi cinco semanas y el fallecimiento del impresor original, Reina se sobrepuso a las dificultades y culminó su obra en 1569 con la impresión de la Biblia del Oso.
El nombre deriva de la ilustración que contiene en su portada, en la que se puede apreciar a un oso parado en dos patas, intentando alcanzar un panal de miel colgado de un árbol.
Esta imagen corresponde al logotipo del impresor bávaro Matthias Apiarius, la cual fue utilizada para evitar el empleo de íconos religiosos, dado que en aquella época estaba prohibida la traducción de las Sagradas Escrituras a las lenguas vernáculas.
Recuperando el espíritu perdido
“Intolerable cosa es a Satanás, padre de mentira y autor de tinieblas, (Cristiano lector), que la verdad de Dios y su luz se manifieste en el mundo; porque por este solo camino es deshecho su engaño, se desvanecen sus tinieblas y se descubre toda la vanidad sobre que su reino es fundado, de donde luego está cierta su ruina”.
Así comienza el prólogo o amonestación al lector, como prefirió llamarlo Casiodoro, que acompaña la traducción de la Biblia del Oso, donde discurre acerca de la permanencia de la Palabra de Dios en el tiempo, a pesar de los ataques del enemigo.
Casi cinco siglos más tarde, las palabras del pastor, erudito y traductor español siguen conservando su fuerza y vigencia.
Gracias a su esfuerzo y dedicación, sin olvidar la infaltable ayuda de la Providencia divina, la Biblia hoy puede alcanzar los hogares y corazones de muchas personas que la reciben con gozo y gratitud.
Paradójicamente, aunque las libertades de expresión y de culto son mucho más amplias en la actualidad que en la época de la Reforma protestante, no son pocos los ejemplares de las Escrituras que permanecen inertes ante la indiferencia de los lectores modernos.
Septiembre, el mes de la Biblia, puede ser un buen momento para reflexionar en la profunda necesidad del cristianismo de volver a sus bases bíblicas, reavivar el espíritu de los reformadores y alzar nuevamente la antorcha de la verdad.
Tal como dice el texto que aparece en la portada de la Biblia del Oso, “la palabra de nuestro Dios permanece para siempre” (Isaías 40:8).
Siempre quiere decir que, en la vida de cada creyente sincero, no sólo septiembre sino todos los meses restantes del año deben llegar a ser el mes de la Biblia.